El aguerrido diputado fue detenido bajo acusación de participar en un supuesto ataque al Presidente, publica El Tiempo.
Por: Valentina Lares Martiz /Corresponsal en Caracas
Ni tan gordo, pero todavía robusto, la mañana del 5 de enero de 2016 el recién electo diputado Juan Requesens era uno de los 112 nuevos parlamentarios de la oposición que acudían al Palacio Federal Legislativo a tomar juramento e iniciar el período de la primera Asamblea Nacional de mayoría opositora de los últimos 18 años.
Un piquete de la Guardia Nacional, siguiendo órdenes del parlamento saliente, oficialista, les impedía el paso. Requesens, de camisa blanca y chaqueta negra, frenteaba y reclamaba: “¡Déjennos pasar, somos diputados!”.
Un momento de duda entre los guardias y un barrigazo de Requesens abrió una grieta en el cordón de seguridad, por el que se coló el parlamentario –de 26 años– y unos cuantos más detrás de él. La escena de ese primer día como diputado es casi una metáfora de su carrera: protestar, reclamar, avanzar.
A Juan Carlos Requesens Martínez se le conoce desde el año 2011 por asumir la presidencia de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela, el cargo político estudiantil más importante de Venezuela.
Allí comenzó exigiendo las clásicas reivindicaciones (pasaje estudiantil, mejoras para la comunidad universitaria) transformando pronto su discurso en una cadena de reclamos hacia la ‘revolución bolivariana’, su evidente ineficiencia y su constante violación de la Constitución.
Su predecesor en el cargo, Stalin González, había marcado un tono antioficialista al que Requesens añadió un fervor adicional con un verbo más guerrero y con muchos más decibeles.
Formalmente estudiaba Ciencias Políticas, pero, en la práctica, la política la ejerció fuera de las aulas. Pronto haría contactos con el partido Acción Democrática (AD) mientras ensayaba reclamos contra los gobiernos de Hugo Chávez, pero terminó identificándose con Primero Justicia (PJ), el partido que casi arrebató la presidencia a Nicolás Maduro con Henrique Capriles Radonski como contrincante.
Entre las campañas presidenciales de 2012 y 2013 terminó por ganarse un puesto dentro del partido y la oposición venezolana, que lo comenzó a identificar como parte de una nueva generación de políticos muy jóvenes.
A las aulas de la universidad no volvió más. En cambio, asumió rol protagónico en la primera oleada de protestas contra el presidente Maduro, de febrero a mayo de 2014, una refriega que dejó miles de detenidos –sobre todo estudiantes– y lo mostró como un luchador.
Agitador
“Los procesos políticos tienen actores y todos tienen sus roles. Por razones físicas o de edad, el mío es el de agitador, pero esta coyuntura es tan compleja que necesita de todos los roles: negociadores, estrategas, diplomáticos.
Mis compañeros y yo asumimos el de la agitación y la circunstancia nos puso al frente en la calle”, dijo años después al diario ‘El Nacional’ en el marco de otras protestas, las de 2017, que además de detenidos dejaron más de 130 personas asesinadas.
Entre esas dos oleadas de descontento en la calle, Requesens se casó con Orianna Granati, una joven –también estudiante, presa brevemente en las protestas de 2014– con la que tiene dos niños y que, tras la detención de su esposo, comienza una lucha para reivindicar a su marido, acusado por el régimen de Maduro de participar en las explosiones cerca de la tarima presidencial ocurridas el pasado 4 de agosto, y que califica como un “intento frustrado de magnicidio”.Este no es el primero, aunque sí el más fuerte golpe a lo que él asumió desde siempre, el rol de agitador.
Al salir a reclamar, con otros diputados, las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que anularon al Parlamento el año pasado, fue emboscado por grupos prooficialistas que le pegaron con un palo en la cara.
La herida, muy cerca del ojo, requirió hasta 50 puntos de sutura. Para entonces, Requesens se veía diferente, muchos kilos menos tras una operación de bypass gástrico que lo dejó irreconocible físicamente, pero apenas al abrir la boca ya daba cuenta que se trataba del mismo diputado.
Él, junto con otros jóvenes como Carlos Papparoni, Miguel Pizarro, Freddy Guevara, José Manuel Olivares y Juan Andrés Mejía, lideraron las protestas en Caracas y recibieron tantas lacrimógenas y perdigonazos entonces como persecución política después: Guevara se encuentra refugiado en la embajada de Chile y Olivares se vio forzado a salir al exilio tras una emisión de orden de captura contra su esposa.
A Requesens hoy, con 29 años, la justicia revolucionaria lo acusa de siete cargos, entre ellos instigación pública continuada, homicidio calificado en grado de frustración en contra del presidente de la República, homicidio calificado por motivos fútiles en contra del Alto Mando Militar y las personas presentes, terrorismo y posesión ilegal de armas y explosivos.
Requesens, en una especie de acto premonitorio, dio un discurso, fiel a su estilo, ante la Asamblea Nacional (AN) justo el mismo día de su detención, el pasado 8 de agosto, reclamando, una vez más, el talante autoritario del régimen venezolano y exigiendo un cambio inmediato de gobierno: “Nosotros vamos a seguir haciendo todo lo que podamos para lograr lo que hoy toda Venezuela quiere, que es sacar a Nicolás Maduro del poder, porque hoy Venezuela está exigiendo y clamando y alzando la voz para sacarlo (…) Muchos hermanos de nosotros están hoy fuera de nuestro país y muchos están bajo tierra porque los mataste aquí, Nicolás, y los que todavía podemos estar aquí, aquí vamos a seguir poniéndole el pecho. Hoy yo puedo hablar desde aquí, mañana no sé”.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Caracas