Las medidas tomadas recientemente por Nicolás Maduro no son económicas como aparentan, sino netamente políticas, y en ese sentido pueden resultar sumamente eficaces para sus fines perversos. En primer lugar Maduro está oficializando una devaluación descomunal pero sin corregir la causa del problema, es decir, reconoce el valor del dólar que antes negaba y permite aumentar precios que él mismo llama “internacionales”. Es una indexación de la economía pero en ningún caso es una rectificación ni mucho menos una solución. La gasolina, el transporte público, la comida, los servicios, costarán ahora muchísimo más que antes, pero por decreto y con controles de precios. No hay liberalización económica, ni siquiera reconocimiento de una tasa libre de divisas extranjeras como se especuló cuando derogaron la ley de ilícitos cambiarios. Es un volver a empezar pero exactamente con el mismo esquema de controles y distorsiones que seguirá devaluando la moneda generando inflación y escasez a niveles supremos. Entonces, ¿Por qué lo hace?
La razón es política, Maduro empobreció premeditadamente a toda la población y se asegura seguir haciéndolo afianzando su modelo. No es que fracasó, al contrario, tuvo éxito, ya que consiguió el fin que buscaba. Ahora avanza con lo que sin duda es la ganancia de esta fase, la masificación del carnet de la patria como mecanismo de control social. Lo que comenzó siendo una opción para pagar la gasolina con subsidio, terminó siendo una imposición para poder cobrar el sueldo aunque se trabaje en una empresa privada. Ante la carestía y el aumento oficial de todos los bienes y servicios, Maduro se convierte en el patrono universal del país, ofreciendo salarios y bonos a trabajadores públicos, privados y por cuenta propia, o sea, a toda la población. Es el fin de la empresa privada como concepto y el colapso definitivo de la economía formal capitalista. Claro que la crisis es tan grande que los empresarios no van a oponer resistencia ante lo que en la práctica es similar a consentir que un tercero le compre joyas y ropa a su esposa. Si el Estado es quien paga la nómina, entonces es el verdadero patrono, así de simple.
Se trata pues de un mecanismo de dependencia absoluta, donde la gente sobrevivirá de las migajas que se repartan bajo ese esquema de subsidios directos ya universal. “Que se vaya quien se quiera ir y quien se quede que se inscriba en mi plataforma para mandarle su platica y pueda vivir”, es la proclama de un régimen que ha fusionado el Big Brother con el Big Data en un comunismos 2.0 que apenas comienza. La estrategia es la de promover éxodo masivo y generar control social a lo interno, y en ese sentido las medidas recientemente anunciada son un éxito, ya que comienzan a traducirse en nuevos migrantes y nuevos carnetizados con una rapidez abismal. Si además los que se van mandan remesas para ayudar a la estabilidad del reino, cuánto mejor.
Desde el punto de vista económico nadie duda que pronto habrá más escasez, que la hiperinflación continuará, que el empleo formal se reducirá a su mínima expresión, pero todo eso desde el punto de vista político del régimen, que es el único que tiene, es un éxito porque le permite consolidar el sistema de subsidios directos para esclavizar definitivamente a la población, estatizando ya de facto la economía. Nadie vivirá de su sueldo ni de su propio esfuerzo, al final todos esperarán el bono de regreso a clases, el bono hallaquero, el bono para pagar la gasolina, el Clap, y así. Esto, aunado a la persecución más criminal que no discrima ya a nadie, es el plan de Maduro. Solo una rebelión popular podrá evitarlo, antes que la necesidad le abra la puerta a la costumbre.
JOSÉ IGNACIO GUÉDEZ
Secretario General de La Causa R