José Luis Monroy: Sin previa cita, con tiempo lo digo

José Luis Monroy: Sin previa cita, con tiempo lo digo

Las decisiones del estadista se toman con fundamento en la razón y la visión indeclinable de construir un mejor futuro para las nuevas generaciones

Hola que tal mi gente, un político que decide trascender como estadista tiene forzosamente que mutilarse una parte de su cuerpo: el corazón, ninguno podría llegar a serlo sin haberse desprendido de los sentimientos y emociones a la hora de tomar decisiones. Lapidaria es la conclusión de Jacques Chirac, así la describe Denis Jeambar eYves Roucaute, en su libro Elogio de la traición.

El libro es una lección básica de política para quienes deseen entender el comportamiento de los políticos, está lleno de explicaciones y evidencias de cómo los grandes políticos han sabido gobernar por medio de la negación y la traición.

Jeambar y Roucaute interpretan los hechos ocurridos en diferentes épocas, identificando con precisión los actos de traición de los políticos. Los autores señalan que los políticos destacados saben adaptarse a los momentos y voluntades caprichosas de la sociedad, hacen uso de la negación y de la traición para gobernar: “No traicionar es perecer: es desconocer el tiempo, los espasmos de la sociedad, las mutaciones de la historia”.

Las sentencias son contundentes: “En este universo ultramoderno en el que se impone lo efímero, la política debe hacer gala de una gran elasticidad para conservar las relaciones necesarias entre los individuos, átomos inquietos del cuerpo social, e intervenir en los conflictos de intereses sin cometer excesos”.

Jeambar y Roucaute advierten que, frente al reto de gobernar una sociedad más informada y educada, la autoridad proviene de la intuición de las transformaciones en curso; develan que los estadistas tienen la sensibilidad de entender esto y la flexibilidad para adaptarse, por ello logran trascender, en cambio, quien se mantiene inflexible, muy pronto termina con desdicha su carrera.

Las decisiones del estadista se toman con fundamento en la razón y la visión indeclinable de construir un mejor futuro para las nuevas generaciones. No caben debilidades, amiguismo y tampoco frivolidades, mucho menos las anécdotas personales, no hay más interés que servir con visión de Estado en la más alta misión pública. Es el propio Jacques Chirac quien sentencia una máxima que fácilmente se olvida: “Cuando el sufragio universal le confía a uno las funciones supremas y no queda nadie por encima, uno ya no puede tener amigos. Este es uno de los costos del poder: hay que dejar el corazón en el guardarropa”.

Quienes hoy desean asumir el máximo cargo público del país deben entender cuestiones básicas del poder, no se puede llegar sólo por ocurrencia o por haber capitalizado el hartazgo social. Por el bien del país se debe tener una base de conocimiento mínimo de los alcances del encargo, de no ser así, continuaremos alimentando el desencanto, gobernando con frivolidad y, sobre todo, difiriendo las grandes decisiones.

Es tanta la ambición del poder, que un bando está proponiendo conformar un bloque opositor de unidad, cuando llevan años hablando de eso y chantajeando a todo el mundo con la palabrita UNIDAD, y nunca se han ocupado de construir un proyecto de nación. El otro bando, el populista, óseo el gobierno, está más ocupado en capitalizar el desencanto social y abanderar hipócritamente el combate a la corrupción, desconociendo el valor de las instituciones, engañando a la gente y ocultando sus propios vicios. Un tercer bando, está a la espera — y ese puede capitalizar muy pronto.

En tanto eso sucede, parte de la sociedad sigue confundida. De no darse un proceso informado y constructivo, con una participación ciudadana estructurada, con proyectos de nación y propuestas ciertas basadas en el orden y cumplimiento de la Ley, sujetas al escrutinio de la academia, de investigadores y analistas, lo más seguro es que nos receten nuevamente la historia de los últimos 50 años.

Como siempre, usted elige.

#ElLiderEresTu
@joseluismonroy

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