Enrollando hojas secas sobre una mesa de madera, Ana mueve sus dedos ágilmente para completar una canasta de mil tabacos y recibir el pago de 120 mil bolívares fuertes, o 1,2 bolívares soberanos, equivalentes a escasos 324 pesos colombianos; sin embargo, desde hace 11 meses sus manos no tocan los billetes devaluados por los que trabaja, publica el diario colombiano La Opinión.
Ana Bermúdez es una santandereana de 45 años, que desde hace 19 años encontró en San Antonio del Táchira, Venezuela, la oportunidad para trazar un horizonte de vida.
El 12 de enero de 1999 cruzó un mapa desconocido más allá de la frontera y con las manos vacías, cargadas de desconsuelo por la violencia, pero pesadas por el amor de sus hijos, atravesó las puertas de Cúcuta y encontró en los brazos de Venezuela la esperanza para su nuevo hogar. Hoy, sin embargo, solo carga desesperanza por la escasez de bolívares.
Desde octubre del año pasado, baja como costumbre los 100 escalones que adornan el cerro donde resguarda su hogar, hasta llegar a la carretera y tocar la puerta en la casa de su jefe.
Aunque extiende sus manos ásperas por la resequedad de las hojas del tabaco, solo recibe una tarjeta bancaria que hace la misma carga de la devaluación en la moneda venezolana.
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