Maduro ha llegado a un punto muy peligroso de su mandato tiránico porque su mal llamado “programa para estabilizar la economía” lo desdibuja totalmente en su discurso, ya no es posible que hable en nombre de Chávez, o en contra del neoliberalismo, aunque, tanto él como sus turiferarios siguen hablando de la “guerra económica”. El problema es que su discurso ideológico castro-comunista se evaporo. Ya reconoce que hay un déficit fiscal brutal, que no hay producción, que hay hiperinflación, que hay trabas que burocráticas que le hacen un inmenso daño a la economía, que hay que aumentar el precio de la gasolina, cosas que Nicolás las empaqueto como guerra económica. Ahora, resulta que el régimen se hace la guerra económica.
Ahora bien, Ustedes bien podrían decirme, que no importa que Maduro se desmienta, porque es bueno que reconozca hoy lo que ayer no reconocía y, de esta manera tome medidas para resolver la inmensa crisis que azota al país. El problema es que como estamos viendo, Nicolás no puede, está incapacitado para conectar dos ideas medianamente coherentes. Por ejemplo, existe un problema hay que buscar una solución. ¡Cómo! En la misma maniobra en que reconoce que hay problemas de hiperinflación, oferta, déficit fiscal, lo niega como resultado de vuelta de lo que es producto de la “guerra económica”, el “imperialismo”, “la derecha apátrida”. Todo menos reconocer que es la política del socialismo en el siglo xxi la responsable del desastre. Y es esto lo que le lleva a producir un esperpéntico programa armado como bricolaje de ideas económicas y fantasías ideológicas. Entre estas últimas el petro, los lingoticos de oro, etc. Y entre las primeras, que se puede lograr el déficit fiscal cero o el anclaje cambiario sin Reservas Internacionales y sin poder ir al mercado financiero internacional.
Pero el aspecto más alucinante de la dimorfía ideológica es querer ir a un igualitarismo castro-comunista con el tipo de medidas que estas asumiendo para pretender resolver el descalabro que logro el castro-chavismo en 20 años. Es decir, pretender igualar a toda la sociedad con un solo ingreso, que todo el mundo gane lo mismo. Acabar con las diferencias naturales y artificiales que generan disposiciones, aptitudes y actitudes distintas en cuanto al trabajo, al emprendimiento, a la capacidad para asumir roles diversos, etc., etc. Creo que el propio Nicolás se ha metido en un cul-de-sac.
Nicolás pretende acabar con la contratación colectiva, con los acuerdos laborales que se venían produciendo y acordando tanto en el sector público como en el sector privado. Con la pretensión de dar un salto de legua sobre aumentado el ingreso mínimo, reventó todos los convenimientos que formal e informalmente venían regulando las relaciones de trabajo. Con la clara determinación de igualar a todo el mundo por el mismo rasero, es decir, su versión igualitarista del comunismo cubano.
Ahora, Nicolás se equivocó –cosa nada rara, es lo que lo caracteriza-, espero el peor momento para hacer algo, lo hizo muy mal y además calculo peor el clima social del país. El país está harto del gobierno a ritmo de bongó autoritario y caprichoso. No es posible que en medio del huracán hiperinflacionario que se acaba de revitalizar con un paquete de medidas que nadie cree en sus resultados porque no genera ninguna confianza, pueda encajar sin chistar el igualitarismo salarial, que en pocos días no alcanzará ni para comprar los 25 productos regulados. Ni soportará la renovada escasez de productos que el bojote madurista acaba de elevar a la estratosfera.
Por lo que no hay que ser Casandra para esperar que el clima de agitación y protesta social se recrudecerá frente a la posibilidad de que el hambre sea la característica ambiental en los hogares de los venezolanos. Ahora bien, esto hay que convertirlo en un frente social y político para salir del régimen y volver a la República y a las Instituciones democráticas.
Pedro Vicente Castro Guillen
@pedrovcastrog