“Moreno versus Correa: tres a cero” por Yoani Sánchez

“Moreno versus Correa: tres a cero” por Yoani Sánchez

El expresidente Rafael Correa (i) junto al presidente de la Asamblea Nacional, Jose Serrano (d) y el nuevo presidente del Ecuador, Lenin Moreno (c), el miércoles 24 de mayo de 2017, en la Asamblea Nacional, en Quito (Ecuador), durante el acto de toma de posesión como presidente constitucional de la República de Ecuador. EFE/Jose Jacome

 

Parecía el sucesor perfecto: dócil, bien entrenado y ceñido al guion. Sin embargo, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno se ha convertido en la peor pesadilla de su antecesor, Rafael Correa.

Al principio solo era una leve fractura la que surgió entre ambos, marcada más bien por puntos de vista que se diferenciaban o por improntas disímiles a la hora de llevar las riendas del país; pero con el paso de los meses el actual mandatario ecuatoriano se ha erigido en el principal verdugo y enterrador del correísmo.





Este septiembre, Moreno ha lanzado una nueva paletada de tierra sobre el antiguo líder del partido Alianza País. Ecuador perdió la batalla legal contra la multinacional estadounidense Chevron, después de un largo enfrentamiento en un histórico caso de contaminación ambiental en la Amazonía. Antes de escucharse el fallo del Tribunal Permanente de Arbitraje con sede en La Haya, el ejecutivo de la nación andina se apresuró a apuntar las responsabilidades hacia Correa.

La Secretaría de Comunicación acusó al exmandatario, que gobernó el país entre 2007 y 2017, de usar el encontronazo con Chevron “para ganar protagonismo político y mediático”, además de emplear “fondos públicos para propaganda, manipulando la opinión pública nacional e internacional”. El nivel de las acusaciones que la administración de Moreno ha vertido contra su predecesor marcan la ruptura final entre los otrora camaradas de partido y son el punto más álgido de una serie de enfrentamientos.

Recientemente, Moreno definió a Correa como un “matón” que estaba “obsesionado” con la reelección y éste le respondió acusándolo de “traidor”. La salida de Ecuador de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) también constituyó un duro revés para uno de los rostros más visibles de ese fracasado modelo que se hizo llamar Socialismo del Siglo XXI. A esos contundentes golpes se le suman una infinidad de escaramuzas públicas en las que el actual dignatario ha salido siempre ganando desde el punto de vista político y diplomático.

Mientras que Moreno ha proyectado una imagen de hombre ecuánime y capaz de dialogar, la arrogancia de Correa le ha impedido controlarse y ante cada crítica que ha recibido desde que salió del poder ha respondido con muy poca altura de estadista y con una evidente irritación al no sentirse adorado por Moreno.

Esa reacción se debe, especialmente, a que en los planes del economista el nombramiento de un sustituto era solo una jugada legal. El nuevo presidente debía guardarle por un tiempo la banda presidencial, apenas los años suficientes que le permitieran regresar al Palacio de Carondelet.

En lugar de eso, quien había sido entrenado para ser un títere se cortó los hilos y decidió gobernar por su cuenta. Más allá de las luces y las sombras de su gestión, Moreno está enviando un mensaje poderoso a otros regímenes, como el de Cuba, que ven en las sucesiones amarradas una forma de perpetuarse. El ecuatoriano rompe las ilusiones de esos autoritarios de todos los colores políticos que confían en poder manejar tras bambalinas a una marioneta sentada en la silla presidencial.