El presidente hace campaña por los candidatos republicanos pintando a los demócratas como “fanáticos” y “socialistas”, publica El País.
Por PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL
Las divisiones internas entre los demócratas se están convirtiendo en un nuevo argumento político para Donald Trump, en una campaña electoral de alta tensión en la que se juega el futuro de su presidencia dentro de 40 días. El presidente de Estados Unidos se está desplazando a los terrenos más disputados para tratar de estimular a los votantes republicanos. Su nuevo argumento de campaña, desplegado el jueves en Las Vegas, Nevada, es la corriente izquierdista en el Partido Demócrata. Trump llamó a los demócratas “socialistas radicales” y “fanáticos” y dijo que “su política es loca y peligrosa”. “No dejaré que Estados Unidos se convierta en la próxima Venezuela”, llegó a decir.
Trump acudió a Las Vegas en apoyo de los candidatos republicanos en las próximas legislativas, y en especial del senador Dean Heller, uno de los más débiles, si no el más, de los republicanos que se enfrentan a la reelección el próximo 6 de noviembre. Heller es el único senador republicano que se la juega en un Estado ganado por Hillary Clinton en 2016. El Partido Republicano tiene una mayoría mínima en el Senado, que cambiaría de manos si los demócratas ganan dos escaños y defienden todos los suyos. El escaño de Heller es el eslabón más débil en la batalla por el control del Senado.
“Hay que votar en las legislativas. No seáis complacientes”, dijo Trump a una audiencia de incondicionales en el Centro d Convenciones de Las Vegas. El principal riesgo para los republicanos es la aparente híper movilización demócrata que auguran las encuestas y que está haciendo que los centros de estudios den como empatados o dudosos escaños que no deberían estar en cuestión. Los demócratas necesitan cambiar de signo 23 escaños para tomar el Control de la Cámara de Representantes y estrangular la presidencia de Trump. “Si tenemos más republicanos (en el Congreso) conseguiremos todo lo que queramos”, dijo Trump.
En un discurso en el que volvió a presumir de victoria hace dos años, volvió a atacar a Hillary Clinton y volvió a pedir que se construya el muro, Trump dijo que los demócratas quieren “socialismo radical” y “fronteras abiertas”. “Los demócratas son rehenes de los fanáticos”, dijo, refiriéndose a la ola de candidatos que están emergiendo de las primarias con un mensaje más decididamente de izquierdas y que reclaman más agresividad al liderazgo del partido en Washington. Trump se refirió a la oponente de Heller, Jacky Rosen, como Wacky Jacky (Jacky la loca).
En un estado, Nevada, y una ciudad, Las Vegas, donde la inmigración es la verdadera base de la economía, Trump desplegó su discurso nativista sin complejos. Dijo que los demócratas “quieren dar servicios sociales y sanidad a los extranjeros ilegales, pagado por los americanos”. “Los demócratas van a quebrar la red de seguridad social de los americanos por la inmigración sin control”, añadió. Trump pintó un panorama en el que los republicanos defienden servicios sociales para los americanos y los demócratas, para los inmigrantes irregulares.
Cada palabra de Trump esta semana se mira con lupa no en clave electoral, sino por la situación que se ha creado en el Senado después de que su nominado para el Tribunal Supremo, el juez Brett Kavanaugh, haya sido acusado de una agresión sexual cuando era adolescente. Los republicanos quieren confirmar a Kavanaugh antes de que el Senado interrumpa su sesión para las elecciones. Después, puede que no tengan los votos. La elección de Kavanaugh es fundamental para asegurar la mayoría de derechas en el Supremo, quizá durante décadas.
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