En diversos centros se diseñan políticas para ejecutar en el período de transición que va del régimen de Maduro hasta la instalación de un nuevo Presidente, producto de elecciones libres, justas y limpias. Es un período que nadie puede predecir, pero que se podría estimar –a ojo de buen cubero- entre uno y dos años. Muchos se preguntan cómo serán las medidas, cuáles sus ritmos e impactos. Sostengo que depende de dos variables que son difíciles de predecir: la primera se refiere al grado de paz o de violencia que tenga la transición; la segunda se refiere al grado de legitimidad que tenga la transición, lo cual refiere al reconocimiento nacional e internacional del gobierno que suceda al régimen de Maduro. Hoy me refiero a la primera variable.
Nadie duda que una transición pacífica y totalmente legítima es ideal. Ésta se habría podido lograr en la medida en que los dueños del poder rojo se convencieran de que su proyecto no sólo fracasó sino que no tiene ninguna -léase bien, ninguna- posibilidad de sobrevivir mucho más tiempo. En este caso, una negociación para la salida, con ciertas garantías a los jerarcas que se avinieran a dejar el poder y sus oropeles, garantizaría paz y, por supuesto, legitimidad en el cambio político.
Sin embargo, se sabe que la situación no es tal. Aunque ya hay varios importantes personajes del régimen que han pedido pista para aterrizar en otros países, el núcleo que no tiene regreso se mantiene preparado para impedir su relevo por medio de la violencia policial, militar y paramilitar que ejerce sin medida ni contención alguna. La transición involucrará la presión internacional, la protesta popular y la actuación de los militares que busquen devolver la vigencia de la ley; en este caso, la violencia dependerá del grado de resistencia que oponga el régimen saliente.
La capacidad de Maduro de resistirse mediante la violencia al cambio depende del grado de control militar que ostente. Por los signos recientes y las conspiraciones detectadas, así como las acciones que no por aisladas dejan de ser indicativas, pareciera que la ruptura entre los generales y almirantes de un lado, y los oficiales de más bajo rango, por el otro, deja a Maduro sin el apoyo de la masa de oficiales y soldados de la FAN. Pero no está inerme: cuenta con los grupos más represivos de la policía política y la inteligencia militar, los colectivos, además de las unidades antimotines de la Guardia Nacional y la Policía Nacional. ¿Cuántos serán estos agentes? ¿Cinco mil? No lo sé. Pero matan.
La transición se aproxima inexorable.