Una figura, de dimensión nacional y respetado peso académico, el padre Luis Ugalde, lanzó la primera piedra contra la inclinación inercial a la abstención, movido por la posibilidad de que sea sometido a referendo el texto constitucional cocinado en fuego autoritario.
No hay en el padre Ugalde el residuo de un dilema, sino una clara convicción: hay que salir a votar masivamente para que el régimen no unte con barniz constitucional su enroque hacia una sociedad totalitaria. Esa votación volvería añicos el exitoso proceso de legitimidad de mampostería que ha logrado armar Maduro, ayudado por errores y un modo de hacer política que encierra a la oposición en una burbuja fuera del país real y amputa en los partidos su misión de ser útiles para superar desesperanzas y confusiones.
Dirigentes de fuerzas políticas importantes, como Henry Ramos o Henrique Capriles, seguro que mediante reflexión similar a la de Ugalde, llegan a la misma conclusión que ofrece el sentido común: regresar al voto, terreno donde la oposición tiene las mayores ventajas y el régimen sus mayores debilidades.
Se trata de impedir que el autoritarismo se legitime con el minoritario respaldo de la población que lo apoya y el abultamiento de trampillas electorales, que sólo pueden ser frustradas con masiva participación y testigos que hagan valer la voluntad de los electores. Votar no es jugar en el terreno del régimen, aunque el árbitro esté parcializado y las condiciones favorezcan al equipo oficial, sino hacerse presente en uno de los pocos campos donde la mayoría puede expresar lo que quiere y donde el deseo de cambio puede propinarle una derrota fulminante al régimen. Lo electoral es el último vestigio de poder que le queda al ciudadano y no puede cederlo voluntariamente a quienes pretenden borrar las elecciones del mapa, como en Cuba.
Participar en el referendo sobre la Constitución no debe limitarse a votar NO. Es la oportunidad para alentar un movimiento que frente al aumento del control totalitario del Estado, del mercado, de la sociedad y de la vida de cada uno, muestre que existe una salida de libertad y articular fuerzas diversas para afirmar derechos irrenunciables de los venezolanos.
Participar es decidirse a no abandonar ninguno de los diversos tableros donde se pueda dar la lucha, así sea en condiciones precarias. Participar debe tener el sentido de fortalecer partidos políticos y organizaciones sociales, involucrarse en las protestas reivindicativas, sostener propuestas para proteger a los más débiles de la hiperinflación roja y a los demócratas, en cualquiera de sus acepciones, de una represión del poder para perpetuarse ilegalmente a sí mismo.
Participar es una vereda que debe confluir en una ancha y común ruta de enfrentamiento a las poderosas macollas extremistas y extrapolíticas que hoy bloquean un entendimiento nacional para encontrar una vía negociada, progresiva, inclusiva que nos devuelva a todos democracia, mercado, justicia social, bienestar y reglas para que proyectos políticos rivales puedan coexistir sin imponer que el triunfo de un contendor supone el exterminio del otro.
Hacia adelante, nuevas opciones pueden abrirse con la fuerza del voto, la palanca más efectiva con la que contamos para presionar internamente un cambio.
@garciasim