Hace mucho tiempo de chamo y mochilero, durante una visita al antiguo campo de concentración de Auschwitz en Polonia. Me hice una gran pregunta. ¿Dónde estaba Dios mientras ocurrió esto? Eso me hizo pensar que Dios no se preocupaba por sus hijos. Entré en una crisis filosófica y religiosa, sobre el tema de la fe y la religión para aquel entonces.
Sentí el sufrimiento de muchas personas, en esas paredes frías de las mazmorras e incineradores de la Segunda Guerra Mundial. Ver lámparas hechas de la piel y cabello de seres humanos. Jabones de la grasa corporal. Botones de la medula osea y huesos. Ceniceros de piel humana. Me hicieron buscar las interrogantes, a través del conocido método de la negación de “Rene Descartes”.
Si Dios no es el culpable. ¿Qué o quién tiene la culpa? ¿Por qué hay tanta gente muriendo de hambre o viviendo en la miseria? ¿Por qué hay tantas guerras, enfermedades y catástrofes naturales?
Para dar respuesta a estas inquietudes fue necesario determinar y puntualizar mucha incertidumbre, aunado al shock antropológico del momento. Por lo que, era urgente hacer una análisis filosófico, teológico y biológico del planteamiento hecho en la época. ¿Por qué pensaba así?
Desde pequeño he creído en Dios porque sé que es nuestro Creador, pero no me sentía unido a él. Aunque sentía que podía verme, pensaba que no nos prestaba mucha atención. No creía que me odiara, pero tampoco que yo le importara.
Esa duda también la tuvo Job, un hombre justo que confiaba en el poder y la sabiduría del Creador. Después de sufrir un golpe tras otro y perder toda esperanza, le preguntó a Dios ¿Por qué ocultas tu mismo rostro y me consideras como enemigo tuyo?
¿Qué dice la Biblia? ¿Es Dios el culpable del sufrimiento? ¿Se interesa por nosotros? ¿Hay manera de saber si nos comprende? ¿Nos ayuda cuando tenemos problemas?
Repasando las ciencias biológicas, detalla que cuando un niño nace las primeras horas son determinantes para establecer el vínculo entre la madre y el bebé, esos momentos influirán en su crecimiento y desarrollo.
La profesora Jeannette Crenshaw, en la revista especializada “The Journal of Perinatal Education”. Explica que tras el parto el elevado nivel de una hormona llamada oxitocina “estimula el instinto maternal cuando la madre mira, acaricia y amamanta a su bebé”. Es en esos momentos, el cuerpo de la madre segrega también otra hormona que la “ayuda a interactuar con su hijo” y a estrechar el vínculo que los une. Ahora ustedes se preguntan ¿Por qué es tan importante este detalle?
Pues teoricemos, el estrecho vínculo que une a una madre con su hijo fue diseñado por nuestro cariñoso “Creador”. Entonces si Dios creó un sistema tan complejo para que la madre esté pendiente del bebé y lo cuide con cariño, me parece lógico que Dios también se interese por cada uno de nosotros, que somos sus hijos.
Jesucristo, que conoce al Creador mejor que nosotros, dijo “¿No se venden dos gorriones por una moneda de poco valor? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin el conocimiento de su Padre. Mas los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. Por lo tanto, no tengan temor: ustedes valen más que muchos gorriones”.
Cuando sufrimos, no es porque Dios nos esté castigando por algún pecado que hayamos cometido. Jesús lo dejó muy claro cuando él y sus discípulos se encontraron con un hombre que había nacido ciego. Ellos le preguntaron maestro: ¿quién pecó: este hombre, o sus padres, para que naciera ciego? Y Jesús les contestó: “Ni este hombre pecó, ni sus padres”.
Al devolverle la vista, Jesús no solo curó al ciego sino que demostró que aquella idea era falsa. Saber que Dios no es el causante de nuestro sufrimiento es un gran consuelo para quienes tienen enfermedades graves.
El causante de todo el sufrimiento es: el egoísmo, la codicia y el odio, que ha dominado al venezolano para perjuicio suyo. A menudo las personas son víctimas de la crueldad y el egoísmo de otros nacionales y extranjeros.
Malvados gobernantes, seres espirituales dominados por el inicuo quienes se convirtieron en demonios, para satisfacer sus deseos egoístas. Rebelándose contra Dios han ejercido una poderosa y cruel influencia en el país, en complicidad con la misma sociedad criminógena, la cual también ha sido inoculada por la maldad. Pero en estos días su influencia es más evidente que nunca.
Solo seres malvados y sin corazón hacen sufrir a personas inocentes. Dice la Biblia “Dios es amor”. Por eso es impensable que el Dios verdadero actúe con maldad o sea injusto.
Ahora bien, es justo preguntarse ¿Cuándo acabará Dios con la malévola influencia de este gobierno impío e inicuo? Como hemos analizado, Dios detesta la maldad, y se le rompe el corazón al ver como “el venezolano es el lobo del venezolano”. Comiéndonos los unos a los otros sin contemplación. La palabra de Dios nos anima contarle nuestras inquietudes a través de la oración y el contacto diario con Él.
Cuando sufrimos o alguien cercano a nosotros sufre, es fácil llegar a la conclusión que Dios tarda en actuar, que ya debería haber hecho algo. Pues os digo que Jehová no es lento respecto su promesa, como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con nosotros porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancemos el arrepentimiento.
En cierta ocasión, mientras Jesús y sus apóstoles navegaban en el mar de Galilea, se desató una violenta tempestad que amenazaba con hundir su embarcación. Jesús demostró entonces que, tanto él como su Padre, pueden controlar las fuerzas de la naturaleza. Simplemente dijo: ¡Silencio! ¡Calla! Y el viento se apaciguó y sobrevino una gran calma.
Por otro lado, muchas personas sabían en su época que Jesús podía curar a los ciegos y a los cojos, así como a los epilépticos, leprosos y demás enfermos. Curó a todos los que se sentían mal.
Durante su ministerio, usó en dos ocasiones el poder que le dio su Padre para multiplicar el poco alimento que tenía y dar de comer a miles de personas. Mientras estuvo en la tierra, resucitó a tres personas, una de las cuales llevaba muerta cuatro días. Eso demuestra claramente que Dios puede resucitar a los muertos.
¡No tengas miedo!, ¡Yo estoy contigo! ¡No mires por todos lados, porque Yo soy tu Dios! ¡Yo ciertamente te fortificaré! ¡Yo cierta y verdaderamente te ayudaré! ¡Yo te daré paz interior y la fuerza necesaria para hacer frente a los problemas! Si afirmas esto, entonces ¿de quién es la culpa? ¿Por qué sufres? ¡Porque eres tú quien permites el sufrimiento! ¡Tú elegiste tus gobernantes! ¡Tú eres quien ha sobornado el sistema! ¡Tú eres el que se alejó de mí! ¡Tú eres quien roba y permites robar! ¡Tú eres quien perdió la fe en mí! ¡Tú dejaste la esperanza! ¡Tú no ofreciste caridad! ¡Tú abandonaste la oración y me has dado la espalda! ¡Tú cerraste los ojos y los oídos, para no verme y escucharme!
Por lo tanto, eres ¡Tú! el del problema, ¡Yo! Estoy siempre para ti, para amarte, quererte y cuidarte.
Después de haber teorizado y pulirme en oración mi querido lector, descubrí que la respuesta a la interrogantes planteadas está en la paz interior. Esa paz de Dios que supera todo pensamiento. Que me permite descubrir ¿Por qué estamos sufriendo en Venezuela?
Gervis Medina
Escritor