Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo
y contribuir a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la igualdad.
Hugo Chávez
El fallecido Presidente Hugo Chávez formuló las bases de su pensamiento acerca del llamado socialismo del siglo XXI, sustentándolas, inicialmente, en el árbol de las tres raíces, a saber: la raíz bolivariana, el planteamiento del libertador de igualdad y libertad, y su visión geopolítica de la integración política de América Latina; la raíz zamorana por Ezequiel Zamora, el general del pueblo soberano y de la unidad cívico-militar; y la tercera, la raíz robinsoniana, en homenaje a Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar: Robinson, el precursor de la educación popular, el maestro de maestros.
Además, según Chávez, el Socialismo del siglo XXI debería nutrirse también de las corrientes más auténticas del cristianismo y de las realizaciones de nuestros aborígenes; en este sentido, citaba experiencias como las comunas en Paraguay y Brasil, el socialismo utópico que representó Simón Rodríguez, el ya señalado planteamiento de Bolívar de libertad e igualdad, y los proyectos de Artigas sobre la abolición de los privilegios y la instauración de un nuevo concepto de justicia.
Entre los elementos fundamentales del socialismo del siglo XXI – en criterio de Chávez – destacan los siguientes:
-El moral, es decir, la recuperación del sentido ético de la vida; la lucha sin cuartel contra los demonios propios del capitalismo: individualismo, egoísmo, odio, y, en especial, los privilegios de las clases dominantes.
-El político, asentado en la democracia participativa y protagónica; el poder popular del siglo XXI debe centrarse en el pueblo y el partido debe supeditarse al pueblo.
-El social: concebido como la igualdad conjugada con la libertad, así el socialismo debe promover e instituir una sociedad de incluidos, de iguales, sin privilegiados.
-El económico, basado en los conceptos del cooperativismo y del asociativismo en una nueva visión de la organización del capital orientado
a crear empresas de producción social.
Ahora bien, en dos décadas de Revolución Bolivariana y de su pretensión de instaurar el Socialismo del siglo XXI, los resultados son francamente alarmantes. En todos los dominios de la República se evidencia un deterioro significativo y abrumador, absolutamente perverso, que ha hecho retroceder al país al siglo XIX. Veamos:
En lo económico: La caída abismal del PIB unida a una inflación progresiva y galopante, gravitan sobre la estructura económica del país. A todo esto, se suma la destrucción deliberada de la capacidad productiva nacional – tanto pública como privada – reforzada por una economía de puerto que – fruto de la bonanza petrolera -, impulsó la importación indiscriminada de bienes y servicios que antes se producían o se prestaban en el país. Además, la festiva e incontrolada contratación de una excesiva deuda externa – mejor conocida como eterna en los corrillos populares -, gravita sobre la utilización de las mermadas divisas de que dispone el país para atender los requerimientos distintos al pago del capital y de los intereses de lo adeudado.
Los controles de cambio y de precios instaurados como expresión de una política económica fallida y reiterada, han literalmente demolido el signo monetario nacional y la capacidad de abastecer de los bienes esenciales a una población crecientemente pauperizada.
La quiebra de las empresas públicas tradicionales, es especial la de PDVSA que registra números rojos, y una frenética e impulsiva política de confiscaciones / expropiaciones de empresas productivas nacionales y extranjeras que pasaron a engrosar el acervo empresarial del Estado, a fin de sufrir la misma suerte que las llamadas empresas básicas.
No se ha podido ni querido diversificar la economía nacional: el nefasto Rentismo petrolero se ha acentuado, y una industria petrolera nacional venida a menos en un contexto de precios más bajos de los hidrocarburos, son causa suficiente para entender mejor la crisis impulsada por los dirigentes socialistas bolivarianos que cifran el futuro de la Nación en manos de empresas rusas, chinas, iraníes y cubanas, y apuestan ilusamente por un mejor precio para el petróleo venezolano, cuya producción viene declinando por efecto de la improvisación, el nepotismo y el clientelismo político.
En lo institucional: Los logros que durante el siglo XX se obtuvieron en el país con el fin de consolidar una moderna institucionalidad democrática han sido anulados por los dirigentes de la Revolución Bolivariana. La concentración de poderes en manos del Presidente de la República con la consecuente dependencia de los otros poderes públicos, han hecho nugatoria la necesaria separación y contrapeso de los poderes del Estado.
La supeditación del poder judicial, del electoral y del denominado moral, y ahora del legislativo en manos de la Asamblea Nacional Constituyente al Poder Ejecutivo, configuran una dictadura de facto, revestida de un barniz democrático.
Una dispendiosa y clientelar duplicación de las atribuciones de los organismos públicos representada en las misiones ad hoc creadas por decreto y las más de las veces ineficientes, testimonian la voluntad socialista de crear y fomentar una institucionalidad paralela.
El insulto y el descrédito del adversario por parte de los gobernantes socialistas ha contribuido a profundizar la polarización de la vida ciudadana, y a crear innecesarias divisiones en la vida institucional y familiar de los súbditos bolivarianos.
En lo moral: Ciertamente el postulado de la ética y de la transparencia de las acciones de los organismos y funcionarios públicos no caracteriza al socialismo del siglo XXI. Corrupción generalizada, sobrefacturaciones, comisiones a granel, proliferación de empresas de maletín y off shore evidencian la voluntad de convertir al fisco nacional en un botín revolucionario.
Las crecientes acusaciones de cuentas en los paraísos fiscales y de lavado de dinero por parte de los funcionarios, familiares y testaferros de los dirigentes de la revolución están a la orden del día. Igualmente, los señalamientos de que Venezuela es un Estado forajido y narcotraficante ya forman parte de la identidad del socialismo del siglo XXI.
En lo social: El postulado revolucionario de que el socialismo del siglo XXI llevaría mayor felicidad, libertad e igualdad a la comunidad nacional es totalmente falaz. La pobreza, el hambre, la ausencia de asistencia sanitaria y medicinas, la reaparición de enfermedades endémicas, la degradación del sistema educativo en todos sus niveles, una delincuencia desenfrenada, niños y personas mayores en situación de calle, el creciente número de venezolanos migrantes, son claro ejemplo de la peculiar dignificación del venezolano de a pie, del pueblo llano por parte de un socialismo hablachento y depredador que ha hecho de la dádiva un elemento de supeditación y lealtad al régimen revolucionario.
En lo internacional: Venezuela se ha convertido en una isla en el concierto de las naciones democráticas y de las organizaciones internacionales: el apoyo a organizaciones terroristas, el financiamiento de partidos y movimientos políticos de izquierda, el creciente número de presos políticos y el franco irrespeto a los derechos fundamentales, justifican sobradamente las razones que la comunidad internacional esgrime para justificar el repudio a un socialismo, a una revolución, que hizo suyos los vetustos y superados argumentos de socialismos y comunismos decadentes que en pleno siglo XXI brillan por su fracaso.