El anuncio de la llegada de cerca de 300 migrantes venezolanos que estaban ubicados en la zona aledaña de la terminal de transporte en el Salitre y que, según la Administración, a partir de este viernes pasarán de forma temporal a las carpas amarillas instaladas en un predio público sobre la carrera 69 con calle 47, barrio Luis María Fernández, llamó la atención de vecinos que se mostraron preocupados e inquietos ante la decisión.
Así lo publicó el diario El Tiempo luego que líderes y vecinos señalaron que no se trata de rechazo o xenofobia, sino de reclamar por la falta de información y, a su juicio, la improvisación de la medida. En este sentido, reclamaron mayores controles, seguridad, salubridad, y que se les garantice que no va a ser un sitio permanente para la llegada de más familias a ese sitio.
Los migrantes llegaron hace poco más de cuatro meses a un espacio público conocido como El Bosque, a un costado de la terminal de transporte, sobre la carrera 68 D con calle 23. Poco a poco se fueron sumando más y más familias, hasta llegar a más de 180.
Ante esta situación y luego de varios incidentes, la zona fue acordonada y protegida con vallas metálicas. Esto llevó a que en las afueras se apostaran por lo menos otras 200 personas en cambuches de plástico tensado, casi que a la intemperie.
El operativo de traslado se programó para horas de la madrugada de este viernes. La información de la Secretaría Social advierte que antes de llevarlos se firmaron compromisos y se les entregó un manual de convivencia para minimizar el impacto en el nuevo sitio donde van a vivir temporalmente.
Se trata de un punto con un barrio popular por el costado norte, un hogar de abuelos y de exhabitantes de la calle por el sur, el conjunto residencial Entre Verde por el oriente y un lote de un colegio por el costado occidental. Además, la zona está bordeada, a menos de una cuadra, por oficinas públicas y privadas.
La secretaria Social, Cristina Vélez, dijo que tres meses es un tiempo perentorio porque en esos terrenos se va a construir una nueva infraestructura social para los más vulnerables de la ciudad.
Frente al manejo de la situación en el nuevo sitio, la funcionaria precisó que se están cumpliendo todos los protocolos diseñados para este caso, basados en el manejo que se le dio a la migración de Siria a París, además de contarse con el apoyo y trabajo mancomunado de la Agencia para los Refugiados de la Organización de Naciones Unidas (Acnur), de la Oficina Internacional para las Migraciones (OIM), Migración Colombia y el acompañamiento de entidades distritales como la Personería, la Policía y la alcaldía local.
En el nuevo campamento hay al menos 10 baterías de baños, cada carpa tiene entre 4 y 8 catres, y otras más grandes están acondicionadas para atender a personas que van a estar en camas francas, es decir más de 10 personas.
El sitio fue iluminado, habrá normas de convivencia, mayor control y se van a realizar allí jornadas de vacunación, atención en salud, se les van a entregar medicamentos, preservativos, y la alimentación será con no perecederos.
También habrá un puesto de mando unificado (PMU) con todas las autoridades distritales para minimizar el impacto en la zona y tener el control de los nuevos vecinos.
A los niños se les va a garantizar alimentación balanceada, igual a la que se entrega en los centros Amar, en cumplimiento de los parámetros nutricionales, garantizándoles sus derechos y también, cupos para jardín infantil y colegio. También se pudo conocer que para la entrada y salida del sitio se van a manejar fichas de ingreso.
Todas las ayudas se van a canalizar por medio de la Cruz Roja Colombiana, y el llamado a los ciudadanos es que entreguen los apoyos en las oficinas de esta entidad de ayuda humanitaria.
En el viejo campamento se presentaron varios problemas de convivencia, incluso hubo heridos porque se peleaban por la comida, la ropa y la dormida. La situación era de tal magnitud que incluso, el que manejaba todo allí era un hombre colombiano al que le decían ‘el paisa’.