Hasta la madrugada de ayer terminaron de habilitarse las carpas en el nuevo espacio. Una riña, la falta de cobijas, una amenaza de aborto y fogatas (a pesar de estar prohibidas) fueron los hechos que marcaron la jornada. El Distrito dice que hará los ajustes correspondientes para mejorar las condiciones, publica El Espectador.
Por Mónica Rivera Rueda / mrivera@elespectador.com – @Yomonriver
La primera noche de los venezolanos, que fueron trasladados de un lote ubicado en inmediaciones de la terminal Salitre a un albergue del Distrito en el barrio Luis María Fernández (Engativá) de Bogotá fue escenario de experiencias que servirán para realizar los ajustes y mejorar la atención a esta población migrante. Una riña, una amenaza de aborto, la falta de cobijas y instalación de fogatas que no estaban permitidas fueron algunas de ellas. Esto, sin contar que, a pesar de que el trasladado se realizó el martes, ayer seguían llegando venezolanos pidiendo un cupo o una ayuda. Pero, la orden era clara: el nuevo espacio solo fue autorizado, por tres meses, para quienes se encontraban en los lotes cerca de la terminal de transportes.
Esto desencadenó el primer hecho. A las 6:00 de la tarde del martes, mientras adentro se determinaba la instalación de nuevas carpas y su reorganización, al sitio llegaron cuatro personas, entre ellas Dariani Coromoto, de 20 años, quien tenía seis meses de embarazo. Aunque, en principio, de manera extraordinaria y por su condición, se autorizó un cupo para ella, la joven lo rechazó. Se negaba a ingresar sin sus acompañantes. De un momento a otro, Coromoto se empezó a poner mal y sufrió una amenaza de aborto. De urgencia la tuvieron que ingresar al albergue, en el que recibió la atención primaria y luego fue trasladada al Hospital de Fontibón, donde tuvo el bebé.
En medio de la confusión, el hambre y el inconformismo de los venezolanos, ante las prohibiciones para cocinar y lavar la ropa dentro del albergue, empezaron a surgir más retos. Como el traslado había comenzado en la madrugada de ese martes y la mayoría no había desayunado ni almorzado, los migrantes decidieron violar el manual de convivencia y encendieron fogatas en medio de la noche para cocinar. El Distrito, al final, no tuvo otra opción que ceder y permitirlo.
En medio de todo, no faltaron los problemas de convivencia. Dos hombres, que al parecer tenían diferencias desde mucho antes, comenzaron una fuerte discusión que terminó a los golpes y debió ser disipada por las autoridades en el lugar. Así mismo se han presentado imprevistos que pudieron haber sido controlados por el Distrito. La primera noche se asignaron los catres y las carpas entre los 460 venezolanos que llegaron al albergue, pero no se entregaron ni almohadas ni cobijas, por lo que muchos pasaron la noche si mucho abrigo.
Por otro lado, las quejas de los venezolanos se dieron por la falta de agua y de luz, una de las promesas que les hicieron antes de salir del lote en el Salitre. Aunque se instalaron 40 baños (20 para mujeres y 20 para hombres), los migrantes aseguran que ya se encuentran en mal estado, aunque aceptan que depende de ellos su cuidado. Además, por la falta de duchas, en la mañana de ayer varios prefirieron bañarse al frente de todos con agua recogida en baldes.
Frente a esto, la Secretaría de Integración Social informó que el Acueducto ya inició los trabajos para instalar las duchas, tarea que comenzó con la instalación de las tuberías. Además, para evitar nuevos problemas, anunciaron que esta semana se estarán realizando los cambios necesarios en el reasentamiento. “Esperamos que el viernes podamos hacer un acuerdo de corresponsabilidad y de manejo del espacio, para comenzar a revisar quienes tienen previsto quedarse; quienes, seguir su camino hacia otros lugares, o retornar a su país”, aseguró Daniel Mora, del equipo de emergencias de la Secretaría de Integración Social.
Así como avanza todo adentro, afuera los vecinos siguen inconformes con la llegada de los migrantes. En la noche del martes se presentó un robo en una panadería que asociaron con los recién llegados a la zona. Además, en la mañana de ayer entregaron volantes y pusieron frente al albergue una gran pancarta en la que exigían al Distrito y a la Secretaría de Integración reubicar a los venezolanos en una nueva zona.
Por ahora, a la espera de nuevos ajustes, avanza el acoplamiento de los migrantes a su hogar temporal. La primera noche reinó el desconcierto ante la llegada de un vehículo al que se le impidió repartir comida entre los refugiados. Integración asegura que esta debe ser mediada por la Cruz Roja y, en dado caso, de hacerse en la calle, se recomienda la entrega de alimentos no perecederos.
Por ahora solo se entregan dos refrigerios en el día, y onces extra para menores de edad y mujeres en embarazo. Hoy se comenzará en el albergue la entrega de las primeras ayudas, mientras que, en el transcurso del día, se tienen previstas actividades lúdicas con los niños. Según Mora, “muchos de ellos no tienen ni idea de qué es lo que está pasando, por lo que se convierten en víctimas, tanto de la situación que atraviesan”.
El Distrito resalta que el albergue es temporal y que por ello, los venezolanos que ingresaron a este lugar no puede quedarse allí todo el tiempo y por el contrario deben tener claro que desde allí deben buscar regular su situación en el país, asegurar un trabajo o asociarse con redes que los ayuden a sacar adelante sus empredimientos. “No podemos caer en el asistencialismo”, concluyó Mora.