Tejo mi mirada
Salgo de mi presentación en Harvard, cae la nieve, el espectáculo es sobrecogedor, le llaman la primera nevada. Quedo conmovido. No me importa el frío, ni siquiera lo siento, tejo mi mirada a los copos de nieve y me invento –sombra humana– en su blancura. Tanta belleza me vuelve –otra vez– en la nostalgia a Venezuela, ¿cómo no habría de volver a ella?
Así comienza de la nada esta historia.
Los pensamientos suenan
Pienso en ti, sí en ti que me lees, te imagino conversando conmigo, observando esta maravilla blanca y preguntándome cómo me fue en la presentación, cómo me ha ido en el peregrinar de la conciencia. Prefiero, sin embargo, permanecer en silencio, absorto en la nada antes de responderte: ¿cómo destejer mi mirada que se ha bordado a este espectáculo blanco?, el silencio es parte de la magia, en una belleza así hasta los pensamientos suenan.
Callemos, no pensemos, contemplemos.
Sé milagro andante en la penumbra
Me recojo, te abrazo, te pido un instante de mutuo abstracción antes de comenzar a hablar sobre el rompecabezas venezolano: miremos la nieve, ¿la ves desprenderse del cielo para sembrarse magistralmente a las luces navideñas? ¿La ves? ¿La sientes? Cierra los ojos, permite que los trocitos congelados de nube deshecha salpiquen tu rostro y lo pincelen de resplandor. Vuelve en ti, pisa la alfombra de agua, camina como Cristo sobre ella, sé milagro andante en la penumbra blanca, sé espectro en la nada, sé puerto para que la nevada desembarque en ti y vuelva tu color a ella.
¿Lo fuiste? Ahora sí hablemos sobre Venezuela. Te cuento.
El país que camina las calles del mundo
En los viajes me topé con muchos venezolanos que como tú aman profundamente al país. No puedes imaginar cuánto. Su vida está dedicada a la libertad y a la democracia, se sacrifican, se forman, luchan, leen permanentemente los medios venezolanos, escriben, mientan madres, lloran, padecen, viven un destierro a un tiempo desconsolado y esperanzado. Son Venezuela, una Venezuela que camina las calles del mundo y habla, que se ufana, que come arepas, cachapas, que canta canciones cursis y no tan cursis, que diseña, que construye, que crea, sí, que crea, que dibuja y pinta las raíces históricas de nuestro hermoso mestizaje, que le pone color y letras a nuestra cultura y la relata orgullosamente frente a la nada. Somos Venezuela por los artistas que nos expresan.
Te sigo contando.
La dimensión de nuestro espíritu
Henrique Faría, el emblemático galerista venezolano que ha exaltado sin complejos a nuestro país y a América Latina en el competido y complejo mercado del arte de Nueva York, comprobando exitosamente –una y otra vez– que los desafíos son de la dimensión de los espíritus que lo confrontan, está exhibiendo actualmente a Emilia Azcárate y su “Genealogía del Color”, exposición deslumbrante desde el punto de vista plástico y prominente desde el punto de vista conceptual.
Hay que verla para deshacerse de la nada, para decodificar la grandeza de Venezuela.
Bordar de gracia
En una enigmática, pero fina arqueología de colores primarios que se vinculan entre sí para formar palabras que son castas, que son razas, que son etnias verbales, que son despojos civilizatorios, Azcarate resuelve de manera tan asombrosa como admirable, años de investigación antropológica y le da color a la humanidad, bordándola de gracia y sentido plástico. No hay como explicarlo sin verlo, hay que sentirlo como siente un venezolano la primera nevada cuando vive en el destierro: cerrando los ojos, abstrayéndose en su singularidad y extasiándose en la cautivadora estética de su hermoso concepto.
Podría parecer incomprensible lo que escribo, no lo es, hablo de arte y el arte crea y recrea. Venezuela recupera entusiastamente su creación y su recreación, se reinventa.
La genealogía del color
Participar del regocijo visual y conceptual que representó para mí la exposición de Emilia Azcárate, fue un presagio que me permitió reinterpretar el alcance de la cultura y el arte venezolanos y corroborar que toda la fealdad chavista, ese horror y despropósito conceptual y plástico, esa nada, tienen caducidad. Venezuela en el exilio se origina a sí misma a través de la creatividad y el compromiso.
La genealogía del color venezolano pinta sobre el lienzo blanco de nuestra historia.
Sueña a Venezuela desde la blancura.
@tovarr