Giomar Salazar fue durante 22 años policía en el municipio caraqueño de Chacao, conocido como uno de los focos de oposición al chavismo más importantes del país. La oficial de 42 años cuenta a DW que se vio obligada a buscar refugio en Alemania luego de que 14 de sus compañeros fueran “involucrados en el supuesto extravío de un arma de fuego”. El arma habría estado “presuntamente involucrada en el homicidio de un periodista que era afín al Gobierno”, explica. Los 14 fueron encarcelados y dos de ellos están aún en prisión, a pesar de tener una orden de libertad de un tribunal, apunta Salazar. Ella no fue detenida, revela, pero recibió amenazas y hostigamiento laboral para que testificara en contra de sus colegas. “He llegado a la conclusión de que fue la mano de Dios, porque ninguna otra cosa me salvó”, manifiesta. “El miedo me llevó a salir de mi país. Si ellos estaban presos, aun teniendo una orden de libertad de un tribunal, cualquier cosa podía pasarme a mí también”, dice, “en cualquier momento el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia) podía venir por mí”. Así lo reseña dw.com
Giomar llegó a Alemania con su hijo en 2017. El Gobierno alemán les concedió una protección de 3 años en calidad de refugio humanitario. Habla con mucha soltura y confianza. Su tono optimista destaca como uno de los rasgos más conspicuos de su personalidad. “Para mí el proceso ha sido excelente, no tengo ninguna queja, ha funcionado en los lapsos que establece la ley”, admite. La experiencia de vivir en un refugio, sin embargo, contrasta con la eficiencia del proceso migratorio al ser “una dinámica de vida a la que simplemente no estás acostumbrada”. Debido a su trabajo, recuerda, no podía evitar asociarla con “estar presa”.
Después de pasar por dos refugios en Leipzig, Giomar y su hijo de tres años viven ahora en un apartamento asignado por el Gobierno en la misma ciudad, y reciben manutención en condición de núcleo familiar. El niño sufre de una enfermedad crónica y en Alemania ha podido continuar su tratamiento, algo que ella agradece: “La atención médica que ha recibido mi hijo ha sido excelente, ha estado bien atendido en todo momento”. Con voz decaída, admite: “Mi hijo posiblemente hubiese fallecido en cualquier crisis que hubiera tenido en Venezuela”.
“Vivir en un refugio como madre soltera es difícil”
Como mujer en el refugio, no tiene “mayores quejas”. No obstante, califica como “duro” un día que pasó en un refugio de Dresde. “Me sentía observada minuciosamente”, recuerda. En el lugar, según relata, ella era la única madre soltera, algo que “no era bien visto por muchos de los refugiados”. Salazar agrega que una de las voluntarias del refugio le sugirió que al día siguiente fuera a una sede de la Cruz Roja a hacerse exámenes médicos “porque no era seguro permanecer en el refugio”. La venezolana califica la experiencia de ir al centro de salud como “uno de los días más duros” de su vida. “Me perdí al salir de la Cruz Roja, no sabía como llegar a la estación de trenes, traté de buscar ayuda y nadie podía ayudarme”, dice. “Fui bien tratada, pero la vida en un refugio en Alemania como madre soltera es difícil”.
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