“Cuando salieron del poder y se vieron huyendo, refugiándose en apartamentos de amigos, en casas de amigos, en humildes ranchos de simpatizantes de la causa, y sintiéndose además limpios, sin dinero, ahí, sin que nadie se los dijera, se lamentaron de haber confiado en que el poder era para siempre. Como corrieron con la suerte de retomar el poder, se prometieron no desaprovechar la oportunidad que una vez más se les abría. Pero se les pasó la mano. Le cogieron tanto gusto al dinero que no han parado. La excusa es que el dinero es para el partido y la revolución. Todos lo saben. Y lo que comenzó como un seguro de vida se convirtió en un gran negocio y como todo negocio ofrece sus complicaciones: la competencia, la lucha por los espacios para acumular más, para tener más”.
Por Juan Carlos Zapata / AlNavío
Cuando se descubre la ruta del dinero malo
Entre 2005 y 2006, la quiebra de la casa de corretaje Refco y luego la paralización de las operaciones del dólar permuta a raíz del affaire Rosemont en Estados Unidos marcan las primeras evidencias de la ruta de las cuentas de los nuevos amos del dinero. Después, el derrumbe del castillo de naipes de Allen Stanford confirma que había mucho dinero de la nueva corrupción, en tanto que Stanford era entonces una de las vías para sacar y ocultar dinero. El Stanford Bank de Caracas era la joya del grupo del exmagnate americano. Más tarde, las autoridades norteamericanas establecen la conexión del dinero por Andorra y los bancos de este paraíso fiscal -escondite, más bien- colaboran aportando información de cuentas supuestamente ligadas al entorno chavista. Esta frase, en negritas, fue escrita en 2012, mucho antes de que en marzo de 2015 se comenzara a hablar de la BPA y Banco Madrid, aunque lo de Andorra era un secreto a voces en los círculos de negocios en Caracas. Lo que nadie podía sospechar -o muy pocos podían calcular- era el monto trasvasado desde PDVSA hasta la Banca Privada de Andorra: 4.200 millones de dólares, según el informe realizado por la Red de Investigaciones de Delitos Financieros (FitCen). Y es el monto que la semana pasada corroboró el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab. El doble de lo señalado en el reportaje de El País de Madrid según el cual exministros de Hugo Chávez ocultaron 2.000 millones de euros en Andorra. Entonces, decíamos en 2012 -porque así lo señalaban los gestores de cartera, los operadores de los mismos bancos de Andorra y otras versiones bancarias locales e internacionales- que lo que sí es seguro es que Andorra es el vehículo preferido de los operadores del dinero del petróleo, es decir, del dinero cuyo origen estaba en la corrupción con los recursos de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Es lo que ahora confirma la investigación de El País, tomando como base averiguaciones judiciales. Y tanto dinero. Tal volumen de dólares, le confería un poder especial a la red petrolera para actuar a sus anchas en el paraíso fiscal. ¿De dónde el trasvase de tales cantidades? ¿Cómo acumularlas? ¿Específicamente de qué operaciones provenían? Hay tela que cortar en esta historia de contratos eléctricos, operaciones de deuda, en los negociados de los seguros y reaseguros, sobreprecio en la adquisición de equipos petroleros, arbitraje con los tipos de cambio, comisiones provenientes del pago de empresas estatizadas, compras en el exterior a través de Bariven -filial de PDVSA-, y también de una conducta increíble del mismo Chávez, tan increíble como los 120 millones de dólares que solicitaba cada semana de PDVSA. Ya lo he escrito: PDVSA funcionaba como caja chica para el proselitismo y los favores políticos internacionales. Y cuando se ponía en marcha una operación de esta naturaleza, Chávez ordenaba la cantidad -pongamos 50 millones de dólares- que había que enviar al destinatario de ocasión. La maquinaria en PDVSA obedecía sin chistar, solícita, a la velocidad de la luz, y claro, había descubierto que Chávez no deseaba enterarse de cómo se ejecutaba el favor, ante lo cual, en vez de 50 millones de dólares, la maquinaria de la boliburguesía petrolera duplicaba o multiplicaba la cantidad, sin dar explicaciones.
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