El próximo 2 de diciembre se cumplen 25 años de la muerte del narcotraficante más sangriento de la historia de Colombia: Pablo Escobar. Y todavía existen historias poco contadas de sus más terribles acciones llevadas a cabo en el interior de la cárcel “La Catedral”, de Envigado, donde estuvo recluido.
Por Infobae
Como resultado de un acuerdo establecido con el entonces presidente César Gaviria, para no ser extraditado a Estados Unidos, el cabecilla del Cartel de Medellín se entregó a las autoridades el 19 de julio de 1991.
Pagaba su condena en la cárcel La Catedral, que se dijo que él mismo había construido para tal fin, y reseñada por los medios de la época como una “finca de retiro”. La ‘celda’ del capo era una lujosa habitación de muebles italianos importados, y elaborada como un búnker para protegerlo de los ataques de sus enemigos.
Además, tenía pisos de cerámica, una discoteca, un sauna, un cuarto de juegos con un billar, baños importados y decoraciones traídas hasta de China. El espacio contaba también con una cancha de fútbol donde invitaba a futbolistas famosos, y una pista de aterrizaje para helicópteros.
Cuenta el portal Pulzo que tenía un “cuarto de la muerte”, donde el mafioso realizaba rituales satánicos, pues según las personas que trabajaban en el lugar o cerca de él decían que Escobar tenía una especie de pacto con el diablo.
En ese lugar, además de coordinarse el negocio de la cocaína, también se realizaron macabros asesinatos. Uno de los más conocidos fue el de los hermanos Fernando y Mario Galeano Berrio y Gerardo y Julio Moncada, quienes habían sido sus socios.
Escobar se enteró de que supuestamente le habían robado dinero de una caleta y los mandó a llamar para asesinarlos, el 10 de marzo de 1993. Solo hasta noviembre las autoridades encontraron el cadáver de uno de los hombres sepultado en la cancha de fútbol de La Catedral, incinerado y descuartizado.
Otras investigaciones dan cuenta de supuestas misas negras que se celebraran en el centro penitenciario y que incluían sacrificio de prostitutas, con el objetivo de recibir protección en el envío de la droga al exterior; según detalla Pulzo.
El portal, que reseña las historias de la serie/podcast “La Hora muerta”, dice que los actuales inquilinos del lugar, unos monjes benedictinos que tienen un asilo, afirman que escuchan gritos, susurros, llantos y lamentos.