La Venezuela modelo 2018 es otro país, muy diferente al de 1998 y en casi todos los aspectos ha desmejorado. Incluso, de acuerdo con las cifras, esa rica nación muestra hoy algunas facetas de hace 50 y hasta de hace 60 años.
Por: HOLMAN RODRÍGUEZ / EL TIEMPO
Venezuela era una potencia latinoamericana. Un país que gracias a los inmensos recursos petroleros se daba el lujo de contratar trabajadores extranjeros (entre ellos, decenas de miles de colombianos) o importar miles de toneladas de los mejores alimentos de Europa, Asia y Estados Unidos.
Su poderío económico se podía constatar con el hecho de que tuvo una frecuencia semanal Caracas-París, y viceversa, del Concorde de Air France, el avión más sofisticado y con pasajes más costosos de los años setenta y ochenta en el mundo, y a cuyo territorio arribaban y del que salían las más importantes aerolíneas del mundo, además de que tenía una compañía aérea nacional de peso como lo fue Viasa.
Ni qué decir de sus impresionantes autopistas, puentes, edificios o represas, que en los años setenta y ochenta eran la admiración y envidia de los latinoamericanos.
Precisamente y como hecho anecdótico, 1998 fue el último año en el que Venezuela tuvo el mayor producto interno bruto per cápita (relación entre el valor total de todos los bienes y servicios generados por la economía en un año y el número de sus habitantes) de América Latina. Hoy, 20 años después, la patria de Simón Bolívar está en el octavo lugar en esa medición y casi a la par de algunas naciones centroamericanas que luchan por salir de la miseria.
Pero eso es apenas el comienzo de la destorcida que ha estado viviendo Venezuela.
Aunque en los primeros años del chavismo, a decir verdad, el país obtuvo logros importantes en materia social y económica, gracias a la renta petrolera, que con una producción de más de tres millones de barriles diarios permitió llevar a cabo grandes obras que, por ejemplo, bajaron la pobreza del 49 al 18 por ciento.
Sin embargo, ese modelo era insostenible en el tiempo, pues los precios cayeron y la producción de crudo declinó por falta de mantenimiento, sabotajes y también por una gran huelga de trabajadores petroleros entre finales del 2002 y comienzos del 2003 que golpearon la industria petrolera, la gallina de los huevos de oro de la economía venezolana.
Pero quizá lo más grave que le haya sucedido a ese país en 20 años de Revolución del siglo XXI es algo que ha estado taladrando el estilo de vida que solían llevar los venezolanos y se traduce en una involución en aspectos como la pobreza, que casi se multiplicó por cinco y hoy muestra una alarmante cifra que se aproxima al 90 por ciento de la población.
Además, ese país está experimentando un extraño fenómeno que según el sociólogo Édison Arciniega, de la Universidad Central de Venezuela, no sucedía desde la Guerra Federal (1859-1863) y es una “regresión demográfica explicada, entre otros aspectos, por el aumento de las muertes por todo tipo”. Arciniega le dijo a EL TIEMPO que en 2015 murieron 107.000 personas y tres años después, la cifra será cercana a las 180.000 personas.
¿De 29 a 25 millones?
A esto hay que sumarle el éxodo de ciudadanos que comenzó hace 13 años, pero se ha acentuado en los últimos cuatro por la crisis económica. De acuerdo con algunas ONG, podría hacer que de los cerca de 29 millones de habitantes que hay en la actualidad, en el 2020 queden apenas poco más de 25 millones. Para el investigador, “Venezuela hoy debería tener 31 millones de habitantes”.
Esto explica, según Arciniega, otro hecho paradójico y es que con la destrucción de gran parte del aparato productivo, que ha ocasionado un desplome de las exportaciones y la pérdida de miles de empleos, el país se ha convertido en un exportador neto, pero de capital humano, de todo nivel.
Y para completar, la expectativa de vida, un indicador que en un país normalmente muestra incremento, por el mayor acceso a la salud, mejores medicinas o alimentos, en esa nación muestra una caída real, pues en 1998 era en promedio de 72 años y en la actualidad se ubica en un promedio de 70, según la Universidad Central.
El otro signo importante que ha marcado a la sociedad venezolana en los últimos años ha sido la escasez de todo tipo de artículos de primera necesidad como los alimentos, las medicinas, los implementos de aseo y los repuestos.
La falta de divisas para que el sector privado importe y la destrucción de la riqueza se han convertido en un nudo para la producción y la exportación, con lo que deja en manos del petróleo, con apenas 1,1 millones de barriles de producción al día (lejos de los más de 3 millones hace 20 años) la responsabilidad del 95 por ciento de los ingresos del país.
El ingeniero agroindustrial Jhoender Jiménez, dirigente del partido opositor Voluntad Popular, le dijo a EL TIEMPO que “hay un sentimiento de desesperanza y a la gente no le importa nada”. “Hace tres meses, el gobierno lanzó un paquete de medidas económicas y, adicionalmente, la semana pasada subió 150 por ciento el salario mínimo, pero hoy ese sueldo equivale a 5 dólares’.
En plena temporada navideña, dice Jiménez, “los venezolanos difícilmente van a poder conseguir para comer la hallaca, tradicional en estas fiestas”.
“Hay un sentimiento de desesperanza y a la gente no le importa nada“