En enero de 2019, Perú les propondrá a los otros trece miembros del Grupo de Lima la ruptura de relaciones con Venezuela. Esa será la primera vez que se debata una medida de ese tenor contra el Gobierno de Maduro. La Deutsche Welle indaga sobre esa posiblidad
Por lapatilla.com
Aunque las políticas exteriores de la Unión Europea y Estados Unidos no siempre armonizan, Bruselas y Washington coinciden en desconocer las últimas elecciones celebradas en Venezuela, desde la organizada para designar a los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente (30.7.2017) hasta los comicios municipales del pasado 9 de diciembre, pasando por la votación que derivó en la reelección de Nicolás Maduro como jefe del Ejecutivo (20.5.2018). El hombre fuerte de Caracas asegura que se juramentará como presidente el 10 de enero de 2019 y que llevará las riendas del país “por lo menos hasta 2025”; pero a ambos lados del Atlántico Norte se sopesan mociones para propiciar la restauración del Estado de derecho en la nación caribeña.
No obstante, la noción predominante en esta materia es que sólo la comunidad latinoamericana puede tomar medidas concretas que den pie a la reinstauración del orden democrático en Venezuela sin que su Gobierno tache su injerencia de “imperialista”. Si bien Maduro ya describe a Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía como marionetas de la Casa Blanca, estos miembros del Grupo de Lima –creado en 2017 para lidiar con la cuestión venezolana– tienen sus propias razones para preocuparse por los asuntos internos de la atribulada nación: la polifacética crisis que la azota ha desencadenado una migración masiva que no puede ser enfrentada sino como un desafío regional.
En enero de 2019, cuando el Grupo de Lima vuelva a reunirse, Perú les propondrá a sus vecinos la ruptura de relaciones con Caracas; así lo anunció el canciller de ese país, Néstor Popolizio. Esa será la primera vez que una iniciativa de ese tenor se someta a debate entre tantos Estados latinoamericanos; hasta ahora sólo se ha reaccionado a las secuelas del éxodo venezolano y no a sus causas. Pero, ¿hasta qué punto puede ese portazo diplomático persuadir a Maduro de negociar limpiamente con sus opositores, de garantizar elecciones transparentes o de aceptar un cambio de régimen, cuando es él mismo quien quema sus puentes con las democracias del mundo para estrechar lazos con autocracias como la china, la rusa y, más recientemente, la turca?
Acto simbólico
A juicio de Javier Corrales, profesor de Ciencia Política en el Amherst College de Massachusetts, actos simbólicos como el planteado por el Ejecutivo peruano no deben ser subestimados. “Puede que el rechazo explícito del subcontinente al régimen de Maduro no incida directamente sobre la dura cotidianidad de los venezolanos, pero ese gesto no pasaría inadvertido por los Gobiernos que apoyan la Revolución Bolivariana”, sostiene Corrales. Ana Soliz, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), comparte su opinión: “Si todos los miembros del Grupo de Lima atienden al llamado de Perú, Maduro quedará oficialmente aislado de la región. Y ese ostracismo no lo compensaría el respaldo de Pekín, Moscú y Ankara”, señala.
“Maduro necesita a los países de su vecindario; ser sometido a una cuarentena es algo que su Gobierno no puede soportar por mucho tiempo”, subraya la investigadora de Hamburgo, quien este viernes (14.12.2018) diserta sobre el caso venezolano en el seminario anual “Democracia y derechos humanos” del Instituto Max Planck para Derecho Público Extranjero y Derecho Internacional, con sede en Heidelberg. Bajo la presión del aislamiento, Maduro podría verse forzado a dialogar con sus opositores sin las trampas a las que ha recurrido en el pasado y a repetir las elecciones desconocidas por las democracias occidentales, agrega Soliz. “Esas son las únicas opciones democráticas y pacíficas que le quedan”, esgrime la especialista del GIGA.
Multilateralismo en acción
El Ejecutivo peruano también propondrá que los integrantes del Grupo de Lima reconozcan al Parlamento venezolano, de mayoría opositora, como su único interlocutor válido en el ámbito financiero, y le prohíban a la cúpula del chavismo entrar a sus territorios. “Una coalición ad hoc como esa no puede hacer mucho más. A la hora de la verdad, sólo potencias como la Unión Europea y Estados Unidos tienen los recursos para conseguir que autócratas como Maduro den sus brazos a torcer”, arguye Corrales, concediendo que el cerco del Grupo de Lima en torno a Venezuela podría verse reforzado si se consolida el incipiente foro continental de partidos conservadores promovido por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
Este miércoles (12.12.2018), senadores estadounidenses exhortaron al presidente Donald Trump a que desconociera al Ejecutivo de Maduro y declarara al Parlamento venezolano como la única institución democrática legítima de ese país. Un día antes, legisladores venezolanos acordaron pedirles a las naciones firmantes del Estatuto de Roma que solicitaran ante la Corte Penal Internacional la investigación de los crímenes de lesa humanidad atribuidos al régimen chavista. El 10 de diciembre, los ministros de Exteriores comunitarios dijeron querer conformar un grupo que facilite el diálogo entre Gobierno y oposición en Venezuela “lo antes posible”; de levantar las sanciones europeas sobre la jerarquía chavista, ni una palabra.
Antichavismo atomizado
Según el politólogo Fernando Mires, Estados Unidos, los socios de la Unión Europea y los países afiliados al Grupo de Lima tienen motivos para medir sus esfuerzos. A sus ojos, el hecho de que los partidos venezolanos que adversan a Maduro se rehúsen a hablar con una sola voz explica por qué la mayoría de las acciones emprendidas por la comunidad internacional de cara a Venezuela carecen de contundencia. “La Mesa de la Unidad Democrática, la más exitosa alianza de formaciones antichavistas, se desmoronó en 2017 por su incapacidad para mantener su estrategia electoralista conjunta. Lo que quedó en su lugar fue un vacío que desalienta a los actores extranjeros más bienintencionados. El antichavismo no tiene portavoz”, lamenta.
“¿Por qué Perú no le plantea al Grupo de Lima retirar a los encargados comerciales de Venezuela, si sabe que esa decisión traería consecuencias más profundas? Porque, sin una oposición venezolana unificada, eso no vale la pena. Sin un antichavismo cohesionado, en Venezuela no puede cambiar nada. Ni siquiera es seguro que todos los Estados del Grupo de Lima acuerden retirar a sus embajadores de Venezuela; creo que Ecuador, Uruguay y varios países centroamericanos van a asumir una posición neutral. Lo único que podría llevarlos a romper vínculos con Caracas unánimemente es el exhibicionismo militar de Maduro con armamento ruso. Eso sí que le puede salir caro a la Revolución Bolivariana”, opina Mires, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg.