Llegó la tan ansiada fecha, 23 de enero, y los ciudadanos hasta hace unos meses atribulados por la frustración y la desesperanza, salieron de nuevo a las calles para expresar de viva voz su hartazgo ante una decrépita dictadura que se jura invencible.
La convocatoria al principio recibida con sobrado escepticismo, poco a poco fue calando en la opinión pública a medida que el régimen comenzó a exteriorizar sus demonios internos. La acción policial infringida sobre el diputado Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional, cuando este se dirigía a la celebración del Cabildo Abierto en el estado Vargas, si acaso pretendía intimidar, no tuvo otro efecto que suscitar el rechazo de los venezolanos y en consecuencia animar la posibilidad de encarar la lucha contra el atropello reiterado.
Los venezolanos que por una u otra razón permanecen aquí, fueron despertando del letargo inducido por el crimen, la mentira y la manipulación. Los Cabildos Abiertos, realizados casi en forma simultánea en varias partes del país, representaron la oportunidad perfecta para encender la flama de la Libertad que parecía haber sido extinguida.
Ni aún los nuevos llamados a la confrontación y la amenaza de los pérfidos, hizo mella en la ciudadanía que afloró su determinación de ser libres, tal como lo hizo aquella generación de hombres y mujeres que enfrentó la otrora dictadura militar en 1958.
La movilización ocurrida este 23 de enero de 2019, fue masiva y entusiasta, en donde los rostros esperanzados de adultos y jóvenes se confundían para expresar su repudio a la usurpación. Pero también para exigir al liderazgo político, congruencia y transparencia en su proceder. No más colaboracionismo, no más torpezas, no más frustraciones. ¡Basta ya!
Ahora corresponde a los nuevos rostros, y otros no tan nuevos, hacer cumplir el juramento que hoy puso de manifiesto. ¡Si lo hiciereis que Dios y la Patria se lo premien, sino que os lo demanden!