Desde diciembre de 2017 hasta el diciembre pasado el pernil dejo de ser un mero componente del plato navideño para convertirse en un significante príncipe de la crisis de social y económica en los barrios populares del país. La protesta por el pernil que cerraron el año 2018 traduce la hecatombe social que el régimen ha provocado y por ello ha sido incapaz de asimilar intoxicados por el mazacote ideológico que les tapona el cerebro, que los vuelve ciegos ante un fenómeno crucial para su supervivencia política, que es el inmenso deslave social que han sufrido.
La lucha social debía encontrar su propio cauce y su propio texto político. Y, lo consiguió con la protesta por el pernil, que unifico el otro conjunto de significantes que forman parte del cataclismo cultural que el socialismo en el siglo xxi ha desatado sobre la Nación: hiperinflación, falta de alimentos, medicinas, gas doméstico, agua, luz, transporte público, como los ítems más significativos del calvario social que viven los barrios populares.
Todo esto fue abrochando de manera global en todo el territorio nacional una protesta popular que ha sido ahogada en su expresión por el blackout informacional que el régimen le ha impuesto al país. Miles de protestas por agua, gas, electricidad, la caja CLAP se realizaron a todo lo largo del lapso temporal del ejercicio despótico del poder de Nicolás Maduro. Que mantiene la pretensión de que acallando las protestas artificialmente va a desaparecer los problemas endosándoselos a ese supino artificio propagandístico de la guerra económica.
Pero el 23 de enero todo ese descontento social y político sentido por los barrios populares entro a la escena política como una avalancha con una fuerza y potencia inconmensurable y se alineó con la demanda de cambio político, social y económico que toda la Nación reclama. Se coordina con la Asamblea Nacional que fue fraguando un nuevo proceso unitario que se concretó con la elección de su nuevo Presidente. Ello puso un liderazgo renovado en la calle, encarnado por Juan Gerardo Guaidó, fortalecido por la respuesta positiva de todos los sectores que componen la vida nacional y por el contundente respaldo de toda la comunidad democrática que está comprometida con el cambio social y político en Venezuela.
Esta fecha emblemática del 23 de enero reitera, y, eso en términos históricos es harto difícil de repetir, un hecho heroico en la realización de un pueblo coincidiendo en el mismo numeral del almanaque. Esto no fue el producto de una rigurosa planificación, fue más bien y de ahí su éxito, montar el regreso a la calle de la oposición política sobre un significante que estuvo presente siempre en el imaginario político del pueblo como el día en que Venezuela entró con determinación en la era democrática: el 23 de enero de 1958. Un acto exitoso de repetición que alcanzo su frenesí de victoria con la proclamación de Juan Guaidó como Presidente (E) de la República, que es el acto performativo que señala el fin de la tiranía de Nicolás Maduro y su kakistocracia.
Este 23 de enero de 2019 se convierte de esta manera en una fecha que renueva la determinación del pueblo venezolano de construir un régimen republicano, de manufacturar un modo de vida democrático pluralista e inclusivo que permita reconstruir una vida civilizada y que garantice el progreso de todos y quede erradicada la violencia y el panpoliticismo propio de los regímenes políticos de vocación autoritaria y/o totalitaria.
Pedro Vicente Castro Guillen @pedrovcastrog