“No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”.
George Orwell
“Venezuela no es Cuba”. En estos últimos veinte años escuché muchas veces esa frase que era la respuesta airada de cualquier opositor que se preciara de serlo, ante el más mínimo asomo de que lo que se cernía sobre nuestra patria era el modelo Castro Comunista por todo el medio del cañón.
Con el paso de los años la dura realidad nos fue dando, de a poco a algunos y sorpresivamente a otros, la bofetada en la cara. La revolución avanzaba a decir de ellos, a paso de vencedores; blandiendo una espada de Bolívar que caminaba por América Latina hacia un socialismo del siglo XXI que es un pasticho ideologico que al parecer solamente ellos entendían y otro grupo importante de ciudadanos seguían ciegamente bajo la promesa vacua de una igualdad social mentirosa, sustentada en un populismo que se convirtió en mecanismo de coacción, premio o castigo; maniqueísmo puro. ¡Carajo que cerca llegó a estar el mar de la felicidad cubano, nos bañamos en el hasta la cintura!.
De todo ha pasado en estos últimos 20 años. Los ricos de antes se convirtieron en villanos para que los nuevos ricos, de camisa roja (Luis Vuitton por favor) se convirtieran en los héroes de la patria y los nuevos próceres de una revolución de izquierda tan inutil y hambreadora como todas las del siglo XX, que fueron colapsando por insostenibles y cayendo por propio peso, una por una.
Asistimos a la destrucción del país. Vimos como acabaron con el aparato productivo, como volvieron cenizas todas las industrias básicas y tiraron al basural de la corrupción a la que fue la tercera corporación petrolera del mundo: PDVSA.
Nuevas formas de totalitarismo como había vaticinado Hannah Arendt. Autoritarismo disfrazado bajo el caótico barniz de una “democracia” precariamente sustentanda en 23 elecciones regidas por un organismo electoral absolutamente subordinado al ejecutivo. Control total del aparato institucional, raepresión masiva y también selectiva, prohibido pasarse los límites del disenso y mal visto informar veraz y oportunamente. Es decir, mejor hegemonía comunicacional que periodistas y medios libres jorungando por aquí y esculcando por allá. ¡Y que la verdad sea una sola! la de ellos.
En fin, convirtieron al país con mayor potencial de desarrollo del continente en un reducto de hambre, miseria, enfermedad y atraso para más de 30 millones de habitantes en pro de la buena vida, la ostentación del poder, los lujos y los privilegios de una pequeña elite que trato de demoler un país minandolo desde sus bases morales, creando el caos y anarquizando la sociedad para erigir sobre esos escombros una utopía revolucionaria llena de nombres rimbombantes y patriotericamente socialistas de cara a un pueblo que cada día muere de mengua por falta de alimentos, medicinas así como víctima de la inseguridad y la realidad capitalista más rancia para ellos, vista desde sus camionetas blindadas y sus mansiones del este de Caracas.
Pero también es cierta una cosa, Venezuela no es Cuba. Por mucho que han intentado convertir a esta patria, madre de libertadores en un remedo de la isla caribeña, no lo han logrado. No pudieron llegar de facto, no la han tenido fácil, no pudieron doblegar la voluntad democrática de un pueblo que orgullosamente, veinte años después que comenzara este desproposito sigue saliendo a la calle; no sin miedo, pero si con la valentía y la gallardía de nuestros padres de la patria a reclamar su derecho de vivir dignamente y en libertad, porque como reza un dicho popular, “lo que se hereda no se pide” y definitivamente llevamos la libertad en nuestro genoma, somos venezolanos y Venezuela sera siempre Venezuela.
José Manuel Rodríguez
Analista / Consultor Politico
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