Luis Alberto Buttó: Crepúsculo 

Luis Alberto Buttó: Crepúsculo 

Crepúsculo. Sí, pero no la película; es lo que ocurre en el país, nuestro país. La conseja popular lo advierte: lo que está a la vista no necesita anteojos. Se sabe que los ríos van a dar al mar, inevitablemente. Tonto es aquel que imagina poseer la fórmula para detener su discurrir. No hay amenaza ni voluntarismo que valga en contrario.

Las horas se oscurecen en ciertos sectores de la sociedad. En el sector de los culpables y los cómplices de la escasez de alimentos y medicinas; de la hiperinflación que quema sueldos y salarios; del sufrimiento y la muerte de los enfermos en los hospitales; de la inseguridad en las calles; de la corrupción que para sufragar el atragantamiento en restaurantes de moda y derrochar perfumes costosos saqueó las arcas públicas; de la criminal irresponsabilidad de quien, según propia confesión que relevó el descargo de pruebas, gastó lo que había y no había en las cuentas oficiales para sufragar campañas electorales, lo cual condujo a que posteriormente no se pudiese afrontar la debacle económica que se nos vino encima; de la pobreza en que se mantuvo y/o se sumió a millones de compatriotas, cuya expresión más dolorosa es la del rostro angustiado que se humilla para implorar algo de comer. Ellos saben que la noche toca a su puerta y toca con firmeza. Ellos saben que esa noche es larga. En su fuero interno, ellos sienten cómo se incrementan de manera exponencial los temores causados por la ausencia de luz.





No hay capitoste enquistado en el poder que no sea consciente de lo que ocurre. Por donde estos personeros transitan se arma un amasijo de angustia. Se desploma el fracaso, la mentira y la estulticia que pomposamente se llamó socialismo del siglo XXI y revolución bolivariana. Por estar desde siempre equivocados, los padres fundadores del marxismo se merecían la ignominia de esta nueva derrota. El Libertador es otra cosa; es imperdonable haberle causado tanta afrenta a su memoria. Nada duele tanto a la megalomanía como entender que se ha perdido el fervor de la soberanía popular. Los pocos aplausos rabiosos que persisten no hacen ruido; apenas se escuchan en la inmediatez de quien está al lado del que los emite. Avenidas desoladas, en contraste con otras que se desbordan con gente movilizada, hablan de lo íngrimos que terminan quienes abusan del poder. Tarde o temprano el despotismo se desploma. El temprano apareció de improvisto.

Pero, ¡ojo! El crepúsculo sólo concluye cuando se concreta el arribo del amanecer. Hay que trabajar y esperar. No cejar es la consigna, tanto como lo es no contar los pollos antes de nacer. El desespero no se aviene con la firmeza. La convicción que genera saber que se está del lado justo de la historia debe abastecer de la fortaleza requerida para andar las horas que se tardará el despertar. El nuevo día no necesariamente se encuentra a la vuelta de la esquina. En verdad, eso poco cuenta. Lo realmente importante es que el mañana despunta. Cierto, en ocasiones el tiempo juega en contra de todos; pero juega más en contra de algunos. Los que defienden la libertad no están en el bando perdedor. El debate no es entre superar el desasosiego y mantener viva la esperanza. La esperanza no se apagará en quienes de verdad aman al país. El desasosiego los sufren otros; los protagonistas del mal remake de la saga crepúsculo.

Mientras tanto, cuidado con las trapisondas. Unidad. No hay tesoro escondido que pelearse. Hay un país por reconstruir.

@luisbutto3