El presidente de EE.UU., Donald Trump, acude este miércoles a su segunda cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong-un, atraído por la idea de convertirse en el artífice de una posible declaración de paz en la península de Corea, un anhelo que podría desviar su mirada del objetivo de desnuclearización.
Ocho meses después de hacer historia en su primer encuentro con el líder norcoreano, Trump ve la cumbre de Hanoi (Vietnam) como una nueva oportunidad de reivindicarse como un actor destacado en el escenario mundial, como garante de una tregua nuclear e, incluso, como posible destinatario del Premio Nobel de la paz.
“El primer ministro (japonés, Shinzo) Abe (…), me ha nominado (para el) Premio Nobel. ¿Saben por qué? Porque tenían cohetes y misiles volando sobre Japón, alarmas constantes, y ahora, de pronto, se sienten seguros. Yo he conseguido eso”, dijo Trump en una conferencia de prensa este mes.
Trump opinó que “probablemente nunca” conseguirá el premio que sí logró su predecesor, Barack Obama, pero su interés por ese galardón refleja un anhelo de reconocimiento por su gran apuesta diplomática con Corea del Norte, la mayor que ha hecho en dos años de Gobierno marcados por guerras comerciales y rupturas de pactos globales.
Para conseguirlo, según artículos de prensa, a Trump le interesa salir de la cumbre de Hanoi con una declaración de paz en la península coreana, que sigue técnicamente en guerra tras el armisticio de 1953.
Ese documento no sería un tratado vinculante, pero generaría una evidente atención mediática, por lo que algunos observadores temen que Trump privilegie ese objetivo frente a la obtención de compromisos significativos respecto a la desnuclearización.
“Trump está deseoso de declarar un fin a la guerra coreana para impulsar tanto su campaña de reelección (en 2020) como un Premio Nobel de la paz”, declararon a Efe Scott Seaman y Todd Mariano, de la consultora Eurasia Group.
Corea del Norte busca desde hace años un tratado de paz, y la firma de esa declaración no vinculante podría “fortalecer el argumento de Pionyang de que las sanciones en su contra son inapropiadas y deben eliminarse”, agregaron.
Sin embargo, Mintaro Oba, un exfuncionario estadounidense especializado en la península coreana, no cree que la firma de ese documento pueda suponer una “gran concesión” por parte de EE.UU.
“Es solo un gesto simbólico que refleja una realidad: la guerra de Corea se ha acabado. No obliga a Estados Unidos a hacer otras concesiones más dañinas, como la retirada de tropas de la península coreana”, dijo Oba a Efe.
Fuentes oficiales de EE.UU. descartaron el pasado jueves que Washington esté negociando con Pionyang la retirada de parte de los 28.500 soldados estadounidenses en Corea del Sur, pero no faltan quienes temen que Kim pueda intentar persuadir de ello a Trump durante la reunión a solas que mantendrán en la cumbre.
Algunos analistas con contactos en la Casa Blanca creen que, a cambio de la declaración de paz, Kim podría comprometerse a abrir o incluso desmantelar algunas instalaciones nucleares o de misiles que ya no consideran imprescindibles.
“Creo que Corea del Norte tiene programas a los que están dispuestos a renunciar la semana que viene en Hanoi. Pero solo renunciarán a cosas de su pasado, mientras negocian por su futuro y exigen que EE.UU. se deshaga de cosas de su presente”, dijo Victor Cha, del centro de estudios CSIS, en una charla el pasado viernes.
La Casa Blanca insiste en que la “gran prioridad” de la cumbre será la desnuclearización, y que Trump intentará acordar una “definición compartida” con Kim de lo que significa ese término.
El enviado especial de EE.UU. para Corea del Norte, Stephen Biegun, lleva cinco meses tratando de lograr avances en ese ámbito, pero su trabajo contrasta con el escepticismo hacia la diplomacia de John Bolton, el asesor de seguridad nacional de Trump, y con el empeño del propio presidente en ser él quien negocie un acuerdo.
“Trump no cree en el proceso (diplomático de su Gobierno). Ese será, realmente, el factor imprevisible en la cumbre” de Hanoi, concluyó Sue Mi Terry, experta en Corea en el centro de estudios CSIS, en la conferencia del viernes. EFE