Recuperándose de sus heridas, manifestantes en la fronteriza Ureña pedían este domingo “mano dura” a Juan Guaidó, presidente encargado de Venezuela, en la ofensiva contra el régimen de Nicolás Maduro por ayuda humanitaria.
“De verdad necesitamos alimentos y medicinas, estamos pasando mucha necesidad (…). Yo espero que sigamos presionando, fuerte, para que los militares entiendan. Ellos también tienen familia”, dijo a la AFP José López en la vía hacia el puente fronterizo que une Ureña (Venezuela) con Cúcuta (Colombia).
El puente Francisco de Paula Santander fue escenario de violencia el sábado, cuando militares de la Guardia Nacional y policías disolvieron con andanadas de gases lacrimógenos y perdigones de goma una marcha que exigía que la asistencia cruzara la frontera.
En los disturbios, José, de 28 años, resultó lesionado. “Me pegaron una bomba lacrimógena en la espalda y me mandaron a tomar diclofenac -un anti inflamatorio- y ponerme unas inyecciones y acá no las hay en ningún lado”, contó.
El oficialismo celebró como una victoria el bloqueo a la asistencia, que el mandatario socialista denunciaba como “una excusa” para una intervención militar de Estados Unidos. “No pasó ni un camioncito”, festejó este domingo el dirigente chavista Diosdado Cabello.
José participó de pequeños grupos que este domingo intentaron protestar de nuevo en calles llenas de escombros y casquillos de perdigones y lacrimógenas. Del otro lado del puente Santander, en Cúcuta, también hubo escaramuzas.
No pasaron de focos dispersados rápidamente por embestidas militares. Había además temor a los “colectivos”, grupos civiles que la oposición denuncia como bandas armadas.
“Le pido (a Guaidó) mano dura, porque nosotros estamos haciendo todo lo que podemos”, declaró a la AFP Jeffrey Vicuña, un joven de 20 años que, como José, trataba de reactivar las protestas.
“Que Trump se meta”
Los violentos disturbios del sábado se repitieron en otras poblaciones limítrofes con Colombia y Brasil. La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachellet, condenó este domingo “el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes desarmados”.
Las protestas dejaron tres muertos y unos 300 heridos entre viernes y sábado. Todos los fallecidos se registraron en la frontera sur con Brasil. “Estamos protestando y ¿qué hace Maduro? Mandar militares y colectivos disparando”, lamentó Lennys Ramírez, una mujer de 27 años en Ureña.
El sábado, tras el fallido intento de ingresar ayuda humanitaria, Guaidó pidió en Cúcuta a la comunidad internacional mantener “todas las cartas sobre la mesa” frente a la crisis venezolana.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos -el primer país que reconoció a Guaidó luego de que el Parlamento declarara “usurpador” a Maduro-, ha dicho que evalúa “todas las opciones”, inclusive una militar. “Esta gente no va a salir (del poder) por las buenas”, expresó Lennys, que espera “un milagro” o “que Trump se meta”.
La oposición denunció que partidarios de Maduro quemaron dos camiones cargados de alimentos cuando intentaban el sábado cruzar por el puente Santander desde el lado colombiano.
“¿Por qué no dejan pasar la ayuda humanitaria? Todos la necesitamos (…) ¿Cómo si hay tanta necesidad, gente muriéndose por hambre y falta de medicinas, van a quemar esas gandolas (camiones)?”, cuestionó Lennys.
Pero el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, responsabilizó este domingo por lo ocurrido a “guarimberos -manifestantes violentos- drogados”.
Cruces cerrados
El cierre de la frontera y sus efectos se unen al malestar por el fracaso de la ofensiva por la entrada de ayuda humanitaria. Unos 40.000 venezolanos cruzan a diario hacia Colombia para trabajar o comprar productos escasos en su país. El gobierno de Maduro ordenó bloquear los cuatro pasos del estado Táchira y el “cierre total” de la frontera con Brasil.
José vive de encargos como obrero en Cúcuta y Jeffrey de comprar bienes en un costado y revenderlos en el otro. “Tengo dos días que no como bien. Si no puedo pasar la frontera a trabajar, ¿cómo hago?”, se queja José, quien envía dinero a su esposa y sus dos hijos, que viven en la ciudad de Maracaibo (norte), a unos 500 kilómetros de distancia.
Un problema parecido tiene Lennys, pues compra en Colombia los insumos para su puesto de comida rápida en Venezuela.
Aunque pide mayor fuerza a Guaidó y los países que le apoyan, y con piedras en la mano se declara dispuesto a enfrentar a los militares, José aún tiene la esperanza de una salida pacífica: “Yo quiero que Maduro se ponga la mano en el corazón y deje pasar esa ayuda… Y que se vaya”. Por Esteban Rojas | AFP