Yoani Sánchez: ¿Y si Venezuela lo logra?

Yoani Sánchez: ¿Y si Venezuela lo logra?

Casualidad o destino, Cuba y Venezuela viven jornadas definitorias esta semana. El 23 de febrero será el día clave para que la ayuda humanitaria acumulada en la frontera con Colombia llegue a los venezolanos y, pocas horas después, los cubanos se enfrentarán por primera vez en décadas a una boleta electoral con la opción del No.

Que ambos sucesos ocurran casi al unísono complejiza el escenario para el Palacio de Miraflores y la Plaza de la Revolución. El bloque cerrado que han conformado en las dos últimas décadas podría estar a punto de resquebrajarse por uno de sus lados, pero el otro -irremediablemente- se verá tocado por lo que ocurra. Ambos países están “cosidos por la misma estrella”, en palabras del poeta chileno, Vicente Huidobro.

Raúl Castro sabe que Nicolás Maduro está condenado. Con una larga experiencia insuflando energía y sustento a movimientos guerrilleros, partidos de izquierda y presidentes con los que comparte ideología, La Habana es experta en detectar cuándo llega el final. La red de inteligencia que tiene tejida en el país sudamericano le ha ayudado también, en los últimos meses, a completar el retrato de la agonía.





El mayoritario apoyo internacional a Juan Guaidó, la profunda crisis económica que viven los venezolanos y el descrédito que sobrevuela a la cúpula gobernante están precipitando la caída de Maduro. Su administración se vuelve cada día más indefendible, en la medida en que se conocen sus excesos represivos y el volumen del saqueo que han perpetrado contra uno de los países más ricos de América Latina.

La gran pregunta es qué hará La Habana cuando ese final esté más cerca y a la llamada revolución bolivariana apenas le quede pulso ni resuello.

Por el momento, Castro apuesta por cerrar filas con Maduro y advertir en los foros internacionales de una posible “invasión extranjera a Venezuela”, mientras que, puertas adentro, revive los mítines políticos de apoyo a Caracas, la firma masiva de un compromiso de solidaridad con los chavistas y una intensa campaña mediática con todas las claves de la Guerra Fría. ¿Pasará del dicho al hecho y convertirá esos gestos en apoyo militar?

Para responder esa interrogante hay que tener en cuenta la situación interna de la Isla. El régimen cubano vive un momento de suma fragilidad. La generación histórica que controló el país por más de medio siglo lleva años ocupando los nichos vacíos en los panteones, pero apenas puede capitanear una estrategia desde las mesas de reuniones. La economía toca fondo y en las calles han vuelto las escenas con inmensas colas para comprar productos básicos, a la par que la apatía ideológica se extiende entre los jóvenes.

La Constitución concebida por Raúl Castro como la hoja de ruta obligatoria que deben seguir sus herederos no ha logrado concitar una masiva simpatía y las campañas por el voto negativo o la abstención, a expensas de los resultados, han calado en la sociedad. Desde que fue colocado en la presidencia, Miguel Díaz-Canel ha tenido que lidiar con la creciente inconformidad popular, la misma que se ve en un video que se hizo viral en las redes sociales donde la caravana del mandatario pasa rauda y veloz mientras decenas de damnificados por el tornado en Regla lo increpan a gritos.

El país parece desarmarse por todos lados y la llegada de internet a los móviles en diciembre pasado, a pesar de los elevados precios y el inestable servicio, contribuyen a esa sensación de que han brotado gargantas y ojos en cada esquina que reportan y denuncian lo que el oficialismo escondió de las miradas. Eso, unido a la creciente beligerancia con Washington, hace bastante incierto el futuro a corto plazo del castrismo.

En estas circunstancias, embarcarse en un apoyo militar a Maduro sería una sentencia de muerte para el castrismo y el régimen lo sabe. Las autoridades son conscientes de que buena parte de la opinión pública aplaudirá una represalia contra La Habana si osa mandar tropas armadas a Venezuela. Como un astuto sobreviviente de infinitas contiendas diplomáticas y políticas, Raúl Castro se ha dado cuenta de que esta vez la cosa va en serio. Muy en serio.

De ahí que es probable que apoye a su discípulo hasta que sea el momento de abandonarlo o rescatarlo para traerlo hacia Cuba a vivir un largo refugio en esta isla que se convertirá en su hogar y en su cárcel. No hay que descartar que lo “haga morir” en la contienda para darle un “cierre heroico” a la revolución bolivariana y tener la foto de otro mártir en el panteón de la izquierda latinoamericana. En cuanto quede claro que la nodriza venezolana dará más pérdidas que beneficios, la Plaza de la Revolución se apartará, no sin antes gritar a los cuatro vientos que “la lucha continúa”.

Si Venezuela logra recuperar la ruta hacia la democracia y Guaidó convoca unas elecciones que ni remotamente ganará el chavismo, esa oleada de cambios también llegará a las costas cubanas. La soledad diplomática del castrismo se hará más aguda en la región, los pocos recursos que seguían llegando desde Caracas se acabarán y sobre la solapas de los generales y los jerarcas del Partido Comunista quedará colocada la vergonzosa insignia de una derrota.

Díaz-Canel se verá empujado a emprender reformas económicas y políticas más profundas ante la ausencia de un mecenas y el recrudecimiento de los problemas cotidianos; la oposición tendrá un escenario más propicio para ganar nuevas batallas con cada flexibilización que se haga desde arriba o con cada frustración que brote desde abajo, mientras que los jóvenes cubanos contarán con un referente cercano en el que inspirarse y con el espejo venezolano para mirarse.

Si Venezuela lo logra, los cubanos estaremos más cerca de también lograrlo.


Publicado originalmente en 14Ymedio (Cuba)