Escribo con mi fe intacta, en Venezuela convertida en una sala de espera con muchas esperanzas. Yo estoy allí ocupando mi puesto. He dicho que estoy empacando mis cosas, que el momento se acerca para la mudanza definitiva a un mejor país, pero en el mismo sitio.
Evitemos caer víctimas de la desmoralización, que es un riesgo que debemos conjurar en lo inmediato. Las montañas se apartan cuando ven venir la fe. El ch… abismo lo sabe, por eso sus esfuerzos macabros para permanecer en el poder. Temen que al abandonar palacio, sillas y demás comodidades, deban –como va a ocurrir- sus conmilitones ser procesados, juzgados y condenados por la cantidad de crímenes cometidos.
Ni venganzas ni retaliaciones. Es la justicia –lenta, pero segura- en su constante y perseverante voluntad de darle a cada quien lo que en derecho le corresponde, la que hará su trabajo. Cuesta pedirle a la gente paciencia de relojero y persistencia de olas, pero es así. No olvidemos que aunque el reloj se detenga, el tiempo tiene sus propias manecillas.
Venezuela decidió cambiar, salir de esta dolorosa situación, alcanzar una verdadera reforma del estado en que nos encontramos. De allí mi reconocimiento a la bizarra actitud del presidente (E) Juan Guaidó. No es fácil manejarse en el cargo en el momento actual que le ha tocado vivir. Además de la valentía y el aplomo, ojalá el discernimiento y la sindéresis suficiente sigan de su lado.
Se sabe que el cargo de presidente interino de la República es circunstancial, pues deriva de su condición de presidente de la Asamblea Nacional. Ello es así por derecho de su partido político, de conformidad con el pacto o acuerdo suscrito por todos los factores que integran la unidad democrática y opositora venezolana.
Aun así, ha demostrado la entereza, su carácter aguerrido y el tino en el discurso. Se demuestra en cada tarea que se propone, lo que le ha permitido concitar en torno suyo, el respaldo de la Venezuela decente, de los incrédulos y desesperanzados, y desde luego, de las naciones del mundo que nos acompañan en nuestro firme propósito de salir de esta pesadilla.
El episodio del concierto en la frontera el pasado 22 de febrero, sirvió para demostrar al mundo el anhelo legítimo de todo un país que ha padecido los embates de una tragedia ya veinteañera, lo que equivale a cuatro períodos del anterior sistema presidencial. Tiempo suficiente para darnos cuenta, una vez más, que todo militar ha fracasado en el poder. No hay una excepción. Que las dictaduras de izquierda o de derecha, aunque civiles aparezcan como “presidente” son nefastas.
Al día siguiente, la peste o lo que es lo mismo, el régimen usurpador intentó lavarse la cara ante el mundo después de haber quemado la ayuda humanitaria y asesinar venezolanos.
En una sociedad donde se desprecia la persona humana, Herodes puede ser cualquiera. Hoy en Venezuela, cualquiera puede ser Herodes, que prevalido de poder de mando o de riqueza, hace víctimas de los inocentes.
Pero la mentira es enana, solo engaña a quien la dice y otra vez se ha quedado sola. No se requiere de mucho talento o filosofía para comprender cuando un hombre es falso o hipócrita. Nuestro país, desgraciadamente, ha sabido desenmascarar a muchos de sus líderes, que infieles a sus promesas, sólo han vivido su egoísmo.
Se me ocurrió alguna vez sugerir una salida poética a este marasmo que nos arruina desde hace veinte tortuosos años: “La Renuncia” y “Vuelta a la Patria”. Pero lo que fuera una ilusión de mi parte, un anhelo quijotesco, iluso y soñador, hoy siento que pronto será una realidad.
Hay que enfriar a los fanáticos que aprendieron una sola consigna, se cristalizan en un solo eslogan y no se afanarán en comprender y discutir lo distinto para que no se les quebrante su único y desesperado esquema. Demos, como aconseja Mariano Picón Salas, “continuar civilizando la política como todas las actividades humanas, como el deporte, el amor o la cortesía”.
Esto es irreversible, no hay vuelta atrás, que no sea a la Venezuela posible, al país que no debimos haber perdido ni entregado a un hatajo de delincuentes ansiosos de llenar sus bolsillos, manipuladores de las miserias del pobre, expertos en la compra y venta de sueños y conciencias, pillos del erario.
Mi apoyo invariable a la Asamblea Nacional a al señor presidente encargado de la República.
Incólume vertical.
Jesús Peñalver