Si algún juego de palabras puede definir cómo queremos algunos de los venezolanos y otros hermanos de diferentes nacionalidades que termine todo, es este.
Pero debemos concentrarnos en cuán furiosa puede ser una solución rápida…
No veo sino en manos del liderazgo norteamericano la iniciativa de esta salida, puede que acompañado o no por Colombia y Brasil. Sin embargo, nos preguntamos: Por qué los norteamericanos aún no atacan? Teniendo en cuenta que lo que los frenaba, hasta cierto punto, era el elevado costo político de ir en contra de la posición del partido demócrata en el congreso, que dejaba por fuera la opción militar, lo cual cambió luego de los sucesos del 23 de febrero, cuya consecuencia más importante fue la autorización de los demócratas a la administración Trump de hacer lo que fuera necesario para terminar con Maduro y su pandilla…
Pero la experiencia de los norteamericanos en asuntos de guerras, es que, de verdad, es la última opción. Por lo que, si ya tienen la autorización de usar la fuerza y no lo han hecho, es porque apuestan por la vía del estrangulamiento y las fracturas que día a día acentúan una posible implosión de la débil estructura que sostiene al régimen. Porque, en el peor de los casos, si en un lapso de tiempo que ellos tendrán estipulado, esa vía no funciona, tendrán que recurrir a la peor que es la militar.
No podemos ser ingenuos o superficiales, si creemos que, como muchos piensan, ésto duraría entre 4 y 7 horas.
Esa sería la fase de neutralización de las capacidades militares más fuertes del régimen para infringir daños graves a las fuerzas de ataque. Sin embargo, la matanza sería enorme, no sólo de militares sino de civiles venezolanos, porque solo en las películas que muchos se formaron en sus imaginaciones, esto sería “quirúrgico” con drones que destruirían sólo los blancos de interés y unos seal que capturarían o matarían a la nomeklatura del régimen. Además, hay que pensar en las precarias y casi inexistentes posibilidades de atención de nuestros hospitales; escasez de los más elementales medicamentos y luego el inmenso daño patrimonial que significaría para la república la pérdida de valiosísimos equipos e infraestructura militar y civil. Pero también está la pérdida de vidas y equipos norteamericanos y de otras posibles nacionalidades que acompañen el ataque.
Luego, en medio de todo ese caos, donde no habrá abastecimiento a la población y tal vez, graves fallas de electricidad, agua, que dificultaría, aún más, la tragedia que vivimos. Sin dejar de descartar las posibles acciones de insurgentes entre fanáticos del chavismo radical y la mezcla de guerrilla y paramilitares entre colectivos y delincuencia muy bien armados y entrenados.
Esa incertidumbre, de cuánto duraría el periodo de aseguramiento y control de todo el territorio nacional y de las principales ciudades, debería ser considerada por quienes apuestan por la opción “rápidos y furiosos”.
Mejor respiremos profundo, mantengamos la confianza en que Guaidó y su equipo, junto con nuestros aliados, comprenden la situación y tienen en la mesa todas las opciones. Y si en poco más de un mes han avanzado en forma certera, a paso seguro, el peor consejero debe ser el apuro.
Las reuniones con todos los dignatarios y jefes de Estado de esta semana no fueron para tomar café y sacarse unas fotos. Todo lo que tengamos en nuestras mentes y mucho más, seguro ya ha sido analizado y discutido, por lo tanto, hay varios escenarios y escalas previstos.
Calma y cordura…