“Me golpearon con un objeto contundente, principalmente en la cara. También recibí golpes en la costilla. Cuando terminaron, me sacaron la cabeza de un saco y vi el cañón de una pistola frente a mis ojos. El que tenía el arma, riéndose, apretó el gatillo. El arma no estaba cargada. Estaban con pasamontañas, se subieron a su camioneta y se fueron, dejándome golpeado en la vía”.
Esta escena no corresponde a una película violenta de Quentin Tarantino, ni a una atrocidad cometida en Colombia o Estados Unidos. No. Eso le ocurrió en la Venezuela de Nicolás Maduro al periodista polaco Tomasz Surdel, que con rostro ensangrentado y deformado por la brutal paliza recibida, relató lo que sufrió al ser detenido durante unas horas en Caracas este jueves 14 de marzo, por las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), el grupo exterminio del régimen chavista que asesina y tortura con absoluta impunidad.
¿Y cuál es el mensaje que emite la tiranía roja al perpetrar este hecho justo cuando en el país se encuentra una comisión técnica enviada por Michelle Bachelet, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, para evaluar las condiciones de una “presunta” visita a Venezuela?
Evidentemente, al régimen usurpador nada le importa perpetrar sus barbaries a los ojos de todos, apenas habían transcurrido horas del horrendo episodio de la detención de otro periodista, Luis Carlos Díaz, para tratar de vincularlo al apagón nacional de más de 120 horas de duración, que entre estupideces de “ataques cibernéticos” y películas de Bruce Willis, Maduro y su combo intentan evadir su responsabilidad de las muertes, los saqueos y las millonarias pérdidas materiales que ocasionaron con su corrupción y desidia.
No obstante, esto es “una pequeña muestra”, como diría la hermana del psiquiatra psicópata, de las maldades que Maduro y su combo son capaces de hacer:
Este es un régimen que usando la bandera de “resistencia indígena”, asesina pemones con absoluta frialdad, y de paso destruye el hábitat de los pueblos originarios para apoderarse, con sangre de por medio, del oro, diamantes, coltán y bauxita que yacen en nuestra Amazonía a través de la indiscriminada explotación del mal llamado Arco Minero.
Este es un régimen sanguinario, tal como quedó evidenciado con las imágenes del cadáver de un verdadero patriota como Óscar Pérez, que presentó hasta tiros de gracia a pesar de que todos vimos a través de las redes sociales que él junto a su grupo se habían rendido, en lo que constituye un crimen de lesa humanidad.
Este es un régimen que fue capaz de acabar con la vida de Franklin Brito, ignorando sus pedidos de regularizar su propiedad, dejando que muriera en una huelga de hambre.
Este es un régimen criminal, que no le importa los venezolanos mueran de hambre y por falta de medicinas con tal de admitir que existe una crisis humanitaria.
Este es un régimen criminal, que asesinó a mansalva a más de 120 venezolanos en el año 2017, que solo querían un país de progreso, libertad y bienestar social.
Este es un régimen tan despreciable que no solo manipula a la población con los alimentos podridos que distribuye a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), sino que también obliga a trabajadores, so pena de ser despedidos o quitarles sus beneficios, a ponerse una franela roja para acudir a las marchas oficialistas.
Este es un régimen delincuencial que es capaz de torturar a todo aquel que piense distinto, tal como pasó con nuestros hermanos Gilber Caro y Rosmit Mantilla, al igual que con Lorent Saleh, Juan Requeses, e incluso “suicida” a sus oponentes, como ocurrió lamentablemente con Fernando Albán.
A nuestros hermanos Leopoldo López y Freddy Guevara también les han violado sus derechos humanos, al ser perseguidos por un sistema judicial secuestrado por la tiranía roja, que ha mantenido al primero encarcelado durante cinco años acusándolo de delitos que no cometió; y al segundo bajo un asedio que lo obligó a buscar refugio en la Embajada de Chile.
Como sabemos en Venezuela y el mundo, esta desgracia instalada en Miraflores no es un gobierno, es una organización mafiosa que aunque asaltó el poder con las normas de la democracia, busca perpetuarse mediante su ejercicio tiránico, como es la violación sistemática de la inmunidad parlamentaria de los diputados que fuimos electos por el pueblo, quienes hemos sido víctimas de brutales ataques a manos de los grupos armados chavistas denominados “colectivos”, ante la mirada indiferente de la Policía Nacional Bolivariana y de la Guardia Nacional Bolivariana.
Con todo esto que hemos vivido, es evidente que parece hasta ociosa una inspección en Venezuela que constate lo evidente, como es la existencia de un régimen que emplea todo su poder para aplastar a los que se le oponen.
Ojala que unas paredes recién pintadas en hospitales y cárceles, en ese “tour” tipo Narnia dirigido por los acusados de asesinar y torturar, no termine por maquillar la catástrofe humanitaria con la complicidad de los “convidados”.
Como venezolano que ha entregado su vida al apostolado de la defensa de los derechos humanos, espero que esta evaluación de la comisión técnica enviada por la señora Bachellet, no sea un “pote de humo”, ni una estrategia entre comunistas para lavarle la cara al régimen de Maduro, pintándolos como angelitos que no quiebran un plato cuando en verdad son una banda de criminales que tienen las manos manchadas de sangre.
Ramón Flores
Diputado a la Asamblea Nacional
Presidente del Parlamento Amazónico
@liderhumano