Con una bolsa de hielo y otra de pan, el abogado Amós Martínez sale cual cazafortunas de una tienda en Caracas. Consiguió su pequeño botín tras sortear el apagón que desde el lunes mantiene su casa a oscuras y prácticamente paralizada la ya deprimida actividad comercial en Venezuela.
“Lo demás estaba todo cerrado”, dijo a Efe el hombre, de 34 años, que recorrió varios kilómetros desde su casa hasta este establecimiento, uno de los pocos que ha abierto sus puertas desde que iniciaron los cortes eléctricos y que de forma casi excepcional está procesando pagos con tarjetas nacionales de crédito o débito.
Sobre la modalidad de pagos en dólares, frecuente por estos días en los escasos comercios abiertos y en un país donde existe un control de cambio que otorga el monopolio de las divisas al Estado, opina: “Se convierte en una alternativa porque aquí no hay gobierno”.
“No tengo luz desde el lunes (…) tenemos que comprar hielo, la comida está en descomposición total”, comentó el jurista que, a diferencia de la mayoría de los venezolanos, no ha contado con la suerte de que su zona reciba un “alumbrón”, como llaman jocosamente a los cortos períodos con electricidad en medio de la crisis.
Del otro lado del mostrador, el comerciante Xavier Falcón lamenta lo que “ha disminuido el consumo” desde que la luz se volvió inestable esta semana.
“Llego a las 6.00 de la mañana, la luz llega a mediodía, después se cae el punto (datáfono), los muchachos (trabajadores) no tienen transporte (…) esto es un desastre”, comenta el hombre de 38 años frente a las cinco personas que resaltan en las desoladas mesas del restaurante en que trabaja y que tiene capacidad para 30.
En el sitio, ubicado en el acomodado municipio de Chacao, aceptan pagos con tarjeta cuando las líneas telefónicas lo permiten por lo que en medio de la incomunicación nacional han sido pocas las veces que concreten una transacción por esta vía.
Para ampliar las opciones, Falcón ofrece a sus clientes la posibilidad de cancelar con transferencias bancarias digitales o pagos en línea, aunque ambas alternativas dependerán de la suerte del cliente para conectarse a internet, cuando estimaciones no oficiales apuntan a un 90 % de desconexión en el país.
“El dólar es lo que se está moviendo más ahorita (…) más fácil tener 5 dólares que tener en el bolsillo 50 mil bolívares, primero porque el efectivo no hay”, dice el comerciante que reside en la barriada del 23 de enero y que también, asegura, padece la falta de medios de transporte.
Entretanto, desde una acera con pocos transeúntes, el joven Miguel Cegarra ansía que se normalice el servicio eléctrico y que ello signifique el aumento de sus ventas de hamburguesas y perros calientes.
El cocinero de 27 años dice que trabaja 14 horas al día con un promedio de 100 piezas vendidas por jornada, un récord que se vino al suelo esta semana cuando estima haber preparada menos de una veintena de encargos en la vía pública.
Sus clientes habituales no acudieron estos días a la zona de oficinas en que opera debido a la suspensión de actividades laborales y educativas decretada por el Gobierno de Nicolás Maduro desde el lunes.
Por ello y por todas las otras dificultades para operar en medio del apagón, Cegarra decidió no trabajar el martes y volver a abrir su puesto el miércoles cuando ofreció a sus escasos clientes la posibilidad de pagar estas comidas rápidas con billetes de dólares o euros.
“Tres dólares una hamburguesa”, explica el joven.
Para comprar una de esas, cualquiera de los millones de trabajadores venezolanos que devengan salario mínimo tendría que destinar la mitad de su ingreso mensual, ubicado en unos 6 dólares según la tasa oficial de cambio.
En medio de la hiperinflación y de la recesión económica que vive Venezuela, miles de comercios han cerrado sus puertas en el último trienio cuando la escasez generalizada de productos recrudeció y la moneda se devaluó exponencialmente.
Aunado a ese tormentoso panorama, los venezolanos sufren por insuficiencia de dinero físico, un problema que no deja ver ninguna solución durante los frecuentes apagones en los que los bancos cierran sus puertas y los cajeros automáticos quedan inoperativos.
EFE