Creyentes o no, esta Semana Santa nos compromete a todos. Forzados por el largo asueto de una dictadura que desea condenarnos al inmovilismo permanente, convencido de lograrlo mediante un decreto pueril, también ha de ser ocasión para la reflexión personal y familiar.
Por Luis Barragán
Sobre todo por una característica fundamental del régimen padecido: el obstinado empeño de vaciarnos de toda fe, en Dios o en la humanidad, a favor del ridículo culto a la personalidad, nada novedoso, que lo agota en ritos constantes que aprovecha los recursos simbólicos del Estado que queda. Hemos sido víctimas de una compleja, fría y tozuda ingeniería de la desesperanza, en la que participan seguramente no pocos especialistas con el empuje de toda desilusión, desencanto y desconfianza. No obstante, agigantada en las más difíciles circunstancias, los venezolanos persistimos en una esperanza realizadora que puede flaquear frente a las tempestades, pero no morir.
En su más reciente homilía dominical, el Padre Evanán González pidió que escucháramos la narración de la Pasión de Cristo de pie, haciendo nuestros mejores esfuerzos por atenderla así sintiéramos el cansancio y hasta el dolor, afectados por alguna enfermedad. No tratamos de un ejercicio masoquista, sino de cobrar pedagógicamente consciencia de los infinitamente mayores cansancios y dolores que sufrió Jesús al cargar la pesada cruz bajo la tortura de un itinerario que, luego, lo llevó a la Resurrección.
Hemos recorrido un calvario de veinte años que todavía pretende nuestra decapitación moral y, en lugar de los consabidos latigazos y burlas del soldado romano, encarnado hoy por los integrantes de las fuerzas represivas, cobra mayor importancia – por ejemplo – el psicólogo social al servicio de una dictadura que es de sondeos, hurgador a diario de nuestros más íntimos sentimientos a través de los estudios de opinión que valdrán un dineral insólito. Convengamos, retrotraernos a la premodernidad o, mejor, a barbarie, por trapichero que sea el poder establecido, sugiere el concurso de los expertos que derrotaremos en nuestro propio corazón y en el de los seres queridos, recobrando la fe, la confianza y el respeto que nos dinamicen para reencontrar – en definitiva – la madrugada diferente que esperamos pacientemente.
No desmayemos, insistamos en la defensa de nuestra dignidad de personas humanas. Creyentes o no en Él, Jesús ilumina el camino.