Entre otras cosas, el electoralismo agudo que domina la mente y las acciones de algunos importantes protagonistas de la oposición democrática. En necesario que entiendan que no hay solución posible para ninguno de los problemas del país mientras este régimen exista. Me refiero a algo más trascendente que la eliminación definitiva de la usurpación, es decir, de la pretensión de Maduro de continuar ejerciendo como jefe del poder ejecutivo. Eso es apenas el inicio de la enorme tarea que debe cumplirse antes de ir a unas elecciones honestas con autoridades y esquemas compatibles con la decencia y la transparencia indispensables.
No hay que fijar plazos, ni señalar fechas específicas para el cumplimiento de la tarea, pero debe trabajarse para alcanzar los objetivos en el menor tiempo posible. El 90% de la población mayor de 18 años está de acuerdo con lo que acabamos de afirmar. El país nacional no soporta esta crisis que amenaza con desarticular la república, dividirla más de lo que existe y ponerla al servicio de los enemigos conocidos de la humanidad. El narcotráfico, el terrorismo internacional derivado de los conocidos problemas del Medio Oriente y de la vecindad con Colombia que gracias a la conocida complicidad del chavomadurismo con las FARC y la enorme disidencia que habita entre nosotros, de las fuerzas del Ejercito de Liberación Nacional –ELN- protagonistas de la frontera y ya operando libremente en nuestro territorio y de la corrupción del régimen con la complicidad de nacionales y extranjeros convertidos en lavadores y guardianes del tesoro robado.
Increíble, pero cierto. Las acciones de Estados Unidos y algunos de sus aliados al imponer sanciones de alcance y profundidad crecientes van encerrando al régimen, limita sus acciones y lo coloca en la delicada situación en que se encuentra. Contra las cuerdas, con las piernas flojas, pero con poder represivo suficiente para hacer mucho más daño del provocado hasta ahora. Debemos estar preparados para enfrentar y resistir ante el incremento de la represión, de la violencia física e institucional, abierta o encubierta que el régimen utiliza como única vía para mantenerse aunque sea por un tiempo más.
Cerca de cuatrocientos mil muertos y un millón de heridos en estas dos décadas hablan por sí solos. Si a ello sumamos el multimillonario éxodo de compatriotas en busca de mejor vida y seguridad en otros países, llegamos a la conclusión de que el problema radica más que en la violación del estado de Derecho, en su inexistencia. Quienes seguimos en Venezuela tenemos la enorme responsabilidad de dirigir a un pueblo que tiene que defender lo suyo, individual y colectivamente. La vida, la familia, la propiedad y los derechos básicos de la civilización. Con o sin ayuda internacional.
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