Blackwater ya no existe. La empresa original primero cambió de nombre a Xe en 2009, ante los problemas de imagen que acumulaba. Finalmente, su dueño y fundador, Erik Prince, vendió la empresa, que fue desmembrada. Presidential Airways fue absorbida por AAR Corp. El centro de formación en Carolina del Norte, que había dado origen a la empresa, fue comprado por un grupo de inversores para crear en 2010 la empresa Academi. Más tarde, Academi se fusionó en 2014 con Triple Canopy para formar el Constellis Group, que luego fue absorbiendo más empresas en un signo de los tiempos. El sector se reorganizaba, lejos de los tiempos de crecimiento explosivo durante la ocupación de Iraq.
Por Jesús Manuel Pérez Triana en Guerras Posmodernas
Mientra tanto, Eric Prince emprendió otros proyectos empresariales. Primero creó Reflex Response (R2) en Emiratos Árabes Unidos, al servicio de las autoridades de ese país. Al parecer se desvinculó cuando el asunto salió a la luz o ya estaba fuera por aquel entonces. Luego creó Frontier Services Group, al servicio de intereses chinos en África. Prince alcanzó notoriedad recientemente por su propuesta de privatizar la guerra de Afganistán y por su papel en la conexión entre la campaña de Donald Trump y los círculos del poder ruso.
Blackwater es historia. La empresa no existe. Fue desmembrada. Su fundador creó otras empresas al servicio de gobiernos distintos al de Estados Unidos. Hablar en 2019 de Blackwater es como hacerlo de Galerías Preciados, la aerolínea TWA o el califato Omeya. Entonces, ¿por qué me sigo encontrando titulares que mencionan que Blackwater se prepara para intervenir en tal país o Blackwater ha desplegado fuerzas en tal otro? La respuesta es evidente. Pero primero veamos cómo surgió el mito de Blackwater.
Blackwater no fue la primera empresa militar privada compleja y con recursos avanzados, tal como las conocemos actualmente. Podemos decir que ese hito corresponde a la sudafricana Executive Outcomes. Blackwater tampoco fue la empresa con el mayor volumen de contratos en los años de auge del sector durante la ocupación de Iraq. Ese hito correspondió a la británica AEGIS. Blackwater se hizo célebre porque ganó el contrato más sensible y difícil de todos: proteger a Paul Bremer y al personal de la Autoridad Provisional de la Coalición en Iraq. Esto es, proteger al cabeza de la administración de ocupación estadounidense en el país y a sus funcionarios.
Las tácticas de Blackwater seguían el principio de poner la seguridad del VIP a proteger por encima de todo. Sus vehículos blindados circulaban a gran velocidad por Bagdad, saltándose semáforos y abollando los vehículos que no se apartaban. Si un conductor iraquí no atendía los gestos de frenar que un contratista de Blackwater le hacía con la palma de la palmo, su coche se llevaba varios tiros en la parrilla. Estoy seguro que más de un conductor inocente se llevó un tiro.
El coronel T. X. Hammes, uno de los desarrolladores del concepto de Guerra de Cuarta Generación, visitó Bagdad y se movió por la ciudad de incógnito, manteniendo un perfil bajo. Cuenta que se cruzó con convoys de Blackwater y que su actitud amenazadora le pareció totalmente contraproducente para el esfuerzo de ganar “corazones y mentes” de la población local. Blackwater se convirtió así en el símbolo de todo lo que estaba mal en la ocupación estadounidense. La prensa occidental se llenó de artículos sobre los “pistoleros a sueldo” y los “perros de la guerra”, explicando que el fenómeno era la aplicación de la lógica neoliberal de privatización de servicios públicos hasta sus últimas consecuencias a la guerra, en el contexto de la hegemonía neocón en Washington.
En realidad el boom de los contratistas durante la ocupación en Iraq fue el resultado de una mala planificación de la reconstrucción postbélica. Donald Rumsfeld había insistido en que la fuerza invasora fuera lo más pequeña posible, aprovechando las ventajas de unas fuerzas armadas estadounidenses altamente tecnificadas como resultado de la Revolución de los Asuntos Militares de la sociedad de la información. El problema es que esa fuerza reducida resultó insuficiente para mantener la paz y el orden tras la caída del régimen de Saddam Hussein. Pronto, la protección de lugares, convoyes y personas fue puesta en manos de empresas privadas. La necesidad urgente disparó el precio de los contratos y los sueldos.
Durante unos pocos años, Iraq fue El Dorado de las empresas militares privadas occidentales. Fue una brutal competición empresarial darwiniana que fue dejando por el camino vidas y empresas. Luego vino la concentración y la reducción de costes con la contratación de contratistas de lugares como Fiyi, Uganda y Nepal. Y el asunto pasó a un segundo plano en los medios, mientras los países de la Unión Europea encargaban la seguridad de sus embajadas a empresas privadas mientras que China y Rusia desplegaban empresas militares privadas para proteger sus explotaciones de petróleo y minerales en lugares como Iraq, Sudán y República Centroafricana. Por aquel entonces, los periodistas occidentales ya no tenían interés en escribir sesudos artículos sobre el neoliberalismo y la guerra. En República Centroafricana, tres periodistas críticos con el Kremlin murieron en una emboscada mientras investigaban la conexión entre los negocios mineros rusos en la explotación de diamantes locales y la empresa militar privada Wagner.
Los sesgos de los periodistas occidentales biempensantes explican el interés por unos temas que son tratados hasta que se instalan en el imaginario colectivo, mientras otros pasan inadvertidos. Pero queda por explicar por qué Blackwater se sigue colando en los titulares en 2019. Se trata de una razón muy sencilla. Blackwater es el monstruo terrible que agitan los enemigos geopolíticos de Estados Unidos allí donde hay un conflicto de intereses.
Blackwater aparece siempre oportunamente que hay un conflicto de intereses entre EE.UU. y sus rivales de la Nueva Guerra Fría. ¿Conflicto de intereses en Ucrania?
“Aparece video que confirma la llegada de mercenarios de Blackwater a Ucrania” (RT, 9 de marzo de 2014)
Si Russia Today en español lanzaba una afirmación taxativa, meses más tarde dudaba.
“¿Hay mercenarios de Blackwater en Ucrania?” (RT, 11 de mayo de 2014)
Y entonces, 24 horas después entró en tromba la prensa crítica, rebelde, alternativa y libreprensadora a repetir como loros.
“¿Hay mercenarios de Blackwater en Ucrania?“(Geopolítico.es, 12 de mayo 2014).
“Mercenarios yanquis de Blackwater ya combaten en Ucrania” (Canarias Semanal, 12 de mayo de 2014)
También encontramos, cómo no, a Voltairenet:
“Despliegue de mercenarios estadounidenses en el sur de Ucrania” (4 de marzo de 2014).
Y por supuesto, a HispanTV:
“Informe: Mercenarios de Blackwater operan en Ucrania” (19 de mayo de 2014).
Paradójicamente, mientras las filas ucranianas se llenaron de voluntarios, fueron las prorrusas de Ucrania oriental las que se llenaron de contratistas rusos y personal militar ruso. Eso no impidió a la prensa rusa hablar de la funesta presencia de mercenarios en el país o de injerencia externa en los asuntos ucranianos.
Seguimos. ¿Conflicto geopolítico entre EE.UU. y Rusia+Irán en Siria? ¿Adivinan quién se desplegó allí?
“Diario turco: Blackwater entrena a terroristas en Siria” (Voltairenet, 6 de agosto de 2012).
Y a la fiesta no podía faltar Nazanin Amanian, recogiendo la misma noticia en su blog personal por aquellas fechas con el título “Los mercenarios de Blackwater en Siria“.
El vicepresidente del Partido del Trabajo de Turquía, Bulent Aslanoglu, confirmó que cerca de seis mil personas de diferentes nacionalidades árabes, afganos y turcos, han sido reclutados por los EE.UU. Agencia Central de Inteligencia (CIA) para cometer actos terroristas en Siria.
El blog “Cuestiónatelo todo”, parte de la “Red de Blogs Comunistas” se hacía eco de una noticia de Al Manar, medio de comunicación de Hezbolá, el 31 de mayo de 2012.
Podemos seguir buscando. Por ejemplo, con Yemen.
“Ejército yemení acaba con tres agentes de ‘Blackwater’ en Taiz” (HispanTV 9 de enero de 2016).
“Mercenarios de Blackwater se van derrotados de Yemen” (TeleSur, 11 de febrero de 2016).
Si leemos las noticias vemos que Russia Today, HispanTV, TeleSur, Al Manar, etc. van triangulando enlaces y citas de tal forma que ninguno se pueda hacer verdaderamente responsable de la veracidad de lo publicado con la excusa de “nos limitamos a recoger lo que otros medios publican”.
Y si miramos noticias más antiguas, encontrarnos este refrito de la iraní PressTV.
“Potencias occidentales abren las puertas a Blackwater en Libia” (Agencia Matriz del Sur, 13 de abril de 2011)
Sé que muchos se acogen a la excusa de que donde se lee “Blackwater” hay que leer “Academi” o “empresa que alguna vez tuvo algún tipo de vinculación con Eric Prince”. Es la respuesta más habitual que me encuentro en Twitter cuando señalo a alguien que está dando una noticia sobre las acciones de una empresa que no existe desde hace años. Pero incluso cuando en el cuerpo de una noticia se habla de que ya no existe una empresa con ese nombre, se insiste en mencionar a Blackwater en el titular. Por ejemplo, Leandro Albani publicaba en enero de 2018:
“Blackwater: el ejército del terror del Pentágono” (Revista Sudestada, diciembre 2017).
Dice Albani:
Una multinacional militar se abre paso en el mundo desde hace dos décadas. Blackwater, la empresa de seguridad más poderosa del planeta, acumula denuncias por crímenes cometidos en Medio Oriente y por casos de corrupción en Estados Unidos.
En pleno enero de 2018 decía de Blackwater que es la “empresa de seguridad más poderosa del planeta” y que “goza de muy buena salud”. Varios párrafos más abajo cuenta que ahora se llama Academi, que se preparó para invadir Qatar y que participó en la guerra de Yemen. Es decir, aquí se está mezclando el nombre de la difunta Blackwater con Academi y la trayectoria personal de Eric Prince tras desvincularse de la empresa. Lo de resucitar a Blackwater para convertirla en líder del sector también es cosa de RT, que en enero de este año también resucitaba a Blackwater para llamarla “la empresa militar privada más grande del mundo”.
El asunto ha vuelto a saltar porque Eric Prince ha afirmado que él arregla lo de Venezuela en dos patadas con una fuerza de 5.000 contratistas. Desde su empresa, Frontier Services Group (FSG), han dicho que “tiene una solución para Venezuela igual que la tiene para otros muchos sitios”. Pero como recoge el diario madrileño El Mundo, resulta que “[l]a Casa Blanca ha declarado que no apoyaría el plan”. Las declaraciones de Prince, como también apunta el diario, proporcionan munición dialéctica al régimen chavista, que ahora dará la turra con la amenaza de los mercenarios yankis mientras se multiplicarán los análisis sobre el regreso de Blackwater.
“Blackwater busca crear un ejército de 5000 mercenarios para Guaidó” (HispanTV, 30 abril de 2018).
Si HispanTV dice que se trata de un plan de cara al futuro, Galicia Press dice el 2 de mayo de 2019 que ya están preparándose.
“Blackwater (EE.UU) entrena mercenarios para desalojar a Maduro de Venezuela“.
¿Dónde entrenan? ¿Alguien lo sabe? ¿Hay pruebas? ¿Quién paga el sueldo de 5.000 contratistas esperando la aprobación de un plan que no tiene la aprobación de la Casa Blanca? En realidad, alguien ha tomado una noticia con un titular erróneo para deformarla más y crear algo grotesco.
En definitiva, resulta evidente que Blackwater es un monstruo que la propaganda rusa, iraní y procedente de otros aliados geopolíticos del bando contrario a Occidente en la Nueva Guerra Fría agitan en cualquier conflicto como una forma de deslegitimar cualquier acción de Estados Unidos porque estaría protagonizada por sanguinarios mercenarios a sueldo del imperialismo.