Venezuela no fue jamás para Dionisio García Carnero, un entusiasmo forzado por razones pragmáticas de la política. Venezuela se convirtió en la pasión de Dionisio. Él la escogió al mismo tiempo que Venezuela lo abraza como uno de sus hijos adoptivos predilectos. Esa ilusión de libertad para Venezuela se encendió como una brillante antorcha en el pecho de este ilustre senador del Partido Popular y, desde entonces, Dionisio no ha permitido que lo despierten, hasta no saber que sus sueños se hicieron realidad. Él va detrás de ese anhelo con una fuerza que se nutre de sus principios, con el valor conque los hombres que anidan en su conciencia ideales de libertad, son capaces de arriesgarlo todo por alcanzarlos.
Ahora, cuando estamos a punto de concretar en la verdad del nuevo amanecer, la definitiva restauración de la democracia en Venezuela, Dionisio podrá suspirar con la satisfacción del guerrero vencedor que supo perseguir con derroche de coraje esas ilusiones.
La firmeza de Dionisio nos ayudó a incrementar nuestra esperanza en medio de múltiples adversidades. Desde aquel año 2009, cuando acudió a un evento en respaldo al entonces Prefecto de Caracas, Richard Blanco, sometido a prisión injusta en la cárcel de Yare, no ha dado tregua a su corazón que late por los sojuzgados. Su respaldo fue más allá de la simbología, traspasaba las barreras de la simple retórica, por lo que ha sido un instrumento eficaz que forjó esa cantera de reconocimientos de los gobiernos democráticos de Europa a favor de la legitimidad del presidente Juan Guaidó.
Dionisio, se hizo político para luchar por las necesidades de la gente, se entrega con desprendimiento en cada faena que sea posible impulsar para buscar soluciones a sus problemas. Lo adornan las virtudes del valor demostrado cada vez que se exponía aterrizando en Venezuela, a sabiendas que podía ser presa de una intolerante dictadura. Sus visitas, sus discursos en el Senado de España para presentar y justificar las 69 resoluciones que se discutieron a favor de la causa por la libertad de nuestro país, no fueron en vano.
Queda la impronta de su nítida y firme solidaridad, el tono de su voz como un clarín, detallando como un venezolano de a pie, las penurias de millones de compatriotas que son centro de sus desvelos como servidor a los valores democráticos. Aunque desde ahora a Dionisio no lo veremos sentado en una butaca en el Parlamento Español, por su devoción a Venezuela, está consagrado a ocupar con carácter vitalicio, un asiento privilegiado en el corazón agradecido de los venezolanos.
Parafraseando a la Madre Teresa de Calcuta, evocaremos a Dionisio reflexionando que a veces se piensa que lo que hace alguien por nosotros en medio de esta tragedia es apenas una gota en el Mar Caribe, pero la verdad es que, sin esa gota, cuando le falte, se vera diferente, lucirá más pequeño.
Cada vez que escuchamos esta noble canción escrita por Alberto Cortez, un argentino que tomo a España como hogar, tendremos presente la imagen de Dionisio, ciudadano iberoamericano ejemplar que se entregó en cuerpo, alma y corazón a defender la causa por la libertad de Venezuela.
“Un barco frágil de papel,
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad
porque ese barco de papel,
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel:
un corazón”