No existe un ejemplo más demoledor y deprimente de la derrota de las ideas de centroderecha en América Latina que el gobierno de Mauricio Macri. Según datos de Celag, centro de investigaciones de izquierda, cuando llegó al gobierno en 2015 el líder de Cambiemos recibió el país con un PIB per cápita de 16.727 dólares en valor de 2004. En 2018 este había caído a 15.981 dólares. En el mismo período el desempleo subió de 6,5% a 9,1%, la pobreza de 29,7% a 34,3%, el déficit fiscal de 5,1% a 6,1%, la deuda externa sobre el PIB aumentó de 26,1% a 53%, la inflación de 23,6% a 47,6% y el riesgo país se disparó.
Diversos economistas liberales coinciden con este diagnóstico. Pero la derrota no se debe a que fracasó el liberalismo, por supuesto, sino a que el gobierno de Cambiemos no hizo nada serio por desactivar la bomba de tiempo que le dejó el kirchnerismo.
Hombre pragmático, es decir, de pocos principios en materia política, Macri optó por un mal llamado gradualismo, que en la práctica no fue otra cosa que la administración eficiente del desastre heredado de los gobiernos anteriores bajo el cálculo de que así no se asumiría el costo político que pudiera conllevar un ajuste serio y honesto. El pragmatismo ha llegado a tal nivel que, hoy, Macri se ha convertido al kirchnerismo, reintroduciendo las retenciones a las exportaciones que en su minuto denunció, recurriendo a fijaciones de precios, congelando alzas de tarifas y anunciando nuevos subsidios, entre otras medidas, que podrían denominarse ‘peronismo con rostro humano’.
Además, Argentina ha recibido, durante el gobierno de centroderecha, 57 mil millones de dólares, el préstamo más alto a un país en la historia del FMI. Esta detestada institución, si bien salvó el gobierno de Macri, está, según el economista ex FMI Héctor Torres, sembrando las semillas para una nueva crisis estilo 2001, al permitir que sus fondos se utilicen para mantener el tipo de cambio controlado en lugar de amortizar deuda.
Por si todo lo anterior fuera poco, según encuestas recientes, Cristina podría ganar la segunda vuelta presidencial de este año, con lo cual el país volvería a manos de la mafia que lo secuestró por más de una década y que de seguro lanzaría una vendetta sin precedentes contra sus enemigos.
Pero lo peor de todo este desastre es lo que Ludwig von Mises advirtió hace tiempo sobre las crisis económicas creadas por los gobiernos, a saber, el daño cultural e intelectual que se hace a las ideas de libertad que debe defender la centroderecha. Y es que, aunque no se las haya aplicado, se les culpará por asociación de ser las responsables del descalabro, dejando en la memoria de una sociedad completa la idea de que la centroderecha y su liberalismo son nefastos para los pobres y la clase media, y que solo la alternativa de izquierda puede proteger a la gente de los abusos y desequilibrios del mercado que permiten políticos como Macri.
El costo de gobernar sin principios es, entonces, no solo social y económico, sino político, porque se atribuye a las ideas del liberalismo y sus supuestos exponentes el mal que en realidad ha sido causado por un exceso de intervencionismo estatal que esos mismos ‘liberales’ no hicieron nada serio por remediar.
Así las cosas, Argentina es un ejemplo que no debería dejar indiferente a nadie en la región sobre el precio que se paga por tener una derecha jalea. Esto es especialmente relevante en Chile, donde contamos con un gobierno que, aunque mejor que en su primera versión, continúa obsesionado con las encuestas y entre cuyos ministros hay varios que no resisten la tentación estatista e incluso demagógica de las causas ‘progres’.
La reforma tributaria, que no baja los impuestos, ilustra el punto filosófico, pues si bien mejora parte de lo que hay, empeora otra al no inspirarse en el principio liberal según el cual los impuestos deben ser reducidos, pues el dinero confiscado es de quienes lo generan y no de la insaciable clase política, la que además no dedica un minuto a velar por la eficiencia en el gasto antes de seguir subiéndolos. Y aunque hoy parezca que la estrategia de arrebatar banderas de izquierda da dividendos, en el mediano y largo plazo posiblemente fracasará, tal como ha ocurrido en Argentina, simplemente porque la dirección hacia la que empuja es inviable.
Ahora bien, es cierto, como dijo Keynes justificando su propio estatismo, que en el largo plazo todos estaremos muertos. Pero, con un poco de mala suerte, esta fórmula incluso podría fallar en el corto plazo y, entonces, volveremos a aquellos tiempos en que nadie quería invertir en Chile y no pocos confesaban que si la izquierda ganaba nuevamente el poder, abandonarían el país.
Publicado originalmente en Fundación Para el Progreso (FPP)
Axel Kaiser es Abogado. Doctor en Filosofía por la Universidad de Heidelberg (Alemania). Columnista de los diarios Financiero y El Mercurio. Autor de “El Chile que viene” (2007), “La fatal ignorancia” (2009), “La miseria del intervencionismo” (2012) y “La Tiranía de la Igualdad” (2015).