Cada uno de los venezolanos siente los elevados niveles de control y dependencia del Estado en el cual nos encontramos, lo observamos en la manera como nuestra forma de vida es afectada por circunstancias, que lucían improbables de ocurrir en el país hasta hace apenas unos 20 años atrás.
Por: Vicente Brito
Lo mas preocupante es que los responsables de haber causado con sus decisiones esta compleja situación que nos afecta, lucen desentendidos y sin demostrar ningunas intenciones que permitan las rectificaciones necesarias, para corregir rumbos y modificar la estructura estadista rígida que nos limita, que condiciona nuestra forma de vida y las posibilidades de alcanzar mejores niveles de desarrollo para nuestras familias.
Ya que el modelo que se ha impuesto tiene como objetivo el mayor control publico sobre los ciudadanos que minimiza nuestra capacidad de crear, producir y avanzar como todo lo que cualquier habitante de cualquier país del mundo hace sin ningún tipo de control, salvo lo establecido en sus disposiciones legales.
Esta dependencia se hace evidente, cuando observamos como el creciente empobrecimiento ocurrido en los últimos 5 años, obliga a la gran mayoría de las familias Venezolanas a ser cada día mas dependiente de la asistencia social publica, vía bonos, misiones, becas, bolsas, cajas de alimentos o cualquier aporte publico creado en los múltiples programas sociales para tal fin. Para con ello poder mejorar su consumo de alimentos o de cualquiera de sus necesidades. Lo angustiante es que casi todos los recursos que son asignados para estos programas provienen del dinero que emite el Banco Central, con lo cual se crea más inflación que diluye la capacidad de consumo de los beneficiarios, ya que a los pocos días de recibir estos recursos y sus incrementos estos se reducen sustancialmente.
Observándose como esta estrategia de controles tenia como objetivo reducir la capacidad del sector privado de producir, crear empleos y convertirse en el factor principal para que buena parte de la población, obtuviera mejores ingresos y mayores posibilidades para con su esfuerzo poder adquirir una vivienda, un automóvil, hacer un viaje, ropa, zapato, tener un seguro medico, o cualquier otra de nuestras necesidades. Igualmente afecto y casi están desaparecidos los financiamientos bancarios como era tradicional y factible para hacer realidades estas adquisiciones.
Hoy lo observado es una drástica reducción de la actividad privada, causadas por la toma de parte de organismos públicos de empresas, tierras, propiedades y controles que han causado el cierre y paralización parcial de buena parte del conglomerado privado nacional, con las consecuencias causadas por la perdida de cientos de miles de empleos, reduciéndose a mas o menos tres millones de trabajadores los que genera el sector privado. Estimándose en casi cinco millones los que trabajan para alguna dependencia publica, habiendo aumentado en mas de dos veces el numero de trabajadores públicos en apenas unos años, sustituyendo a los privados en el manejo de la economía, pero con consecuencias antagónicas al interés nacional ya que el efecto logrado es de caída de la actividad productiva nacional, así como el poco resultado obtenido a pesar de los enormes recursos asignados en miles de millones de dólares y una cifra que se acerca al billón de bolívares soberanos, para los planes de inversión y sostenimiento de este complejo empresarial publico.
Es importante destacar que con su capacidad instalada para producir, cubrir el consumo nacional y exportar. Hoy el sector privado pudiera estar generando unos seis millones de empleos, con mejores niveles de remuneración ya que al tener una economía activa, las empresas no estarían en la situación que hoy tienen, donde casi todas están perdiendo dinero por la complejidad en que se encuentran.
Lo que si es evidente que esta situación de mayor dependencia y de controles del estado sobre los ciudadanos, no se convirtió en bienestar para las familias. Lo contrario las desmejoras en calidad de vida, niveles de consumo y desarrollo humano, son de los peores en el mundo, ubicándonos en los últimos 30 países con similares índices socioeconómicos. Así lo indican la FAO, las Naciones Unidas y las distintas organizaciones especializadas en el tema, tanto internacional como nacional.