«El apoyo [militar] depende hoy de quienes cooperan con nosotros», dijo el presidente Juan Guaidó en una rueda de prensa este jueves 9 de mayo. No habían pasado veinticuatro horas cuando dos declaraciones servían como respuestas de los aliados a Guaidó.
En un tuit que luego fue traducido, el Comando Sur de Estados Unidos dijo: «Cuando me invite Juan Guaidó y el Gobierno legítimo de Venezuela, vamos a hablar sobre nuestro apoyo a aquellos líderes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana que tomen la decisión que correcta y restauren el orden constitucional. ¡Estamos listos!».
A medios en Cartagena, el presidente Iván Duque aseguró que «los cabecillas del Ejército de Liberación Nacional están en territorio venezolano, protegidos por Maduro». «Invito al presidente Juan Guaidó y a la Asamblea Nacional a que permita y facilite la captura de esos delincuentes», agregó. Habló mientras reseñaba los avances militares del Gobierno de Colombia contra el grupo terrorista.
Transparentes ambos mensajes. Clarísimos.
En un mundo extrañísimo, donde la política exterior del país más poderoso del mundo es manejada en Twitter, la publicación del Souther Command tiene una importancia considerable. Sin subestimar los propósitos, recuerde que al gordito de norcorea lo sentaron en una mesa amenazándolo con un tuit. Es la Trump’s Twitter addiction.
«Yo tengo un botón nuclear, pero es más grande y poderoso que el de él. Y el mío funciona», escribió el presidente republicano el dos de enero de 2018. Unos meses después ambos estaban reunidos en Singapur y el norcoreano prometía desnuclearizar la península.
Nada le falta decir a Estados Unidos para que se entienda mejor. En voz del Comando Sur también nos enteramos de que el pasado 3 de mayo hubo una reunión en el Pentágono para discutir «y planear» opciones militares para Venezuela.
«El Comando Sur de Estados Unidos apoya al pueblo de Venezuela, que sufre por el régimen ilegítimo de Maduro, y se mantiene preparado para apoyar cualquier opción, cuando sea solicitada por altos dirigentes», concluye el comunicado de prensa.
Por cuestiones de costo político, un experto en inteligencia de Estados Unidos me dijo que, si bien la decisión puede ser unilateral, al Gobierno de Donald Trump no le ayudaría. El caso venezolano, al ser inédito, maravilloso, brinda una oportunidad extraordinaria: no como ocurrió en Panamá o en Granada, ahora podría ejecutarse una intervención militar, amparada en acuerdos de cooperación con un Gobierno legítimo, con el propósito de capturar grupos delincuenciales. Por ello, sin el consentimiento de Guaidó —a través de una firma de tratado de cooperación— es improbable que se acerque un portaaviones a la Guaira como lo viene pidiendo el senador republicano Lindsey Graham.
«Es hora de trasladar un portaaviones americano a la región y estar preparado para terminar con el brutal reinado de Maduro por el bien de la estabilidad regional», escribió Graham en Twitter.
Ahora, por qué ha tenido que acudir el Comando Sur a Twitter para decir que espera por la carta de invitación de Guaidó. Por qué Duque ha tenido que salir en medios a invitar al presidente venezolano a que le autorice capturar guerrilleros.
¿Sabe Guaidó que no puede solo? Dice que espera por los aliados pero no atiende los rugidos. A Duque le contestó, también con algunos tuits; pero al almirante Craig Faller, del Comando Sur, lo ha ignorado. No dice nada. Ha salido el destacado diplomático Diego Arria preguntando: «¿Y este mensaje no tiene eco ni respuesta?».
Ni eco, ni respuesta.
Guaidó querrá torear a Maduro solo. O quizá quienes lo rodean lo han convencido de que pueda. Un matador inexperto, que apenas entró a la plaza, y se cree Juan José Padilla. Puede pedir ayuda. Dejar de escuchar a quienes le prometen que la providencia acabará con el contrincante o que sus propios compañeros, como hiciera el general al médico Allende, lo apartarán.
Pero se equivocan los que no esperan por el «Dios desde la máquina», ese salvador que ahora todos representan de forma caricaturesca en un marine. Digamos que al presidente no le gustan las corridas, pero en una entrevista dijo que era buen bailarín. Bueno, Guaidó, it takes two to tango!