Sin referimos al significado habitual usado de “comprensión”, “comprender”, “ser comprensivo”, tolerante y buena persona, sino a la expectativa real de comprender lo que sucede, entender, no ponerse lentes oscuros en la oscuridad, saber apartar malezas para observar lo que realmente hay en la tierra.
Con la economía descabezada en estertores finales, la población hambreada, enferma, abandonada, decepcionada, hay que ir a fondo, ver cuáles son los caminos que la selva tropical enmarañada oculta. No es cuestión de ideologías, banderas que pueden desplegarse o enrollarse, sepultar en una capucha, sino de verdades contundentes.
En el ambiente político, que se esparce en lo social, el tema de cómo se aborda el diálogo, negociación, encuentro o como quieran llamarlo cada vez, causa piquiña en la oposición popular e incomodidad no de concepto sino de manejo, mientras produce entusiasmo en el castrismo madurismo, una especie de vamos a ver qué hacen. Obvio, el oficialismo castrista hará lo que fuere para mantenerse en el poder. Ingenuo pensar lo contrario. Lo asombroso es que lograse engatusarlos otra vez.
Para unos es materia de divisiones, egoísmos disfrazados de frases descascaradas de tanto usarlas, pero siempre de colores seductores; unos se dividen, tratan de imponer opiniones y demasiadas veces palabrería, mientras otros, astutamente, ganan tiempo. Se suele expresar: lo racionalmente político, es hacerlo. Hay que negociar. Pero una cosa es hacerlo de manera legítima, razonada, política con mayúscula, no ilógica, irracional, a oscuras, agazapados, porque así se abandona al ciudadano.
Sería interesante conocer los argumentos de críticos que califican desleales con la democracia e inspiradores de la anti-política, a los que cuestionan conductas incoherentes, cómplices, complacientes, cohabitadoras con la dictadura castrista venezolana.
Puede especularse, comprender que cada quien, desde su pensamiento, pensará prevaricaciones, retornos de fracasos, discusiones estériles sin sentido ni final y quienes así piensen tienen derecho y razones para contemplar pesimismos. Los hechos son los hechos. En cualquier negociación similar a Noruega, se pactan silencios, asignan tareas para el siguiente encuentro. Es normal, inevitable, confidencial -aparte, de las siempre bien formadas notas de prensa que dicen mucho y nunca informan nada, como las diplomáticas.
Al menos los noruegos, fríos habitantes de lejanías polares, atiborrados de petróleo, disciplinados en el manejo de su riqueza, son sinceros; “fríamente” francos y lo dicen claramente: “no digan nada”, en boca cerrada no entran micrófonos parlanchines.
Pero donde quiera se den los diálogos, que tanto cacarean necesarios, se escucha muy poco sobre el desastre humano y la responsabilidad de proteger, por el contrario, todo parece basarse en elecciones sin el usurpador. ¿Será acaso aspiran que Maduro renuncie a voluntad? Demuestra la inocencia de un niño -al menos de los que todavía no mueren, varios sucumbieron para que Guaidó emitiera un comunicado y Maduro pensara enviar unos pocos a Cuba, destino de enfermos graves y hambres bien entrenadas.
Cierta oposición, algunos dirigentes y el presidente interino, continúan luchando con leyes, argumentos legales, deberes, derechos, pañuelos empapados en vinagre, advertencias, pero sin comprender la catadura moral y ética del dictador. Calibran mal, sin advertir que no están deleitándose de una película sino viviendo la realidad de una organización patibularia que manosea legislación a conveniencia, para robar petróleo, dólares, diamantes, oro y todo lo que puedan.
No pactan transacciones con la Casa Blanca, departamento de Comercio y Tesoro de Estados Unidos, ni con el parlamento británico o Congresos de Brasil, Chile, Colombia o Perú, por nombrar ejemplos. Están acordando, haciendo negocios con impresentables del mundo, sean mandatarios o simples jefes de pandillas, son mentes delictivas que llevan años de experiencia en otros países, algunos luchando contra cuerpos policiales, en otros siendo comandantes de esos organismos uniformados y armados.
La inmensa mayoría de venezolanos, víctimas presionadas, aplastadas por la criminalidad quieren que la situación cambie, y se vaya la dictadura. Por eso existen dudas razonables sobre las conversaciones o como a las distingan, sean en Noruega, Martinica o Barrio Unión de Petare; llevan tiempo platicando, en secreto y en público, con los mismos resultados: políticos argumentando, delincuentes ganando tiempo.
Hoy, la salida del usurpador, depende de factores tanto del lado oficialista tramposo e insultante como de la oposición. Maduro no es solo el gobierno, también lo integra el PSUV, militares, bolichicos, enchufados, testaferros, Diosdado, Bernal, Tareck el Aissami, FARC, ELN, Hezbolah, colectivos y demás delincuencias; la oposición tampoco está compuesta únicamente por el excluyente frente amplio/MUD o el prepotente y soberbio “G4”, desprestigiados, sin legitimidad ni simpatía popular, el mismo equipo de fracasados en años de coloquios, insurgencias, ambiciones cumplidas y por cumplir -recordando el primer desastre, la popularización y triunfo electoral de Chávez.
Cómo se puede conversar o hacer el intento de manera apropiada, cuando no se tiene representación ni mandato legítimo. El país sufrido de necesidades no está incorporado, razón por la cual el fracaso es evidente. Sin olvidar -para mejor comprender, jamás se llegará a sanos acuerdos- con arrumacos cariñosos que han hecho cuantioso daño, socios complacientes de mala reputación, que se mantienen indolentes ante la pobreza, disfrutando delicias; y el factor económico gansteril financistas de encuentros y grupos, son obstáculo para lo que se interponga en sus intereses, acciones, privilegios, incluido cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones sin absoluto control por si las sorpresas.
@ArmandoMartini