Gladys Socorro: El muerto a los tres días hiede

Gladys Socorro: El muerto a los tres días hiede

Razón tenía mi abuela cuando decía que el muerto y el arrimado a los 3 días hieden. Ella no tenía instrucción académica pero sí la vasta sabiduría que sólo se adquiere en la universidad de la vida. Los hechos hoy demuestran que mi vieja no tenía nada que envidiarle a los ilustrados Newton, Galileo ó Copérnico. ¡No, que va! Tan cierto como la Ley de Gravedad, como que los días mueren, que el mundo gira y que el sol sale por el este y se oculta por el oeste; así de cierto es que el muerto y el arrimado a los 3 días hieden.

Este dicho, que proviene de la más genuina expresión popular, es el fiel retrato de los venezolanos en la diáspora. A estas alturas todos los organismos internacionales, Estados Unidos y más de 56 países en el mundo se conduelen de nosotros, denuncian el rápido y profundo deterioro de las condiciones humanitarias, políticas, económicas, sociales y de derechos humanos provocado bajo el mandato de Chávez, en primera instancia, y elevado a niveles sin precedentes con Nicolás Maduro, pero ya hedemos, estorbamos, somos una carga que no están dispuestos a seguir manteniendo.

Cada vez más países están poniendo barreras para impedir que el flujo migratorio venezolano llegue a sus tierras. Los nuevos en la lista son Chile y Perú, que ahora exigen una visa para poder entrar. Ecuador también hará lo propio en las próximas semanas, una vez concrete su salida de Unasur. Anteriormente ya lo había hecho Panamá y seguramente, Colombia pronto implementará algo similiar por ser el país más afectado por el éxodo masivo tricolor. Y no les quito razón, están en todo su derecho de resguardar a sus connacionales. Sus sistemas de salud, educación y servicios públicos han colpasado. Si ya no tenían capacidad para cumplirle a su gente, imagínense después de recibir una estampida desproporcionada de migrantes que se cuenta en cientos de miles y que promete con acelerarse aún más ante la inestabilidad política que pareciera no tener fin dentro de nuestras fronteras.

Colombia da cuenta de la entrada de 2 millones de venezolanos, mientras que en Perú, segundo país más afectado con la diáspora venezolana, suman 750.000. Puestos relevantes ocupan también Ecuador, con 300.000 y Chile con 228.000. Según estimaciones de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, 4 millones de venezolanos han huido de la crisis sin precedente que se vive en Venezuela, convirtiéndose en uno de los grupos de poblaciones desplazadas más grandes del mundo. Se estima que de continuar la pugna política interna, a esta escandalosa y preocupante cifra se le sumen 2 millones más al cierre de este año.

Sin embargo, lo que al mundo no se le puede olvidar nunca es que Venezuela siempre los ha apoyado cada vez que la han necesitado. Entre 1948 y 1961 le abrimos las puertas a 800.000 desplazados de España, Portugal e Italia que dejaban sus tierras por las graves secuelas de la segunda guerra mundial; más adelante, durante el boom petrolero de los años 70, le dimos cobijo a chilenos, argentinos y uruguayos que huían de las dictaduras instauradas en sus países, y en lo sucesivo a peruanos, ecuatorianos, dominicanos y colombianos que escapaban, algunos de grupos violentos irregulares, y otros de la crisis económica que los asfixiaba.

Hoy el caso Venezuela se debate entre la realidad y la retórica, entre el deber ser y lo que es, entre la teoría y la práctica. Las dilaciones diplomáticas acortan la vida de muchos, y las recientes medidas migratorias asumidas por países de la región atentan en contra de la supervivencia de miles. Bien lo dicen voceros de Acnur: “la mayoría de los venezolanos que huyen de su país se encuentran en necesidad de protección internacional como personas refugiadas. Reiteramos el llamado a los Estados a permitir el acceso de venezolanos a sus territorios y provisión de protección porque sus vidas, seguridad o libertad se vieron amenazadas por circunstancias que están perturbando gravemente el orden público en Venezuela”.

Reitero mi respeto al derecho que tiene cada país de defender sus espacios y controlar la entrada de extraños en sus territorios, pero ante la magnitud de la tragedia venezolana me pregunto: ¿por qué algunos gobiernos se muestran tan indignados cuando se habla de la opción militar, pero guardan silencio ante la barrera infranqueable que ponen algunos para cerrarle las puertas a quienes huyen de su país en resguardo de sus vidas? ¿Acaso no es más inmoral e hipócrita aquel que obliga a sus hermanos a morir de hambre, por falta de medicinas o torturados al negarles una posibilidad de protección? Pongamos nuestras barbas en remojo. Lamentablemente hoy nos tocó a nosotros, los venezolanos, suplicar por compasión mundial. Ojalá nadie deba pasar por lo mismo nunca más, porque como decía mi abuela, el muerto y el arrimado a los 3 días hieden.

Gladys Socorro
@gladyssocorro
gsocorro.wordpress.com

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