Si a buen ver vamos, en Venezuela existe unidad de las fuerzas democráticas de cambio. No es satisfactoria, porque al tener como base la representación en el parlamento, no incluye a partidos sin diputados. Por distinta razón, también se mantienen por fuera los opositores extremistas, partidarios de medios no democráticos.
Esa es la diversidad actual de la oposición. El desafío es lograr que esos bloques, aun actuando separadamente, encuentren una zona de acción común para reconquistar la democracia. Los que proponen que cada bloque luche por su visión particular, lo que piden es llegar a donde estamos.
El sentido común indica que lograr un grado mínimo de unidad de acción y reglas sagradas para tenerse confianza y ser eficaces en la obtención de los objetivos compartidos es el primer deslinde con nuestro cultural egoísmo político. Esa unidad, aún imperfecta, es una estaca que el régimen teme.
El segundo deslinde es con la ficción de un tercer polo que nos haría más débiles y vulnerables a todos. El tercero, con el fatal espejismo de un inexistente líder sustituto de Guaidó. El cuarto, con una sustitución del centro de conducción plural: nadie quiere monopolios.
Los objetivos unitarios son los que necesita y desea la mayoría de la población: salir de Maduro, actuar para reducir sacrificios y males a la población, tener un gobierno honesto y capaz de iniciar la reconstrucción del país, ir a elecciones libres, con nuevos CNE. Tres o cuatro puntos cuya realización obligue a todos y sea plataforma de un Nuevo Entendimiento Nacional.
Un Nuevo Entendimiento Nacional con eje en una alianza entre partidos y coaliciones de organizaciones sociales y liderazgos independientes. Es la vía sana para que los actores sociales contribuyan al fortalecimiento de los partidos democráticos de cambio, sin ser simples instrumentos de ellos. Una iniciativa para dejar de asociar la unidad con uniformidad, prohibición de la diferencia o pérdida de autonomía del cada uno en el uno mayor.
A ratos, la unidad deseable no es sólo medio sino también fin: uno que haga de la política actividad ciudadana y no sólo de los que la representan. Uno que funde la política en la solución de los problemas de la gente y no en la pura lucha entre políticos por alcanzar el poder. Una que implique que todos los actores, opositores y chavistas, cumplan sus deberes en la reconstrucción del país.
Un fin posible por coincidencia progresiva en objetivos parciales. No necesariamente en el 100% ni tampoco permanentemente. Así podría permitirse mayor amplitud, profundidad y duración. Se podría avanzar por acumulación de soluciones en problemas como electricidad, agua, transporte público, hospitales o producción de alimentos.
Un objetivo general y común de esa política unitaria progresiva consiste en desatar el primer nudo conflictivo que es la integración de un Gobierno de Unidad Nacional donde estén equilibradamente representados chavismo y oposición, actores institucionales y personalidades independientes.
Los otros dos nudos también son difíciles, realizar elecciones presidenciales libres y realizar pacíficamente el transito a la reunificación nacional. Pero son los verdaderos deslindes para afrontar la destrucción y salir de un pasado que nos expulsa del siglo del mundo. Tan difíciles como posibles, para sellar una unidad aunque sea imperfecta.