Fue un viernes de soledades, día patriótico con los alardes militares de siempre, con la única diferencia de que el que estaba montado en el tanque era un general de aviación, detalle curioso (a lo mejor es piloto de Hércules C 130, no lo sé ni me importa). Según La Patilla fue un desfile “brevísimo”, sin todo el despliegue militar tradicional pero con los populacheros agregados de Hugo Chávez, esta vez sin camiones ni carrozas carnavalescas, sino con milicianos cargando cajas CLAP (¿estaban llenas o más probablemente vacías?) para destacar la preocupación social del régimen. Y casi sin espectadores, desfile rapidísimo, hay quien diga que más duró el discurso del almirante Ceballos ante Diosdado Cabello y sus constituyentes.
También día de pocos opositores para escuchar a Juan Guaidó hablando mas o menos lo mismo que viene hablando desde enero, aunque parece –me cuentan, yo no estaba allí, ya no tengo edad para empujones- que esta vez estuvo un poquito más contundente. Sin tarima y montado sobre el alto pedestal de una estatua de Francisco de Miranda, entiende la necesidad de montarse donde pueda a falta de tarimas, que sobre techos de autos y estatuas no cabe el acumulamiento de políticos pescueceros y que es importante que todos puedan verlo aunque sea de lejos. Y con megáfono en mano, por si los sordos.
Escenificación que hemos visto antes y es correcta, en el caso de Guaidó mucho más que para otros dirigentes mejores oradores pero mucho menos populares; de Guaidó se sigue esperando algo, de los demás nada excepto reparto de posiciones electorales.
El concepto más contundente de Guaidó, y que La Patilla usó como titular, fue “¡se acabó el debate, es una dictadura!”, y destacó que estaban marchando por los militares torturados –ya era hora-, y que aunque doliese el riesgo vale la pena. Eso frente a la sede de ACNUR en Caracas, y de allí iban a caminar hasta la sede de la DGCIM, en Boleíta, larga caminata y donde obviamente, ya los estaban esperando desde temprano en la mañana, marcha avisada no agarra a represor, como dice el refrán.
Mucha gente, pero es de aclarar que mas bien poco en comparación con manifestaciones anteriores. Después de todo, han pasado seis meses, Guaidó ha prometido y anticipado mucho y el régimen en la práctica le ha ganado esas partidas. Pero había bastante gente, sin duda mucha más que en el desfile militar.
También Guaidó ha caído un par de veces, sin duda a su pesar, en el ridículo, como el 30 de abril, cuando hubo fuerte represión a poca gente y muchos menos militares que los esperados, y al comenzar la mañana ya Leopoldo López y Juan Guaidó andaban entre la plaza y el distribuidor Altamira con caras de no saber qué estaba pasando.
Pero sigue siendo, por encima de errores de acción o de percepción, el líder de la oposición, el joven que más expectativas y fe suma entre la ciudadanía que quiere un cambio radical, la salida de Maduro y cómplices gobernantes, el espacio y la responsabilidad de volver a empezar. Y sigue habiendo, al menos según el Gobierno de Maduro, una creciente conspiración militar.
La tortura y pública muerte del capitán de corbeta, los numerosos arrestos de militares activos y retirados, la fuga del comisario, el madrugonazo del 24 de junio, el desfile compacto del 5 de julio, y que además por primera vez en seis décadas después de esas fechas, no se cambiara al alto mando militar, son señales de que algo no anda bien, que tal vez la gente se quede en sus casas por una mezcla de aburrimiento y temor. Claro, también hay que tomar en cuenta que éste fue lo que llaman un “fin de semana largo”, los opositores venezolanos no protestan en día de fiesta.
Tampoco protestan los militares, hasta donde podemos ver ellos siguen siendo leales siempre traidores nunca alrededor de Nicolás Maduro, los pocos que apoyan a Guaidó se fueron del país.