La carrera espacial no estuvo exenta de ideas y proyectos extravagantes. Hubo de todo, desde hacer explotar una bomba atómica en la Luna para ver sus efectos hasta levantar una base militar completa para atacar desde allí a cualquier enemigo. Los militares estadounidenses y soviéticos veían a la Luna como un escenario más de la Guerra Fría.
“Estudio de vuelos de investigación lunar” es el nombre con el que el Pentágono quiso hacer pasar desapercibido el plan ultrasecreto, desarrollado por la Fuerza Aérea, para estudiar la posibilidad de detonar una bomba nuclear en la Luna. En 1958, cuando surgió la idea como respuesta a la ventaja que estaba teniendo la Unión Soviética en la carrera espacial, se lo conoció como “Proyecto A-119”. El jefe del equipo de investigación fue el doctor Leonard Reiffel y uno de los investigadores, el divulgador científico Carl Sagan. El propósito era la investigación de los efectos teóricos de una explosión nuclear a un bajo nivel de gravedad. La verdad era mucho más compleja. Y así lo explicó el propio físico Reiffel que murió en abril de 2017 a los 89 años.
“La gente se preocupó mucho por Yuri Gagarin, el cosmonauta soviético, el Sputnik y los grandes logros de la Unión Soviética en aquellos días, y en comparación Estados Unidos temía que su búsqueda fuera insignificante. Así que este fue un concepto para tratar de tranquilizar a la gente de que Estados Unidos podría mantener una disuasión asegurada, y por lo tanto evitar una conflagración enorme en la Tierra”, dijo el Reiffel, en una entrevista de 2015 con CNN en su casa de Chicago.
El informe de la misión decía que “la motivación para una detonación tiene claramente tres aspectos: científico, militar y político. Una detonación nuclear en la Luna podría proporcionar información relativa a la capacidad de las armas nucleares para la guerra espacial”. Eso incluía tener sitios de lanzamiento de armas nucleares desde la Luna. Se pensaba, de acuerdo a Reiffel, que si los soviéticos atacaban a Estados Unidos con armas nucleares primero, y destruían la capacidad de lanzar un contraataque, se podría contraatacar con ojivas nucleares desde la Luna.
El plan básico, explicó Reiffel, era lanzar un misil balístico intercontinental desde un lugar no revelado, viajar unos 386.000 kilómetros hacia la luna, y detonarlo al hacer impacto. Pensaban en una bomba atómica del mismo tamaño que “Little Boy”, la que fue lanzada sobre Hiroshima. En ese momento, algunos físicos se opusieron a la idea porque creían que semejante detonación “habría hecho volar” al planeta. Reiffel lo desechó de plano: “De ninguna manera. Hubiera sido microscópico, por así decirlo. Habría sido, creo, esencialmente invisible desde la Tierra, incluso con un buen telescopio”. Después de dos años de trabajo, el plan fue desechado por los mismos generales que lo habían autorizado.
Se dieron cuenta que era una locura, que no tenían la tecnología necesaria para un proyecto de ese tipo y temían una reacción negativa por parte de los estadounidenses. Las conclusiones desaparecieron en los archivos del Pentágono hasta hace cuatro años en que los encontró un investigador de la revista Newsweek. Reiffel no había hablado hasta entonces. Los científicos soviéticos trabajaron en planes similares y hasta diseñaron una base militar espacial que iba a ser construida en la superficie lunar. También se dieron cuenta de que era todo ciencia-ficción y archivaron los documentos que aún permanecen en secreto.
Los estadounidenses también tuvieron su plan para levantar una base militar en la Luna. Se llamó Proyecto Horizon y tenía por objetivo tomar el planeta y convertirlo en un solo terreno bélico a cargo de las fuerzas de Washington. Los estrategas del Pentágono estaban convencidos de que el primero que alunizara estaría en posición de reclamar la soberanía sobre el satélite natural de la Tierra. El Ejército había diseñado una serie de 74 lanzamientos de cohetes Saturno entre 1060 y 1964. En enero de 1965 partiría una nave que se posaría en la superficie lunar con todo el equipamiento necesario para comenzar la construcción de la base. Tres meses más tarde llegarían los dos primeros soldados y para noviembre de 1966 tendría una dotación de 12 hombres y armamento como para destruir cualquier nave enemiga. El Proyecto Horizon fue borrado de un plumazo cuando presentaron el presupuesto: 6.000 millones de dólares, una fortuna extraordinaria para ese momento.
Todas estas idas y vueltas y la rivalidad entre los servicios de inteligencia de las diferentes armas hicieron que el programa espacial estadounidense fuera afectado por la mala planificación, los planes descabellados y el espionaje inepto. Aunque la CIA dio un gran golpe cuando logró acceder a un misil ruso Lunik y devolverlo sin que los guardias soviéticos se dieran cuenta. El tesoro de información secreta obtenida de ese vehículo permitió a los funcionarios espaciales estadounidenses conocer las capacidades y los límites de la nave espacial rusa y robar su tecnología. La agencia se enteró de que los soviéticos estaban haciendo una gira por varios países del bloque comunista para mostrar sus logros industriales. Había rumores de que se incluirían modelos de vehículos espaciales Sputnik y Lunik en la exhibición. Era una gran oportunidad para intentar obtener información de primera mano sobre el poderío enemigo.
El Lunik fue un programa de naves espaciales robóticas enviadas a la Luna por Moscú desde 1959 hasta 1976. Fueron diseñadas para orbitar o aterrizar en la luna y 15 de los intentos lograron su misión. En el momento en que la CIA vio su oportunidad, ya se habían lanzado tres Luniks: el primero pasó de largo a la Luna y se perdió en una órbita alrededor del sol; el segundo logró el objetivo y llegó con éxito a la superficie lunar; y el tercero voló alrededor de la luna y logró transmitir, por primera vez, fotos del “lado oscuro”. Todo esto era mucho más avanzado de lo que habían logrado los ingenieros estadounidenses que estaban desesperados por echar un vistazo a la tecnología soviética.
La exposición itinerante parecía ofrecer la oportunidad perfecta para “observar” la estructura del Lunik sin que los soviéticos se dieran cuenta. Los agentes de la CIA lograron hacerse con un manifiesto de envío y descubrieron que bajo el nombre de “modelos de aparatos astronómicos” se escondía un Lunik auténtico. También determinaron que era imposible acceder a la nave durante la exhibición porque estaba vigilada por guardias especiales las 24 horas. La única oportunidad era cuando los equipos estuvieran en movimiento de una ciudad a otra, transportados por trenes y camiones. El primer plan fue desenganchar el vagón del tren que llevaba el Lunik, pero era demasiado arriesgado.
Decidieron hacerlo cuando estuviera en los camiones. Con el pago de una buena cantidad de dólares, lograron que el chofer del camión que transportaba la nave espacial se colocara al final del convoy. Como en las buenas películas de espionaje, asaltaron el camión y lo desviaron por un bosque. Todo el transporte debía esperar en las afueras de la estación hasta la mañana siguiente para embarcar y nadie echó de menos al último del convoy. Dos agentes especializados y un científico quitaron la tapa del Lunik y comenzaron a fotografiar cada detalle.
Pero para llegar al motor debían romper un sello de plástico que tendrían que reemplazar para que no fuera evidente que alguien había accedido. Un agente tuvo que viajar de urgencia a buscar un nuevo sello que esa misma noche fabricaron especialmente en una de las oficinas de la CIA en la región. A las cinco de la mañana ya habían logrado hacerse de todos los secretos. Reestablecieron el sello y llevaron el camión hasta el último lugar de la fila de vehículos, frente a la estación. Una hora más tarde, la caja del Lunik fue cargada en el tren y llevada al siguiente sitio de exhibición. La inteligencia estadounidense nunca detectó ninguna señal de que los rusos supieron que la nave había sido secuestrada durante unas horas.
En tanto, la carrera espacial no se detenía. Y eran los físicos soviéticos los que seguían a la delantera. El primer vuelo con más de dos tripulantes, la Vosjod 1 de la URSS, una versión modificada de la Vostok, despegó el 12 de octubre de 1964 llevando a bordo a los astronautas Komarov, Feoktistov y Yegorov. Este vuelo también marcó la primera vez que una tripulación no llevó trajes espaciales. Alexei Leonov, en la Vosjod 2, lanzada por la URSS el 18 de marzo de 1965, logró hacer el primer paseo espacial. Según las órdenes del nuevo ministerio soviético de Construcción de Máquinas Generales, y cuyo verdadero propósito era crear una sola máquina, la que lleve a un soviético a la Luna, este objetivo debía cumplirse durante 1968. La nave consistiría de un tren espacial L-3 con una nave orbital lunar Soyuz 7K-LOK.
El Apolo-4, con el Saturno V en su interior, situado en su rampa de lanzamiento gracias al vehículo oruga o “crawler”, tenía un aspecto imponente. El cohete medía 111 metros y con todo el andamiaje pesaba 2.837 toneladas. Fue lanzado el 9 de noviembre de 1967 desde Cabo Cañaveral (rebautizado luego como Cabo Kennedy). El cohete, que había permanecido silencioso sobre la rampa 39-A por casi tres meses, al finalizar el conteo lanzó un rugido nunca antes escuchado y fue un gran espectáculo para los miles de espectadores que observaban desde varios kilómetros de distancia. Un segundo vuelo de pruebas del Saturno V, el 4 de abril de 1968, lanzado por el Apolo-6, tuvo algunos problemas en el sistema de encendido, pero confirmó que la NASA estaba preparada para enviar a su primera tripulación.
La agencia estadounidense aún no había realizado ningún vuelo tripulado a bordo de la nave Apolo. El proceso de construcción del módulo lunar LEM estaba retrasado y no estaría listo hasta principios de 1969 o incluso más tarde. Por lo tanto, los técnicos estadounidenses descartaron por completo un alunizaje antes del final de 1968. La CIA decía que Moscú estaba buscando la posibilidad de adelantar el envío de astronautas a la Luna. La URSS intentaba ensayar la circunvalación lunar como paso previo al alunizaje.
Ante esto, el director del programa Apolo, George Low, planteó una arriesgada alternativa: ¿por qué no realizar directamente el primer vuelo hacia la Luna sólo con la cápsula Apolo, sin el módulo de alunizaje? Si la misión Apolo 7, que iba a ser la primera tripulada, se desarrollaba con normalidad, la Apolo 8 podía ser enviada hacia la Luna un par de meses después. Sólo debería ser colocada en órbita lunar -algo que los soviéticos no podían equiparar con su nave Zond que solo podía circunvalar la Luna-, comprobar el comportamiento de sus sistemas en el medio ambiente de ese planeta, y ensayar el retorno a la Tierra a velocidades nunca antes alcanzadas. De acuerdo al plan, si todo eso salía bien, luego vendría el Apolo 9 que haría pruebas con el Módulo Lunar en órbita terrestre, el Apolo 10 haría lo mismo rozando la superficie lunar, y el Apolo 11 intentaría el alunizaje definitivo.