Pablo Escobar, durante sus años más productivos, logró amasar una de las fortunas más grandes del planeta gracias al negocio de la droga. Una trayectoria similar a la de Joaquín «El Chapo» Guzmán que recientemente ha sido condenado a cadena perpetua en EE.UU. debido a numerosos delitos relacionados con la venta de estupefacientes. Ambos fueron los hombres «más buscados del mundo». Unas vidas ostentosas y al margen de la ley que hacen que un gran número de personas les consideren modelos a seguir. Así lo reseña abc.es
La figura del narcotraficante es enigmática y, sorprendentemente, atractiva. Se trata de hombres poderosos, muchas veces de origen humilde (el propio «Chapo») que consiguen superar con creces cualquier expectativa que podría caber sobre ellos en cuanto a poder, dinero e influencia se refiere. Es la versión del « hombre hecho a sí mismo» más cruel y despiadada, capaz de matar cientos de personas con tal de mantener o aumentar su imperio. Este concepto ha sufrido una clara romantización que lo ha convertido en uno de los antihéroes favoritos de la actualidad. De facto son ídolos de la cultura popular.
El mundo está lleno de referencias a este tipo de personajes, pero lo cierto es que desde «Narcos» nada ha vuelto a ser igual. La serie de Netflix no solo fue vista por un promedio de 3 millones de espectadores por episodio sino que además supuso todo un «boom» publicitario para la imagen de Pablo Escobar. Gracias al tirón se vendieron miles de camisetas, se crearon películas («Loving Pablo»), otras series («El Patrón del Mal»), e incluso murales con frases y fotos del famoso narcotraficante (la más usada y famosa «plata o plomo»); una atmósfera con la que mucho público, especialmente joven, ha conectado.
Juan Pablo Escobar, hijo del famoso narcotraficante Pablo Escobar, ha admitido que muchos adolescentes le piden por redes sociales consejos sobre como entrar en el mundo de la droga, mostrando su admiración por su difunto padre. La respuesta de Juan Pablo siempre es contundente: «no hay narcos jubilados, sino en la cárcel o muertos». Él mismo critica a Netflix por el lavado de cara que hace de su padre y al narcotráfico en «Narcos». De hecho, según Google Trends, el número de búsquedas de su nombre en Internet se llegó a multiplicar por cien a raíz de esta producción.
La curiosidad por las grandes figuras criminales y marginales viene de tiempo atrás. Pero su consolidación se produjo a través de las películas de la camorra italiana («El Padrino» es, de hecho una de las películas más influyentes de toda la historia). El mundo de la mafia y el del narcotráfico no son tan distintos: hay una «cabeza visible» y un círculo personal que actúa al margen de la ley y no le importa usar la violencia para alcanzar sus fines. Además, aunque en el mundo del narcotráfico no hay «omertá» (ley del silencio de la mafia), también están sujetos a unas reglas, pues los criminales también necesitan una justificación moral para sus actos.
El Chapo confesó en una entrevista que no se veía a sí mismo como un hombre «violento ni malvado», sino una «víctima de sus propias circunstancias». Algo similar le ocurría a Pablo Escobar. Se preocupaba por la gente enganchada a la droga y quería ser presidente de su país, Colombia. Bajo este prisma de alivio moral y relativismo los ven, a día de hoy, miles de jóvenes.
Música
No solo al cine se limita este mundo de riesgo e ilegalidades. También existen ciertos cantantes cuyas letras y videoclips ensalzan constantemente la figura del traficante y de las drogas con una gran masa de seguidores.
El «narcocorrido» es otro subgénero musical de origen mexicano, considerado como el adalid cultural de los narcotraficantes. En sus canciones se ensalza a los cárteles y la brutalidad con la que actúan. Tal y como señala la periodista mexicana Marcela Turati, la banalización de las drogas «influye hasta el punto de que ella misma ha escuchado a alumnos de secundaria afirmar que quieren dedicarse al narcotráfico». Según Turati, «comienzan como niños que avisan sobre los movimientos de la policía y el ejército». Con el paso del tiempo, estos ascienden de puesto, pudiendo llegar a sicario. En el resto de Latinoamérica, el problema sigue siendo igual de grave.
En EE.UU., la cuestión es casi tan severa como en sus vecinos del sur. Lo cierto es que ya existía una atracción hacia la droga desde los años 60, aunque menos violenta debido al auge del movimiento «hippie».
Todo cambió con la declaración de guerra a las drogas en los 70. La continua criminalización de los barrios negros durante los 80 propició la aparición del «gangsta rap». Este estilo musical se usó como denuncia y apología del narcotráfico a partes iguales y, aunque ha ido perdiendo fuerza, este mensaje se ha trasladado a otros géneros musicales y está volviendo a revitalizarse. De hecho, desde sus inicios hasta día de hoy muchos artistas relacionados con este género han acabado involucrados en asesinatos por sus conexiones con el crimen organizado y el narcotráfico.
La figura del capo de la droga, su brutalidad e influencia llevan mucho tiempo golpeando a la sociedad y haciéndose un hueco en las mentes de la juventud y su atracción, lejos de cesar, sigue en aumento.