“Nuestro compromiso con Venezuela es eterno e incondicional”, aclara Miguel Díaz-Canel, presidente cubano y principal aliado de Nicolás Maduro. Una declaración de amor revolucionario para que nadie se llame al engaño en medio de las negociaciones entre el chavismo y la oposición, en Barbados y bajo presión internacional, las cuales apoya La Habana con la boca pequeña y con un solo objetivo: mantener el poder en ambos países. Así lo reseña elmundo.es
Por Daniel Lozano
El cordón umbilical entre las dos revoluciones, la ‘Cubazuela’ que ya puso en marcha Hugo Chávez hace dos décadas, es tan largo como el cable submarino de fibra óptica que les une con sus 1.602 kilómetros de longitud. Y tan grueso que resiste, de momento, el descalabro económico bolivariano y sus efectos colaterales en Cuba.
Los apagones eléctricos menudean en los dos países, así como las fallas en los transportes y los racionamientos de gasolina. Sus salarios mínimos, pese a los recientes incrementos, son los peores del continente. El déficit de medicamentos en la isla se convierte en un desabastecimiento del más del 60% de medicinas e insumos hospitalarios en el país petrolero, que según la ONU han provocado 1.557 muertes en solo cuatro meses. Los alimentos que faltan en Cuba han escaseado en Venezuela durante los últimos años y ahora, cuando algunos han vuelto, no hay suficiente dinero para comprarlos.
Como si se tratara de un espejo distorsionado en el que miran ambos países hasta convertirse en uno solo, la ‘Cubazuela’ se mantiene contra viento y marea, pese a la caída de la producción petrolera en Venezuela y el bombeo de menos barriles del oro negro para el aliado antillano.
La libreta de racionamiento de unos son las cajas CLAP de comida para otros. Hasta las justificaciones son las mismas: guerra económica y bloqueo. Y para intentar salir del apuro, qué mejor que acudir a las criptomonedas: Maduro inventó el petro, que ya casi nadie recuerda, y Cuba estudia la creación de su propia criptodivisa para impulsar su economía y hacer frente a las nuevas sanciones de EEUU.
Para ambos países es imposible ocultar su crisis económica, un derrumbe en Venezuela y serios aprietos para su aliado caribeño, que ha reconocido en boca presidencial que necesita 60 veces más de lo que produce. “Nuestro pueblo será más grande cuantos más grandes sean los obstáculos que tiene delante”, clamó Díaz-Canel ante la Asamblea Nacional, palabras que miden el miedo de las autoridades a un nuevo Período Especial.
Lo tienen difícil. Carmelo Mesa-Lago, catedrático en la Universidad de Pisttsburgh, ya advirtió en febrero que la economía estaba en su peor momento desde los 90, cuando la caída de la URSS empujó hacia el abismo a la Cuba de Fidel. El equipo de Díaz-Canel ha adelantado un incremento del 68% en el salario mínimo, “la reforma vendrá posteriormente”, anunció el presidente. De esta forma, se ha situado en 400 pesos mensuales (13,44), “una macabra burla a nuestros compatriotas, que necesitan 4.000 pesos para vivir dignamente”, reclamó el disidente Guillermo Fariñas.
La principal medida económica del nuevo Gobierno también ha suscitado muchas dudas entre los expertos. “Así como han planteado la subida salarial puede generar más inflación en el corto plazo, dado que estamos en momento de escasez. Además, cualquier reforma que se esté lanzando que no lleve el cierre de las empresas estatales ineficientes es otra pérdida de tiempo”, profundiza para EL MUNDO el economista Pavel Vidal.
Si el salario mínimo cubano es paupérrimo, el venezolano es mucho peor. El crecimiento del dólar paralelo en los últimos días ha devaluado la cotización del bolívar soberano y con ello su poder adquisitivo. Con el salario mínimo de 40.000 bolívares sólo se consiguen hoy cuatro dólares (3,5) en el mercado paralelo y 4,86 en las mesas oficiales de cambio. Otro terremoto, uno más, para la economía doméstica de los venezolanos en un país donde la dolarización de facto avanza por todos sus rincones.
“Las revoluciones confían en la empresa estatal para controlar la economía, pero son sumamente ineficientes y terminan limitando las posibilidades de aumentos reales. Pueden subirlos nominalmente por decreto pero la inflación se los come porque no hay producción desde las empresas estatales”, subraya Vidal. La comparación con los dos países más pobres del continente constata el fracaso económico revolucionario: en Haití el sueldo mínimo son 61 y en Honduras, 340.
El colapso eléctrico venezolano de marzo persiste hoy con apagones repartidos por el país, de los que tampoco se libra Caracas, aunque la zona cero se sitúa en los estados fronterizos con Colombia, donde apenas disfrutan de más horas de luz que de oscuridad mientras hacen colas para conseguir la gasolina racionada. En Cuba, el Gobierno ha reconocido esta semana que los apagones cada vez más frecuentes se deben “a un grupo de averías en centrales termoeléctricas”, sin copiar en esta ocasión las fantasiosas justificaciones de Maduro, quien atribuyó a ataques cibernéticos y bombardeos desde naves desconocidas las múltiples fallas de un sistema eléctrico abandonado y horadado por la corrupción.
“Veo una simbiosis muy importante entre ambos regímenes con un solo objetivo: perpetuarse en el poder. El régimen cubano tiene los conocimientos y tácticas para lidiar con situaciones muy adversas desde el punto de vista socioeconómico y ha transferido esas estrategias al régimen de Maduro. Para Cuba, aunque ya no en la misma escala, la continuación de Maduro sigue siendo una fuente importante de ingresos y petróleo gratis”, sentencia el internacionalista Mariano de Alba desde Washington.