Entre 2007 y 2012, Venezuela mantuvo en menos de 5% la cantidad de personas subalimentadas. Pero con la llegada de Nicolás Maduro al poder, el hambre en el país comenzó a crecer exponencialmente, y en solo seis años casi se cuadruplicó.
Según el último informe de la FAO sobre el estado de la seguridad alimentaria en el mundo, al menos 6,8 millones de venezolanos pasaban hambre en el año 2018. Esto representa 21,2% de la población.
Marianella Herrera, médico venezolana, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela y miembro de la Fundación Bengoa, puntualiza que dentro de ese porcentaje hay embarazadas, mujeres y hombres en edad fértil, y niños menores de 5 años, por lo que advierte que la próxima generación está comprometida.
“Todo esto está actuando como una exposición ambiental negativa sobre ese número de personas. Estas consecuencias se van a sentir en el corto, en el mediano y en el largo plazo. En unos 20 años vamos a estar viendo todavía las consecuencias de esto si no se interviene ya. Son las secuelas del hambre. No solamente en la talla baja, sino también en las enfermedades crónicas“, alerta Herrera.
La doctora explica que si un hombre en edad fértil está expuesto a hambre, su espermatogénesis podría resultar alterada. Igualmente, una mujer embarazada que se enfrenta al déficit de nutrientes, su feto crece en un ambiente intrauterino que promueve daños epigenéticos, que se traducirían en un peso bajo al nacer, riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, hipertensión arterial e incluso obesidad.
La diputada Manuela Bolívar es clara al señalar la magnitud de la crisis: “No es que en Venezuela la gente pasa hambre. En Venezuela la gente muere de hambre”.
“Venezuela vive una emergencia humanitaria compleja. Estamos hablando de que, de cada 3 niños, uno tiene algún tipo de desnutrición. No es que está flaquito, es que tiene desnutrición crónica o aguda”, advierte la parlamentaria.
La nutricionista Susana Raffalli destaca que en el informe de la FAO se reconozca que la causa del hambre en Venezuela es el colapso económico, y no el cambio climático o las sanciones.
“El número de hambrientos en Venezuela, desde que se declaró el primer Estado de Emergencia Económica y de Excepción en 2016, que le otorga plenas facultades al gobierno, hasta ahora, son doblemente atribuibles al Estado, no solamente por generar la situación económica en la que estamos, si no por no haber hecho lo suficiente para rectificar”, enfatiza Raffalli.
“Las personas entrevistadas constantemente refirieron una falta de acceso a alimentos, debido tanto a la escasez como a los precios inasequibles. La disponibilidad de suficiente comida de calidad es deficiente, y los entrevistados dijeron que comían una vez, o como mucho dos veces, al día y que consumían pocas proteínas o vitaminas. La falta de acceso a alimentos tiene un impacto especialmente adverso en las mujeres, quienes se ven obligadas a dedicar un promedio de 10 horas al día a hacer filas para obtener comida”, dice el documento presentado por Bachelet ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
El informe, además, afirma que se reportaron algunos casos de mujeres que se ven forzadas a intercambiar comida por sexo.
La diputada Bolívar, quien preside la Subcomisión de Mujer e Igualdad de Género del Parlamento, considera que esto refleja la situación de vulneración en que se encuentran los venezolanos.
“No solo mujeres, también la población LGBT es víctima de explotación sexual. Hoy los venezolanos son víctimas de algo que se escuchaba en países de África o Centroamérica, como es el tráfico de personas. El hecho económico hace que las personas tengan que recurrir a lo que puedan para poder salvar a quienes quieren, y no solo es tener que recurrir a intercambiar sexo para tener dinero para alimentos, incluso se habla de tráfico de niños y niñas. Es dramático porque es un tema de sobrevivencia. La gente no tiene mecanismos para generar ingresos que le permitan paliar el hambre, y tienen temor a morir de hambre”, lamenta la legisladora.
El informe de Michelle Bachelet concluye que el régimen de Maduro “se negó a reconocer la magnitud de la crisis hasta hace poco y no adoptó las medidas apropiadas” para atenderla, y denuncia que conforme se agudizaba la crisis económica, “las autoridades empezaron a utilizar los programas sociales de forma discriminatoria, por motivos políticos, y como instrumento de control social”, esto en referencia a las cajas de alimentos CLAP.
No hay punto de comparación
“Sorry, hoy con la comida estamos igual que Venezuela”. Estas declaraciones de la ex presidenta Cristina Kirchner, generaron una ola de indignación, especialmente en la comunidad de venezolanos exiliados en Argentina.
Pero la afirmación no está sustentada. De acuerdo con la FAO, el porcentaje de personas subalimentadas alcanzó 4,6% de la población en Argentina en el periodo 2016-2018, mientras que en Venezuela la cifra ascendió a 21,2%.
“Comparar una situación económica de un país normal, con institucionalidad democrática, con un país que tiene su peor catástrofe económica en un escenario no democrático, es ser indolente”, considera la diputada Manuela Bolívar.
La emergencia humanitaria que vive Venezuela no tiene precedentes en América Latina, analiza el activista de derechos humanos y director de la Coalición por la Salud y la Vida (Codevida), Francisco Valencia. “Ni cuando hubo la crisis en Argentina con el corralito la situación llegó a ser tan extrema como la que viven los venezolanos”.
El activista asegura que la emergencia humanitaria en Venezuela está dejando daños irreparables a la población de forma masiva y acelerada, y debe ser atendida urgentemente.