“El número de muertos por la violencia política en Venezuela en un solo año (2018) es superior al de toda la dictadura chilena (1973-1990). Y aún nos faltan por contar otros años. Durante la dictadura de Pinochet se exiliaron alrededor de 200 mil chilenos, según algunos cálculos. Mientras que Naciones Unidas estima que más de cuatro millones de venezolanos han emigrado a otros países”.
Una dictadura es una dictadura. No importa si es de derecha o de izquierda. Y los dictadores, por definición, acumulan el poder, torturan, matan y luego mienten sobre sus crímenes. Todos son iguales.
En tal sentido, hay odiosas similitudes entre el dictador chileno, Augusto Pinochet, y el actual dictador venezolano, Nicolás Maduro. Y no hay, por lo tanto, ninguna razón por la cual no se deba luchar contra la dictadura venezolana con la misma fuerza y convicción que la usada para sacar del poder a Pinochet.
Entiendo que esta comparación irrita mucho, particularmente a los chavistas y a algunos miembros de la izquierda latinoamericana. Sí, Pinochet fue un sanguinario militar golpista y sus diferencias históricas e ideológicas con Maduro son muchas. Pero los dos han estado al frente de regímenes brutalmente represivos y son responsables de miles de muertes. Eso es imposible negarlo.
La primera vez que floté la idea en Twitter de que había puntos de comparación entre Pinochet y Maduro, los chavistas pusieron el grito en las redes. No pueden ver el enorme daño que los abusos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro le han hecho a Venezuela. Pero, para desgracia de millones de venezolanos, los dictadores se parecen. Sobre todo en sus intenciones de desaparecer y matar a sus opositores.
Por esas extrañas coincidencias de la historia, Michelle Bachelet fue responsable de iniciar dos comisiones que investigaron los abusos cometidos durante la dictadura militar de Pinochet -del 11 de septiembre de 1973 al 10 de marzo de 1990- y, también, durante el gobierno de Nicolás Maduro, a partir la muerte de Chávez en marzo del 2013. Y algunas de las conclusiones de esos dos informes podrían ser intercambiables.
Poco antes de terminar su primer mandato como presidenta de Chile, Bachelet estableció en el 2010 la Comisión Presidencial Asesora para la Calificación de Detenidos Desaparecidos, Ejecutados Políticos y Víctimas de Prisión Política y Tortura. (Esa comisión retomó los datos de otras investigaciones, incluyendo las de la Comisión Rettig y la Comisión Valech.)
La conclusión es que en Chile hubo más de 40 mil víctimas directas de la dictadura y que “el país sufrió entre 1973 y 1990 una política de Estado en materia de violaciones de derechos humanos”.
El trabajo conjunto de todas las investigaciones concluye que, durante la dictadura de Pinochet, fueron asesinadas más de tres mil personas. La mayor parte de los asesinatos y ejecuciones estuvieron directamente vinculados a la represión política.
Hasta aquí Chile. Ahora veamos lo que está pasando en Venezuela.
El número de asesinados por razones políticas durante la dictadura de Nicolás Maduro sobrepasa, por mucho, las cifras de la dictadura pinochetista. “En el 2018 el gobierno registró 5,287 muertes violentas” por “resistencia a la autoridad”, según el informe de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos presidido por Michelle Bachelet.
Y su conclusión es brutal: “La información analizada por el ACNUDH indica que muchas de esas muertes violentas pueden constituir ejecuciones extrajudiciales”. (Estas son cifras oficiales. El Observatorio Venezolano de la Violencia tiene números mucho más altos).
Comparemos.
El número de muertos por la violencia política en Venezuela en un solo año (2018) es superior al de toda la dictadura chilena (1973-1990). Y aún nos faltan por contar otros años. Durante la dictadura de Pinochet se exiliaron alrededor de 200 mil chilenos, según algunos cálculos. Mientras que Naciones Unidas estima que más de cuatro millones de venezolanos han emigrado a otros países.
Es imposible medir el daño total que causa una dictadura en un país. Se carga por generaciones. A mí, personalmente, me ha tocado conversar con muchos venezolanos esparcidos en el mundo sobre el dolor de dejar su casa y su país y empezar de cero en otro lugar. Y todo porque un hombre se rehúsa violentamente a dejar un puesto que no le pertenece.
El informe sobre los abusos en Chile acaba así: “Concluimos señalando que tenemos la esperanza de que este nuevo paso ayude a que nunca más estos hechos vuelvan a ocurrir entre nosotros.”
Algún día, espero, podremos decir lo mismo de Venezuela.
Publicado por univision.com