Hay quienes en Latinoamérica pensaron que podían convivir con el chavismo, que los abusos y desmanes cometidos en Venezuela desde 1998 eran un asunto exclusivo de los venezolanos y que correspondían a nosotros y solo a nosotros resolverlos. La lista de presidentes de la región que tuvieron la misma postura es larga, sin importar que fuesen de derecha o de Izquierda. El “tema Venezuela”, como algunos lo llamaban viendo los toros desde lejos, era un problema de “política doméstica”, nada más. Por eso todo el mundo se fotografiaba con Chávez y hasta se reían de sus chistes. Todos se preocupaban por mantener las mejores relaciones diplomáticas con el régimen socialista y la mejor manera de lograrlo era guardando silencio sobre lo que ocurría en nuestro país.
No es extraño que Latinoamérica haya tenido esta posición durante años, esta también fue la postura de una parte de la oposición en Venezuela, que pensaba que era posible convivir con un régimen criminal. Pero ni para esta oposición ni para Latinoamérica fue posible coexistir con el chavismo. Como las plagas, la plaga socialista no se contenta con entrar a una nación, sus efectos pronto comienzan a hacer estragos. Al principio solo los países vecinos resultaron afectados, pero el socialismo, como las pandemias, se expande y rápido. De norte a sur el chavismo ha dejado su marca, pero lo más grave es que sus efectos apenas comienzan a sentirse.
La amenaza hoy es regional y no hablamos de la masiva migración venezolana que, aunque a corto plazo puede ser una carga para los servicios de asistencia pública regional, en el largo plazo se traduce en una oportunidad para las economías de los países receptores. Hablamos de lo que significa el chavismo para la seguridad y la estabilidad regional. El grupo criminal que secuestró el poder sería muy modesto si se contentara con solo tener su campo de operaciones en Venezuela. El chavismo como mafia delincuencial tiene pretensiones transnacionales y en este camino ha tejido alianzas no solamente con el narcotráfico sino también con grupos terroristas como las FARC y Hezbollah.
Lo que pasó esta semana en nuestro territorio confirma que quienes han alertado sobre la amenaza que representa el chavismo para la región no han exagerado en nada. Quizás se hayan quedado cortos. Un grupo públicamente definido como narcoterrorista le declara la guerra al Estado colombiano y lo hace desde territorio venezolano donde tienen protección y cobijo. Es evidente que, si el concierto de las naciones no actúa a tiempo, si es que queda aún tiempo, las consecuencias pueden ser desastrosas no solo para Latinoamérica sino para el mundo. Quizás las naciones que no se han animado a emprender acciones más contundentes contra el chavismo ahora entiendan lo que está en juego y lo que está en juego es mucho más que la libertad de Venezuela.
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