En 2011, jacarandoso, como si fuese un logro suyo, Chávez anunciaba que dejábamos en el terreno (en términos beisboleros) a Arabia Saudita, porque las reservas probadas de la Faja Petrolífera del Orinoco, de 300 millardos de barriles, nos situaban como el país número uno del mundo en reservas petroleras. Aquel año, el precio de la cesta venezolana rondaba 105 dólares por barril. Producíamos 2.8 millones de barriles diarios.
Con ese precio era factible emprender nuevos proyectos para la extracción, transporte y mejoramiento de los crudos bituminosos de la Faja, cuya inversión mas que duplica la requerida para el desarrollo de crudos convencionales.
El precio actual de nuestra cesta petrolera es de 54 dólares por barril. Salvo acontecimientos sobrevenidos, no hay expectativa de precios al alza. Según estimaciones de British Petroleum, en los últimos 30 años las reservas de petróleo del mundo se han duplicado en contraste con el crecimiento de la demanda. Por cada barril consumido, más de dos han sido descubiertos…
Con estos criterios, considerando que bajo esta perspectiva de precios puede no ser rentable la inversión en la Faja, la consultora noruega, Rystad Energy, ha desplazado a Venezuela del número uno al nueve en el ranking de países con mayores reservas recuperables de petróleo, ciñéndola a los 68 millardos de barriles que son nuestras reservas de crudos convencionales. Estamos debajo de países como China, Brasil, Canadá y por supuesto, de EE.UU., que con 280 millardos de barriles es hoy el número uno del mundo.
Estas estadísticas tienen un valor ilustrativo para nuestro futuro. Consideremos, además, la pérdida de capacidad productiva de nuestros crudos livianos y medianos por causas harto conocidas. Mañana, para la reconstrucción del país, el petróleo continuará siendo un sustento fundamental, pero nada comparable con su poder dinamizador durante el Siglo XX. Ya no es postergable la diversificación de la economía.