Vivimos buscando el equilibrio entre decir la verdad y generar esperanza. Es que cuando se viven momentos tan complejos como el que ahora enfrentamos los venezolanos, la realidad es ruda. Por eso, cuando decimos la verdad, también asumimos la declaración honesta de situaciones difíciles, peligrosas y que nos duelen tanto, que a veces la gente prefiere no escuchar.
En los últimos años he recorrido y he visitado rincones oscuros de nuestro país, he sido testigo de situaciones que han tocado cada fibra humana y he tenido la difícil tarea de contar hechos desgarradores: desde el asesinato de los militares por parte del ELN en Perijá hasta las masacres y el horror de las mafias de Upata. Ahora, más recientemente, el tráfico de niños y el crecimiento de las redes de prostitución en Paria.
Sé que resulta indignante, pero creo en la fuerza de la verdad; solo así podemos entender lo que enfrentamos y estar totalmente preparados para derrotarlo. Solo así seremos capaces de asumir los errores que hemos cometido y advertir aún más sobre lo perverso que ha hecho el régimen, con todo el dinero del mundo y al mejor estilo del castro-comunismo cubano: penetrar con sus tentáculos los distintos sectores de la sociedad para ir corrompiendo y quebrando gente y, así, apaciguar a la sociedad, manejarla como una marioneta.
“La corrupción es un seguro para todos”, me dijo un amigo refiriéndose a los métodos del régimen cubano. Por eso, no podemos convertirnos en la concreción de esta afirmación. Esa es la parte dura y cruda de la realidad y que, solo enfrentándola con la verdad, podremos generar la credibilidad y la fuerza necesaria para derrotarla.
Pero, al mismo tiempo, es indispensable que como líder político se señale y se valore lo valioso y extraordinario que tenemos los venezolanos: el instinto natural y la herencia histórica para conquistar el objetivo libertario que nos hemos planteado, que no solo pasa por el desalojo de la tiranía, sino también por erradicar un sistema criminal y de complicidad que financia y enriquece a mucha gente.
Hoy, que vivimos las horas más oscuras en nuestro país, es cuando más debemos mostrar esa fuerza inquebrantable de nuestra lucha. Seamos capaces de entender que los pasos que hemos transitado juntos en las últimas horas contra el régimen de Maduro para acorralarlo y debilitarlo, son reales.
Demuestran, además, el profundo rechazo de todo un país que se resume en la madre venezolana que sufre la agonía de ver a su hijo morir por falta de medicamentos, de la familia separada por miles de kilómetros producto de la emigración, del joven con la esperanza rota de un futuro próspero en Venezuela, de cada estómago vacío antes de dormir, del insomnio más grande de la historia producto de largos días y noches oscuras.
Que justamente sea nuestra verdad más difícil y dura, el impulso para determinar nuestra capacidad de resiliencia para ser protagonistas de la lucha y el avance hacia un solo propósito. El régimen y sus aliados han cometido errores que contribuyen a que ese camino se acelere y fortalecen la determinación de Occidente.
Como ejemplo, el anuncio de las FARC de retomar la lucha armada y la obvia presencia de sus cabecillas en distintos eventos públicos en Venezuela, o la divulgación de la presencia militar rusa en la frontera, un hecho que ha levantado alertas en todo el mundo.
Hoy vemos cómo se está asentando la noción y el entendimiento del carácter criminal del régimen y se intensifican las acciones que profundizan su aislamiento. En esta misma dirección se enmarca la decisión de la petrolera china CNPC de no comprar petróleo venezolano en el mes de agosto, y también el viaje del Presidente de Colombia, Iván Duque, a las Naciones Unidas, donde presentará el expediente que demuestra la íntima relación entre Maduro y la FARC y la forma cómo convirtieron nuestro territorio en su santuario criminal.
También, esta misma semana, el diputado de Brasil, Eduardo Bolsonaro, planteó en la Cámara de Diputados de ese país y el Comité de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, considerar al PSUV como un grupo criminal. Sé que todavía estamos transitando en medio de la tormenta y eso nos puede hacer pensar que nunca saldremos de ella. Sin embargo, nuestra capacidad de resistencia, la que ya hemos demostrado, es nuestra garantía; de allí proviene la certeza de que por muy duro que sea el camino, si avanzamos en la dirección correcta alcanzaremos el objetivo de todos. Que nuestro norte sea siempre la verdad y la esperanza con fundamentos sólidos y ciertos.