El régimen las desea cuales entidades, agencias o sucursales subordinadas, preservadoras del conocimiento sólo necesario, confundidas directamente con sus intereses. Por supuesto, importándole un bledo la libre búsqueda de la verdad, pues, jura monopolizarla, asistimos a todo menos a la más elemental idea de universidad.
Es claro el propósito de intervenirlas directamente, sojuzgándolas. Así, las universidades entrarán a la esfera patrimonial de la dictadura, sin obstáculo alguno, y fungirán como una alternativa generosa para ocupar a una ya diezmada clientela que, ofreciendo una cara del asunto, pueda reportarle las divisas de las que sean capaces al operar, a lo sumo, como maquilas académicas de los grandes intereses geopolíticos con los cuales pueda enlazar Miradores en el campo del pensamiento.
Por cierto, el planteamiento del problema ha dado ocasión a un falso dilema entre la universidad pública y la privada, precisamente cuando peligra la noción misma de universidad. Tal insistencia puede explicar la abstención por luchar real y palpablemente a favor de la institución, aunque también expone la otra cara de la maquilación masiva que torpedearå su recuperación.
Personalmente estimamos que las recientes declaraciones de los rectores de la USB y de la ULA, como la ya habitual persistencia del gremio profesoral de Sartenejas, ofrecen un sano desafío al resto de quienes – haciendo vida universitaria – callan. A veces, tratamos de imaginar cuál hubiese sido la respuesta de los universitarios de 1928, 1936 o 1958, por no citar a la Delpinada del siglo XXI, a la coyuntura actual.
El régimen ha tenido la amabilidad de avisar el zarpazo que tiene pendiente, quizá para alertar a los suyos. Además, no creemos que haga falta otro campanazo para que los nuestros se enteren.